Dia 98: La celebración del arribo

El día anterior habíamos arribado a Key Biscayne en medio de la madrugada. Luego del emotivo encuentro con mi mama y mi hermana me tire a dormir agotado. Después de 95 días y medio, mi cuerpo al fin descansaba en un colchón completamente seco. Creo que me acosté como a las cinco y media. Mi cuerpo no daba mas, ya que hacia veintidós horas que estaba despierto. La lucha contra el frente frio que nos dio batalla antes de poder dar arribo nos había agotado a los tres.

Después de levantarme, como a las dos de la tarde, llame al numero 1-800 que me había indicado el operador de radio del Coast Guard. Este llamado era en cierto modo el regreso a la civilización. El retorno a una vida con tecnología, automóviles, rutas de cemento armado, el papeleo y  el celular. La voz automatizada en el  teléfono me hizo aguardar seleccionando opciones. Al cabo de unos minutos me atendió una voz humana que me tomo nuevamente los datos y me indico como llegar hasta la oficina de inmigración del puerto de Miami, en la que nos darían ingreso al país de forma oficial. Me seguía sorprendiendo que en plena guerra de Irak, en su momento mas violento, el ingreso a los Estados hubiera sido tan sencillo.

Bajamos al estacionamiento y fuimos con mi papa y con Max hasta el Puerto de Miami donde , mas rápido de lo que me esperaba nos dieron ingreso al país. Mi visa de trabajo entraba en vigencia y a partir de ahora no habría mas agua debajo de mi pies. Este sello en el pasaporte decía que estaba aquí para trabajar, para ser un miembro productivo de esta sociedad de consumo. No me entristeció en lo mas mínimo el aceptar este cambio para el cual me venia preparando desde hacia meses.  A decir verdad, ya estaba un poco harto de siempre navegar pensando en la llegada. Tenia la sensación de que había cruzado la meta de esta maratón de siete mil millas. Alguien me dijo que la distancia recorrida era exactamente un tercio de la circunferencia de la tierra. Tres viajes de estos igual una vuelta al mundo, que cansador. Igual me quedo pensando en que ese sueño de la vuelta al mundo no se aplaza para siempre. Siento como que la travesía de Buenos Aires a Miami fue el test que me dio la confianza para seguir soñando con la vuelta entera. Claro esta que este segundo sueño ha de quedar en el tintero hasta que los hijos crezcan y las responsabilidades sean menos.

Mi papa intenta abrir un vino mientras Max y su papa observan la maniobra

Mi papa intenta abrir un vino mientras Max y su papa observan la maniobra

Mis padres habían organizado una fiesta de recepción que se hizo al día siguiente de nuestro arribo a Miami, el 12 de Abril del 2003. Ese sábado regresamos al barco para ver como había quedado todo. Recuerdo que lavamos todo con agua potable, cortesía de JJ, el dueño de la casa en la que habíamos amarrado temporalmente al Tremebunda. Luego secamos las sentinas y ordenamos las velas. En un par de horas el barco parecía otro. Quedaría en esa casa hasta que mi padre, unas semanas mas tarde consiguiera lugar en la marina del Rusty Pelican, saliendo de Key Biscayne. Antes deberíamos ver como reparábamos el motor, pero ese es tema para otro libro. Dejamos el barco seco y limpio. Hacia meses que el Tremebunda no se daba una ducha de agua dulce y secretamente se que extrañaba aun al Rio de la Plata que la había visto crecer. Desde las tardes de verano del ’85 dentro del astillero de Chiappinni, hasta la larga estadía en el arroyo Ñacurutú luego de la partida de mi familia a Miami, el barco se estaría acordando de su historia de 18 años en la Argentina. De algún modo los últimos tres meses habían sido el punto culmine en su carrera. Este viaje era mi sueño pero también era el sueño de ella. El Tremebunda quería reencontrarse con la familia de la cual había sido parte desde su botadura en 1986, el año en que Maradona nos llevo a nuestra segunda Copa del Mundo. Me fui de la casa de JJ feliz, viéndola contenta, realizada por haber logrado la hazaña que juntos nos habíamos propuesto.

