Dia 52: El angel de la pobreza

Nos levantamos y comenzamos a preparar el Treme para la partida de Recife. Nos dimos una ultima ducha que nos debería durar hasta Natal. Ambos estábamos ansiosos por partir. Sabíamos que a cien millas quedaba Cabedelo ( unas pocas millas al norte de la ciudad de Joao Pessoa ) la punta en la que la corriente cambiaba y el viaje tomaba una nueva dimensión. Desde Recife el rumbo seria norte y de Pessoa en adelante esperábamos notar la diferencia.

Catamaran esperando en la escollera del Porto de Recife

Catamaran esperando en la escollera del Porto de Recife

Bien frescos de las duchas nos subimos al barco y nos despedimos de los marineros del Cabanga, de buen corazón pero de un gusto distinto al nuestro. Les preguntamos donde podríamos cargar combustible y nos dieron la indicación que a dos millas sobre la escollera veríamos la gasolinera. Debíamos completar el tanque de 80 litros y además los bidones de variado tamaños que llevábamos atados en el baño de proa, junto al mástil de adelante.

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En el camino hacia la salida al mar nos cruzamos con cargueros, e hicimos la parada a cargar combustible. Una milla mas adelante dejábamos atrás la escollera interminable y la pobreza que habíamos experimentado en Pernambuco. Era en cierto modo un poco avergonzante estar haciendo este viaje que parecía una excusa existencial entre tanta necesidad. Además de la duda y la existencia estaba también la necesidad de mudarse al norte y el símbolo de llevar un parte importante de la historia familiar a flote hasta Miami. Pero no se me ocurrió discutirlo con el ángel de la pobreza, ni con ninguno de los marineros del Cabanga. El viaje iba a seguir. Nos quedaban ochenta millas a Cabedelo y recién habíamos comenzado la tarde. Mas al este no íbamos a ir en nuestro viaje.  Esperábamos llegar de noche y ver como el GPS nos marcaba una diferencia en las millas recorridas sobre el fondo a cada hora.  Anduvimos a motor un buen rato hasta que casi no se veía Recife. El océano estaba cediendo, se daba cuenta de que ya éramos parte de el, de que lo íbamos a acompañar durante varias semanas, que nos iría a acunar durante las próximas 4000 millas y que con respeto le pedíamos su gracia para poder continuar.