Llegamos a Natal la noche anterior. Con apenas un poco de luz logramos amarrar al Tremebunda en el Iate Clube do Natal. Estábamos tan cansados que no salimos del barco. Comimos algo y nos echamos a dormir. Solo íbamos a parar un día en Natal, ya que debíamos completar las millas hasta Fortaleza antes del 3 de Marzo, fecha en la que mi hermano se nos uniría en la etapa hasta el Caribe. Un día nos daba la posibilidad de reaprovisionar el barco de comida y de paso cargar los tanques de diesel y agua fresca. Era la rutina de los puertos que sabíamos bien. Lo que nunca sabíamos bien era donde comprar.
El puente Newton Prado que pasa sobre el Potengi y une el lado sur y norte de la ciudad
Durante la mañana reparamos una mayor que tenia dos costuras descosidas. No lo he mencionado hasta aquí pero las velas ya habían sido reparadas varias veces desde la partida y mi esperanza era que la tela aguantara hasta Miami. Además de la reparación de velas, se organizo el barco, se seco la sentina y se aireo hasta la tarde el barco. Entonces, antes de que pudiéramos terminar con todas las tareas se largo un aguacero de fuerza mayor. Curiosamente mientras escribo esto, terminan de caer las ultimas gotas de una lluvia no tan intensa sobre mi casa de North Miami. De algún modo me hace notar como todo en la vida es ciclo que se repite, como una espiral ascendente en la que cada vuelta tiene algo de distinto, pero a la vez algo de similar que se construye sobre la vuelta anterior. El barco, que hoy descansa en la marina de Key Biscayne es el testigo silencioso de este paso espiralado de una década, tal vez la mas importante de mi vida.
El Iate Clube Do Natal
La lluvia no paraba, pero los víveres nos eran verdaderamente necesarios, así que preguntamos en el club por direcciones a un supermercado. Dada la situación y la cantidad de víveres necesarios, decidimos tomar un taxi y hacerlo esperar en la puerta del súper. Compramos un poco de todo, pero solamente de lo necesario. Las compras de ese entonces se parecían mas a las de un estudiante soltero, pero sin las botellas de cerveza. Curiosamente fue muy poco lo que bebimos a bordo durante la travesía, era como si fuéramos guardianes de la nave a los que no se les permite tomar durante la guardia. Cargados de bolsas regresamos al taxi que nos aguardaba bajo la lluvia que ya estaba inundando las calles de Natal.
Taxi simpatico
Una Natal mojada que no llegamos a conocer. Pero igual me lleve algo de esta parada: la lógica como fundamento del idioma. Mientras regresábamos por entre las calles semi inundadas el trafico vehicular se había concentrado bastante y hacia que el paso por los lugares menos inundables ( que los locales conocían de sobra ) se recargaran de autos. El taxista, que era bastante simpático nos comento: “engarrafamento”. Le pregunte que había dicho y repitió la palabra “engarrafamento”. Mi sonrisa no pudo esconderse. La lógica del idioma recorría mi cabeza sonriente: botella – garrafa, embotellamiento = engarrafamento. Una lección de portugués que no se me iría a olvidar. Llegamos al Iate Clube de noche y nos despedimos del simpático taxista dejándole una buena propina por su paciente espera.
Una canoa con un saxo sobre el Rio Potengi
El barco estaba aprovisionado para poder partir de Natal, la ciudad brasilera mas cercana al África. Desde aquí los alisios nos ayudarían a avanzar y el viaje iba a ser otro.