Mi hermana Rocio, su amiga Vanessa y otro mas que no se quien es.

Mi hermana Rocio, su amiga Vanessa y otro mas que no se quien es.

Como a las ocho de la noche fuimos con toda la familia hasta el sector de la piscina de Key Colony en la que mis padres habían citado a todas sus amistades para la celebración del arribo del barco y de su hijo. Pronto comenzaron a llegar las amistades. A muchos ya los conocía de mis visitas anteriores, a otros me los presentaban por vez primera. Algunos me decían que se acordaban de mi, mientras yo intentaba poner cara de que yo también los recordaba. También llegaron amigos de mi larga historia de visitas a la Florida. Llego Max con sus padres. Llego Gorka con su hermana, la novia de Iñaki, que ahora ( una década mas tarde ) es la mama de mis sobrinos. Pienso en todo lo que han cambiado nuestras vidas en esta década y me quedo maravillado de cómo pasa el tiempo y en como a pesar de cambiarnos, nos deja con algo de lo fuimos.

Con mi mama, celebrando con Budweiser.

Con mi mama, celebrando con Budweiser.

Casi todos me preguntaban por las tormentas, como habían sido. Algunos tenían una curiosidad mas culinaria y otros mas higiénica: ¿Como nos bañábamos? ¿Como íbamos al baño?. Me sentía otra vez un rock star del agua. La curiosidad de la gente de ciudad me sorprendía. Siempre que conocemos a alguien que comienza un emprendimiento distinto al común de nuestras vidas, la curiosidad entra en juego. ¿ Como será escalar un monte? ¿ Que se siente pedalear a través de un continente? ¿De donde saca uno fuerzas para correr esas maratones de cien millas? Lo curioso para mi es como son solo unos pocos los que se deciden a concretar estas aventuras. Pienso que seria interesante si todos, al menos una vez en nuestras vidas, pudiéramos decidir hacer el viaje que siempre quisimos hacer, o escribir el libro, o sentarnos a pensar en que punto nos equivocamos de ruta, para dar la vuelta y retomar el camino de la merecida felicidad de cada uno.

Gorka, yo y alguien mas. Una historia de comida o higiene de seguro.

Gorka, yo y alguien mas. Una historia de comida o higiene de seguro.

Me fui despidiendo de todos los comensales, que mientras se iban agotando las cervezas, se fueron retirando. Me acorde que el lunes debía comenzar a trabajar. Una etapa nueva en mi vida, para la cual no me había preparado tanto como para el viaje que acababa de terminar. Atrás quedaría la bohemia vida de músico en Buenos Aires, las noches de lectura hasta tarde y las charlas con los amigos de toda la vida. Adelante tenia un futuro incierto, pero en el cual creía. Hoy, desde una década mas tarde, siento que estos últimos diez años han sido los mas productivos y los mas emocionantes de mi vida.  Unos pocos meses después de haber arribado, conocí a Cynthia en un playa en Miami Beach. Me acuerdo que cuando conoció a mi papa, el viejo le pregunto a que se dedicaba, lo cual era raro viniendo de mi padre. Cynthia le dijo que estaba estudiando psicología. Mi papa entonces le dijo que conmigo tenia para hacer la tesis del doctorado. Detrás de la risa había algo de verdad.

El puro de la victoria.

El puro de la victoria.

Hace cinco años nos casamos y empezamos el proyecto de familia que hoy cuenta con Tobías y Damián. La vida no es nunca fácil. Esta llena de problemas, discusiones, conflictos en puerta y peleas. Pero también esta llena de sonrisas, de besos, de manos chiquitas de un bebe que te agarra el dedo índice y de las lagrimas que se derraman cuando ves a tu esposa amamantando al bebe que le salió de la panza de un modo cuasi mágico.

