Dia 55: Cabo Calcanhar

Era hora de partir hacia al encuentro de mi hermano. A través de la radio y el puente que nos hacían los amigos en Zarate supimos que el día 3 de Marzo, mi hermano Iñaki estaría llegando a Fortaleza. Yo estaba ansioso de reencontrarme con el y de que este reencuentro fuera a bordo de la nave que nos vio crecer.

Eduardo y yo cansados de avanzar

Eduardo y yo cansados de avanzar

Partimos al mediodía con un viento de través que nos permitía avanzar a buena velocidad. Antes del atardecer habíamos pasado , tal vez el hito mas importante de nuestra travesía: el Cabo Calcanhar. Este cabo es el extremo noreste de Sudamérica y para nosotros implicaba un cambio radical de rumbo. Luego de 55 días de navegar hacia el noreste, nuestra proa por primera vez apuntaba al Noroeste. Ya podíamos sentir como iban a tratarnos los vientos alisios.

De traves cerca del cabo Calcanhar

De traves cerca del cabo Calcanhar

El símbolo mas importante de este cambio de rumbo fue el trabuchar las botavaras del Tremebunda y por vez primera tenerlas del lado de estribor. Mientras anochecía el viento constante nos empujaba desde popa hacia Recife. La felicidad de este momento era inigualable.

En la proa de la Treme antes de Trabuchar. Buen espiritu a bordo

En la proa de la Treme antes de Trabuchar. Buen espiritu a bordo

Esta condición de ola y viento justo en la cola hacia rolar al barco de un lado al otro. En cierto modo me recordaba a los juegos a los que solía subir en el Italpark en los ’80. El cansancio pudo mas que la sacudida y en medio de la madrugada desperté a Eduardo para que se hiciera cargo el del barco que se mecía sobre las olas. Ciento sesenta millas mas adelante nos aguardaba Fortaleza, nuestra ultima parada en el Brasil.

En esa oscuridad esta mi sonrisa

En esa oscuridad esta mi sonrisa

RUTA DIA 56

De Natal a Calcanhar

De Natal a Calcanhar

Dia 54: Natal

Llegamos a Natal la noche anterior. Con apenas un poco de luz logramos amarrar al Tremebunda en el Iate Clube do Natal. Estábamos tan cansados que no salimos del barco. Comimos algo y nos echamos a dormir. Solo íbamos a parar un día en Natal, ya que debíamos completar las millas hasta Fortaleza antes del 3 de Marzo, fecha en la que mi hermano se nos uniría en la etapa hasta el Caribe. Un día nos daba la posibilidad de reaprovisionar el barco de comida y de paso cargar los tanques de diesel y agua fresca. Era la rutina de los puertos que sabíamos bien. Lo que nunca sabíamos bien era donde comprar.

El puente Newton Prado que pasa sobre el Potengi y une el lado sur y norte de la ciudad

El puente Newton Prado que pasa sobre el Potengi y une el lado sur y norte de la ciudad

Durante la mañana reparamos una mayor que tenia dos costuras descosidas. No lo he mencionado hasta aquí pero las velas ya habían sido reparadas varias veces desde la partida y mi esperanza era que la tela aguantara hasta Miami. Además de la reparación de velas, se organizo el barco, se seco la sentina y se aireo hasta la tarde el barco. Entonces, antes de que pudiéramos terminar con todas las tareas se largo un aguacero de fuerza mayor. Curiosamente mientras escribo esto, terminan de caer las ultimas gotas de una lluvia no tan intensa sobre mi casa de North Miami. De algún modo me hace notar como todo en la vida es ciclo que se repite, como una espiral ascendente en la que cada vuelta tiene algo de distinto, pero a la vez algo de similar que se construye sobre la vuelta anterior. El barco, que hoy descansa en la marina de Key Biscayne es el testigo silencioso de este paso espiralado de una década, tal vez la mas importante de mi vida.

