Navegamos todo el día con el viento en la popa. Es la primera vez desde nuestra partida que la vela se disfruta y a pesar de que el Tremebunda danza de un lado al otro entre las crestas de las olas, los alisios nos empujan a un promedio de mas de seis millas marinas por cada hora.
En el día de hoy pudimos avanzar mas de 130 millas y sin siquiera tocar la llave del motor. El volvo descansaba luego de 55 días de abuso. Era un avance necesario y notorio para nuestra empresa náutica y nos aseguraba que llegaríamos a tiempo para encontrarnos con mi hermano en Fortaleza.
Hasta el mediodía fuimos con las botavaras abiertas a noventa grados del lado de estribor. Esa trabuchada del día anterior todavía nos duraba y no queríamos dejarla de lado por la importancia de su simbolismo. A eso de la una de la tarde tuvimos que volver a poner las velas del lado habitual para poder seguir el rumbo que nos llevaría directo a destino. Nos encontrábamos a unas cuarenta millas de la costa y el mar nos llevaba con ganas hacia el reencuentro. En cada ola nos saludaban dos o tres peces voladores que a partir de ahora nos iban a seguir saludando hasta llegar al Caribe.
Despedimos esta agradable tarde con mates y charlas en la radio. Mi hermano estaría preparando sus maletas y nosotros empezando a soñar con la ducha que nos esperaba en Fortaleza.
RUTA DIA 56