Mike, el nieto de JJ en la foto conmigo

Mike, el nieto de JJ en la foto conmigo

Hace diez años termine el viaje mas importante de mi vida. El Tremebunda fue el que me trajo hasta la familia que hoy tengo. El sueño de venirme navegando, no era solo una aventura, era el sueño de por fin convertirme en un hombre.

Dia 96: El frente frio

Las primeras rachas llegaron al amanecer y me tuve que levantar antes de lo planeado para ayudar a mi papa a tomar dos manos de rizo en cada mayor. Antes el ya había enrollado la mitad de genoa. Lo primero que note al salir era la baja temperatura de aire. Desde que había salido de Buenos Aires, 95 días antes, no había sentido un aire tan helado como este. De seguro había cobrado frigorías en los grandes lagos, luego en las montañas de West Virgnia y un poco mas en las Carolinas.

Ahora sentíamos un poco la sensación de los que sufren el frío, aunque el frío no fuese lo que mas nos molestaba. El principal problema era que el viento venia justo de la dirección en la que se encontraba Miami. estábamos relativamente cerca, pero la linea recta no era una opción. Entonces comenzamos la bordejeada eterna, que nos metería en la corriente del Golfo.
Poniendole buena cara al mal tiempo

Poniéndole buena cara al mal tiempo

Las olas comenzaban a establecer su intención de hacernos pasar un día agitado. Pero no habíamos visto lo que eran capaces de hacer, para eso faltaba. Se levanto Max sorprendido por los pantoques de la nave contra las incipientes crestas. El timon de viento seguía comportándose a las mil maravillas, pero no podía hacer milagros. Los bordes a Miami y el lento avance no nos podíamos evitar. Las nubes cada vez mas grises hacían que la vista se asemejara a la de una película donde el desastre esta siempre cerca.
Cuando habían pasado un par de horas decidimos virar y apuntar hacia Bahamas para ver si el rumbo nos daba un poco mejor, pero era inútil: el Tremebunda nunca había sido bueno para esto de tirar bordes. Lo sabíamos desde el viaje inaugural, en el que tuvimos que bordejear desde Montevideo hasta Juan Lacaze con un pampero encima, que en cierto modo me hacia acordar a las condiciones reinantes. Tampoco lo había hecho bien en la segunda regata a Mar del Plata, cuando nos agarro aquella sudestada de verano frente a Pinamar.
El barco pegandole a una de las olas en corriente del Golfo.

El barco pegándole a una de las olas en corriente del Golfo.

El viaje había transcurrido sin mayores tormentas. La de Dominicana había sido sin duda la prueba de fuego. Lo malo de sentir el golpe de otro frente era que ninguno de los tres estábamos mentalmente preparados para afrontarlo. Nos habíamos creído que llegaríamos fácil a Miami, pero el destino no te la juega limpio. Quiere ver si de verdad tenes las ganas de llegar. Quiere corroborar que los huevos no los perdiste en el camino.
No teníamos otra que seguir adelante y tirar mil bordes si hiciera falta. El Tremebunda iba a llegar tarde o temprano a Miami, tal como lo habíamos planeado un año antes junto a mi padre. Hacia mas de una década que yo soñaba con este arribo demorado. En ninguna oportunidad se me ocurrió que llegaría con este viento helado en la cara.
Sin duda la protección de la chubasquera, la cual ha brillado por su ausencia en todo este relato, fue clave para poder soportar las ráfagas, los salpicones y el frío.
Al mediodía solo calentamos agua para tomar una sopa instantánea cada uno. Max se hallaba mas callado que lo de costumbre. Todos lo estábamos, pero en Max era mas evidente. Todas las tormentas tornan a los navegantes en seres taciturnos que contemplan la vida y el trayecto de un modo distinto cuando sienten a cada instante que en cualquier momento algo puede salirse del plan. Yo seguía orando por la resistencia de los materiales. El motor ya había abandonado y nuestro único empuje eran esas velas con tantas reparaciones y tantas millas encima. El logo de los Gianotti ya se había despegado de ambas mayores, pero su amor por la fabricación de velas seguía impregnado a las dos velas que se mantenían originales desde el 86.
Desde adentro no se siente la tormenta y con la remera en la cabeza, menos.