El Iate Clube Do Natal

El Iate Clube Do Natal

La lluvia no paraba, pero los víveres nos eran verdaderamente necesarios, así que preguntamos en el club por direcciones a un supermercado. Dada la situación y la cantidad de víveres necesarios, decidimos tomar un taxi y hacerlo esperar en la puerta del súper. Compramos un poco de todo, pero solamente de lo necesario. Las compras de ese entonces se parecían mas a las de un estudiante soltero, pero sin las botellas de cerveza. Curiosamente fue muy poco lo que bebimos a bordo durante la travesía, era como si fuéramos guardianes de la nave a los que no se les permite tomar durante la guardia. Cargados de bolsas regresamos al taxi que nos aguardaba bajo la lluvia que ya estaba inundando las calles de Natal.

Taxi simpatico

Taxi simpatico

Una Natal mojada que no llegamos a conocer. Pero igual me lleve algo de esta parada: la lógica como fundamento del idioma. Mientras regresábamos por entre las calles semi inundadas el trafico vehicular se había concentrado bastante y hacia que el paso por los lugares menos inundables ( que los locales conocían de sobra )  se recargaran de autos. El taxista, que era bastante simpático nos comento: “engarrafamento”. Le pregunte que había dicho y repitió la palabra “engarrafamento”. Mi sonrisa no pudo esconderse. La lógica del idioma recorría mi cabeza sonriente: botella – garrafa, embotellamiento = engarrafamento. Una lección de portugués que no se me iría a olvidar. Llegamos al Iate Clube de noche y nos despedimos del simpático taxista dejándole una buena propina por su paciente espera.

Una canoa con un saxo sobre el Rio Potengi

Una canoa con un saxo sobre el Rio Potengi

El barco estaba aprovisionado para poder partir de Natal, la ciudad brasilera mas cercana al África. Desde aquí los alisios nos ayudarían a avanzar y el viaje iba a ser otro.

Dia 53: Cambio en la corriente

Después de 53 dias llegamos al punto en el que a corriente marina al fin comenzara a empujarnos. Nos bajamos de la cinta transportadora que nos impedía el avance. Era como por fin lograr bajarse de la maquina de los gimnasios en la que uno corre pero no se mueve. La gran diferencia es que esta alfombra de agua es tan inmensa en relación a nuestra insignificante existencia, que no podemos darnos cuenta del cambio.

Ferry de Cabedelo sale a pasear turismo

Ferry de Cabedelo sale a pasear turismo

Dejamos João Pessoa  por  babor al final de la tarde y unas millas mas tarde la Ponta de Mato, en el extremo de la pequeña ciudad de Cabedelo. Era un triunfo moral para Eduardo y para mi, porque ya podíamos corroborar de un modo fehaciente que la corriente no había podido doblegarnos. Dejamos las velas arriba y prendimos la radio. En Zarate y Campana celebraron el logro como si se tratara de un hito para la humanidad. En verdad era un hito en el viaje este, tan importante para nuestra humanidad particular. La fuerza de voluntad es una virtud que casi siempre se resalta en relación a un hecho factico particular, pero creo que en verdad se debe referenciar al esfuerzo previo al hito.

El agua frente a Joao Pessoa

El agua frente a Joao Pessoa

La fuerza de voluntad no llega al pico de la montaña, ni termina el maratón. La fuerza esta antes en el día de entrenamiento, en la partida y en la voluntad tacita del proyecto que aun no comienza. Logramos derribar al gigante imparable pero aun nos quedaba enfrentarnos con las serpientes marinas, con nuestro Moby Dick: el mar que adelante nos tenia cuatro mil millas de examen a libro cerrado.

El puerto de Cabedelo - que nunca conocimos.

El puerto de Cabedelo – que nunca conocimos.

Dia 52: El angel de la pobreza

Nos levantamos y comenzamos a preparar el Treme para la partida de Recife. Nos dimos una ultima ducha que nos debería durar hasta Natal. Ambos estábamos ansiosos por partir. Sabíamos que a cien millas quedaba Cabedelo ( unas pocas millas al norte de la ciudad de Joao Pessoa ) la punta en la que la corriente cambiaba y el viaje tomaba una nueva dimensión. Desde Recife el rumbo seria norte y de Pessoa en adelante esperábamos notar la diferencia.

Catamaran esperando en la escollera del Porto de Recife

Catamaran esperando en la escollera del Porto de Recife

Bien frescos de las duchas nos subimos al barco y nos despedimos de los marineros del Cabanga, de buen corazón pero de un gusto distinto al nuestro. Les preguntamos donde podríamos cargar combustible y nos dieron la indicación que a dos millas sobre la escollera veríamos la gasolinera. Debíamos completar el tanque de 80 litros y además los bidones de variado tamaños que llevábamos atados en el baño de proa, junto al mástil de adelante.

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En el camino hacia la salida al mar nos cruzamos con cargueros, e hicimos la parada a cargar combustible. Una milla mas adelante dejábamos atrás la escollera interminable y la pobreza que habíamos experimentado en Pernambuco. Era en cierto modo un poco avergonzante estar haciendo este viaje que parecía una excusa existencial entre tanta necesidad. Además de la duda y la existencia estaba también la necesidad de mudarse al norte y el símbolo de llevar un parte importante de la historia familiar a flote hasta Miami. Pero no se me ocurrió discutirlo con el ángel de la pobreza, ni con ninguno de los marineros del Cabanga. El viaje iba a seguir. Nos quedaban ochenta millas a Cabedelo y recién habíamos comenzado la tarde. Mas al este no íbamos a ir en nuestro viaje.  Esperábamos llegar de noche y ver como el GPS nos marcaba una diferencia en las millas recorridas sobre el fondo a cada hora.  Anduvimos a motor un buen rato hasta que casi no se veía Recife. El océano estaba cediendo, se daba cuenta de que ya éramos parte de el, de que lo íbamos a acompañar durante varias semanas, que nos iría a acunar durante las próximas 4000 millas y que con respeto le pedíamos su gracia para poder continuar.

Dia 51: Preparativos para volver al mar

Hoy nos quedaba hacer los preparativos para nuestra ultima etapa de lucha en contra de la corriente y el viento. Hace casi dos meses que las condiciones nos intentan impedir el avance, pero es como si después de tanta insistencia el mar se diera por vencido y nos dijera que falta poco para que todo se de vuelta. En lugar de un freno la corriente nos empezara a empujar, pero para ello habría que pasar Natal.

El Cabanga Iate Clube

El Cabanga Iate Clube

Salimos del Cabanga buscando un centro comercial y recuerdo nuestro asombro al encontrar un shopping que parecía una isla de abundancia entre tanta pobreza que la circundaba. Lo increíble de viajar a la velocidad de paso de hombre es que uno verdaderamente conoce la idiosincrasia de los lugares que atraviesa. No me animo a decir que conocemos en profundidad Recife, pero si a uno se le hace una idea clara de cómo se vive allí cuando lo observa todo a través del lente del navegante.

La Radio BLU

La Radio BLU

Luego de comprar los víveres decidimos que lo mejor era volver al club para preparar la partida hacia Natal al día siguiente. Desde el Tremebunda hablamos por radio con nuestras familias, a través del puente que nos hacia Julio. Era interesante escuchar las voces entrecortadas por la emoción y la interrupción de las ondas en la atmósfera.

Dia 50: Muita mulher

Sabíamos que la etapa mas dura del viaje estaba llegando a su fin. Después de Natal la corriente ya no estaría empujándonos para atrás y los alisios se empezarían a sentir. Ambos estábamos con ansias de avanzar mas millas cada día. Durante estos 50 días solo podíamos avanzar 100 o 120 millas diarias, en general ayudados por el motor que todavía aguantaba. Sabíamos que al pasar Cabedelo y cambiar del rumbo noreste al noroeste todo se haría mas fácil y podríamos al menos avanzar 140 a 160 millas diarias.