Desde adentro no se siente la tormenta y con la remera en la cabeza, menos.

A mi papa lo veía un tanto preocupado. El cansancio se nos notaba a todos, pero tal vez a mi padre que había estado despierto desde la madrugada se le notaba un poco mas. Le sugerí que fuera a descansar, que yo podía seguir la navegación con Max.
En todo el día no nos cruzamos con un solo barco o crucero de turistas. Era como si todos supieran que no era un lindo día para navegar. Nosotros también lo sabíamos pero no podíamos hacer nada para salir de la situación en la que estábamos. Aun no podíamos ver la costa americana, ni tampoco ningún islote de las Bahamas, pero definitivamente sentimos un cambio en el agua. estábamos en la corriente del Golfo. El agua era límpida, de un azul muy intenso. Al mirar el GPS podíamos notar como  el barco acelero y cambio el rumbo producto de la corriente. No nos dábamos cuenta, pero estábamos sobre la cinta transportadora mas grande del mundo. Miles de navegantes la había utilizado en sus cruces oceánicos y muchos elementos flotantes habían llegado a Europa gracias a ella. Ahora el Tremebunda se deslizaba sobre la afamada corriente.
Las condiciones nos regalaban millas por un lado por medio del empuje de la corriente, pero a la vez nos complicaban el avance con las inmensas y desproporcionadas olas.  Estimo que soplarian unos treinta nudos de viento constante, pero las olas eran mucho mas grandes que lo que el viento debía generar. Lo que estaba sucediendo era que los treinta nudos golpeaban el agua que iba en la dirección contraria a cinco nudos. En este choque se levantaban las aguas mas de lo común. Bastante.
Mi papa se levanto de la siesta y no podía creer el tamaño de esas crestas que nos rompían sobre cubierta. Max y yo estábamos empapados a pesar de habernos puesto los trajes de agua. Mientras mi papa subió al cockpit yo baje a secarme un poco y a observar nuestra posición en la carta digital. Todavía estábamos lejos. La ilusión de llegar hoy se iba desvaneciendo. Solo un repentino cambio de viento podía hacernos llegar ese mismo día, pero ni lo mencione dado que no era factible que sucediera.
Me calente unos mates para ayudar al cuerpo a recuperar los 38 grados.  Prendi la radio VHF y probé suerte en ver si podía contactar al guarda costa americano. No me contestaron en el primer intento , lo cual me sorprendió.  No podía pensar que los de la guardia estaban tomando mate como yo, o rascándose ( aunque era una posibilidad ). Simplemente aun estábamos demasiado lejos.
Al rato, luego de cebarle unos mates a mi papa, volvi a intentar el llamado por radio.  Esta vez si me atendieron.  Me pidieron todos los datos de la embarcación y de los tres tripulantes.  Una vez que anotaron todo me dijeron que anotara un numero de teléfono del tipo 1-800. Me dijeron que a nuestro arribo debíamos llamar al numero para dar la entrada al país. ¿Pero acaso no iban a venir a escoltarnos, a revisar la embarcación o mirarnos las caras ? No , solo había que llamar al numero y después ir al puerto de Miami. Le explique que no teníamos motor y que pensábamos parar en Key Biscayne. Entonces me pregunto si teníamos auto. Le dije que si, el auto de mi papa. Entonces me dijo que lo mejor era ir en auto al puerto. Inaudito, pero muy conveniente para nosotros. Mientras la guerra de Irak había estallado hacia solo dos semanas, nosotros entrabamos al estado con el mayor aparato de prevención del terrorismo navegando lo mas tranquilos. Tranquilos es un decir, ya que el frente y las olas nos habían restado toda tranquilidad posible.
Cuando empezó a oscurecer todos sabíamos que no íbamos a llegar ese día a Miami. Estábamos un poco mas cerca luego de los doscientos bordes que habíamos tirado. Hablamos por radio con Zarate y le pedimos a Lastiri que le avisara a mi madre que no llegaríamos tan pronto. Lo mas probable era que llegaramos al día siguiente antes del amanecer. Lo saludamos con cariño a Lastiri. El y Julio Garcia habían sido nuestro principal apoyo en tierra a lo largo de los 95 dias de viaje. Al día siguiente esperábamos no llamarlo mas. estaríamos en tierra.

Dia 47: La rutina del mar

Es tarde y estoy cansado. Los chicos acaban de dormirse y el sueño pretende vencerme sin que logre hacer la crónica diaria del viaje. Hoy a las siete Damián me despertó con patadas en la espalda. Todas las noches duerme solo en un cuarto improvisado que le hicimos en medio de equipos de grabación, guitarras y libros. Pero anoche fue distinto, lo intentamos poner a dormir en el cuarto con Tobías, pero a mitad de la noche el resfrió que se había agarrado nos dijo que era hora de empezar a pasar una noche con interrupciones. Durmió entrecortado en medio de sus padres. En cierto modo era justo porque las patadas nos despertaban a los dos. Así seguimos hasta las siete cuando ya pude abrir un ojo y verlo sonreír entre los mocos que le caían.

Damian

Damian

Cada día es un desafío distinto pero en cierto modo similar al desafío del día anterior. Hay algo de rutinario y algo de nuevo en nuestras vidas y , en este sentido el viaje de hace una década se parece también a la vida de todos los días. En el 2003 era empezar la guardia de la madrugada, irse a acostar tarde antes de que me venciera el sueño ( como ahora ). Luego despertarse y ver los rumbos. Actualizar la posición y tomar mates con Eduardo. Planificar la ruta ( como ahora ) y leer un rato. No había celulares ni correos electrónicos, no había estaciones de servicio, ni semáforos. Las responsabilidades eran otras, pero en esa libertad del mar existía otra rutina difícil de describir. Cientos de veces me han preguntado si no me aburrí durante el viaje y la realidad es que no tuve tiempo de aburrirme. Siempre había algo para hacer dentro de nuestra rutina de viaje. Al final de la tarde llegaba la hora de la radio y saludábamos a Julio o a Lastiri. A partir de Bahía también hablamos un par de veces con Pepe y con la ronda de navegantes de Rafael. Terminábamos de hablar mientras se hacia de noche y esto significaba que habría que preparar la cena y volver a comenzar el ciclo cuando Eduardo se iba a la cucheta.

Estábamos casi llegando a la mitad de nuestro tiempo de viaje, aunque esto no lo sabíamos entonces. En distancia nos quedaba recorrer mas de la mitad pero sabíamos que una vez que lográramos pasar Cabedelo, esa punta de la panza de Brasil, la corriente y los vientos alisios nos iban a ayudar a avanzar mucho mas rápido. En esta etapa desde Bahía la navegación fue calma. No avanzábamos mucho a causa de la corriente que bajaba paralela a la costa y llevaba el agua para el lado de nuestro país de origen. Durante el día pasamos frente a Estancia y Aracaju, según nos decía la carta digital pero nuestra distancia a la costa no nos permitía ver nada. La costa era baja y solo se veía la tierra si estábamos a quince millas o menos de la misma. Esto no nos preocupaba en lo mas mínimo. La preocupación era mantener el rumbo y recorrer las millas.  Un día menos en la rutina del mar. Un día mas cerca de la rutina que comenzaria en Miami. Estas palabras tipeadas me sacan un poco de la rutina de los pañales en la que gustosamente vivo y espero que al menos a algunos también los embriague un poco con el gusto salado de la travesía de la Treme.

RUTA DIA 47

Ruta Dia 47

Ruta Dia 47