Ahora nos tocaba descansar un par de días, reaprovisionarnos y conocer el Carnaval de Recife. Bajamos a caminar por el Cabanga y el espíritu del club era agradable. Recuerdo que Eduardo paso por la tienda del club y me compro una remera de manga tres cuartos que me venia muy bien y me agradaría lucir en Miami mas adelante ( hasta que la arruine pintando paredes ). Frente al club se podía ver claramente una favela que Google Maps tiene marcada como “Favela”. Podíamos notar que a pesar de los lindos veleros y crucero esta era una ciudad mas pobre que las que habíamos visitado hasta el momento. Un marinero nos aconsejo ir a la calle costanera en la playa cercana donde desfilarían las escolas do samba locales. Parece ser que el verdadero Carnaval en la zona trascurre en la vecina ciudad de Olinda, pero no íbamos a ir hasta allí para presenciar el espectáculo. La prioridad era seguir con el viaje y si se podía conocer, se aprovechaba, pero no íbamos a viajar a modo de turistas para ver lo que transcurría en Olinda. No olvido el gesto del marinero que mientras nos indicaba como llegar hasta la costanera levantaba las cejas y nos decía en repetidas ocasiones la frase “muita mulher… muuuiita”, como si quisiera decirnos que la crema de la belleza femenina del nordeste estaría presente y que nos recomendaba asistir dado que el se tenia que quedar allí en el Cabanga trabajando.

Un camion sobre la Avenida Boa Viagem

Un camion sobre la Avenida Boa Viagem

Nos montamos en un bus con la curiosidad de ver como seria el Carnaval en Recife ( y de cómo serian las tantas mulheres que recomendaba ver el marinero). La playa no estaba lejos y unos minutos mas tarde el bus nos dejo en donde el trafico se trababa a causa de la cantidad de gente en las calles. Al bajarnos notamos el espíritu popular de la fiesta. Vimos muita mulher, aunque la verdad es que no eran de nuestro agrado. Estoy seguro de que el marinero tendría un gusto localista que no llegábamos aprehender, pero en definitiva de las muitas mulheres que vimos no nos gusto ninguna. Esto no es para decir que la mujer de Recife sea fea, sino mas bien que las mujeres locales que cuentan con un estilo que a nuestro parecer cuenta con una estética de tono agradable, no se habían acercado hasta la Avenida Boa Viagem en la que transcurría el pasaje de las carrozas. Así y todo el ambiente era festivo y agradable. No contaba con la exagerada energía de Bahía pero en fin era una celebración digna de ser vista.

Pasamos un par de horas caminando y hasta pisamos la arena una vez que nos cansamos de ver tanta mulher. Si mal no recuerdo tomamos helado, uno de esos que los vendedores llevan en la heladeras de telgopor y en las playas del sur se ofrecen como “palito bombón helado”.

En definitiva fue una tarde de relax que tanto Eduardo como yo necesitábamos. Sabíamos que el calendario de millas a recorrer para intentar llegar a Miami a fin de marzo seria intenso y por eso era necesario tomarse estas mini vacaciones de la labor del navegante.

La Avenida Boa Viagem, por donde pasaba el Carnval de Recife

La Avenida Boa Viagem, por donde pasaba el Carnval de Recife

Volvimos al Cabanga antes del anochecer. En el camino hacia el Tremebunda nos cruzamos con el marinero, que abría sus ojos y sonreía como sabiendo que nos había enviado al paraíso de la belleza femenina. Su actitud denotaba una seguridad en la recomendación que no nos atrevimos a refutar. Cuando nos pregunto que tal solo atine a contestarle: “Muita mulher”