Dia 59: Adios al Brasil

Nos levantamos temprano para intentar resolver los tramites de salida lo mas pronto posible. Luego de desayunar, mi hermano y yo partimos rumbo al puerto para intentar finalmente que algún funcionario nos dejara despedir al Brasil de forma legal. Ya en Natal Eduardo y yo habíamos tenido altercados con la policía debido a que nunca habíamos dado entrada formal al país a nuestro arribo a Florianópolis. El funcionario del sur y los del norte no se ponían de acuerdo sobre si era necesario, además de pasar por Capitanía Dos Portos, ir a la Policía para hacer inmigración. En Natal casi nos dejan presos, pero tras explicar la situación la policía comprendió que habíamos estado mal asesorados por esos sureños que para ellos se parecen mas a los argentinos que al verdadero brasileño. Ahora quedaba convencer a alguien en alguna oficina que para salir del país nos tenían que dar salida.

Como a las nueve y media empezamos con la Policía que nos dio de un modo relativamente veloz la salida del país a los tres tripulantes. Ahora faltaban dos pasos mas: la Capitanía dos Portos para darle salida a la nave y la Aduana para darle salida a los bienes que iban a bordo. Toda esta burocracia lo hace transpirar a uno, pero siendo fecha de Carnaval la transpiración aumenta tanto por el calor, como por la dificultad para encontrar funcionarios trabajando. La Capitanía estaba directamente cerrada, así que caminamos ocho cuadras por enfrente de una gran favela que nos habían aconsejado varios guardias esquivar ( aunque era imposible esquivarla si uno quería llegar de un lugar al otro ). En la Aduana nos recibieron pero nos dijeron que no nos podían dar salida de los bienes si Capitanía no daba salida a la nave antes. Les explicamos que estaba cerrado, pero se rieron diciendo que siempre hay alguien de guardia, pero que en Carnaval se toman descansos mas prolongados. Lo mas conveniente era llamar al funcionario de Capitanía a su casa, donde seguramente estaba en esos momentos. Nos dieron el teléfono. El lugar para llamar: desde un teléfono publico metido adentro de la favela.

En un intento de aparecer como el hermano heroico le dije a Iñaki que me esperara afuera, frente a la Aduana. Enfile hacia la favela con ciertos nervios. Mi look no era de navegante rico, sino de errante de los mares con un traje de baño gastado y solo veinte dólares en el bolsillo.

Mientras me sumergía en la favela, entre en un universo mágico que nunca voy a olvidar. A cada paso mis nervios se desvanecían y el espectáculo que tenia delante me atrapo de inmediato. En Carnaval los niños se corren por entre los pasillos arrojándose harina y gritando como desaforados en un ritual que no solamente es inocente sino que además es pintoresco y divertido. Nadie me miraba de mal modo. Como dos cuadras mas adelante me toco preguntar en un portuñol que me delataba. Me indicaron de modo amable donde estaba el teléfono mas cercano. Llegue bien relajado a llamar al funcionario. Del otro lado de la línea me atendió una señora que imagine como la madre del funcionario. El hombre me atendió de buen modo, era Carnaval y todo el mundo andaba feliz. Me atendería en una hora en la Capitanía.

Cuando salí mi hermano me aguarda con una ansiedad de quien no ha presenciado el espectáculo que sucede en la favela del carnaval . Mi sonrisa de inmediato lo tranquilizo. Fuimos con calma de regreso hacia la Capitanía a esperar al funcionario que estaría en esos momentos comiéndose algo que le preparaba la madre. Dos horas mas tarde salíamos de la Capitanía y fuimos trotando las ocho cuadras hasta la Aduana. En el camino varias veces se me cruzo por la cabeza que íbamos a llegar y seria la aduana la que estaría cerrada, pero mis miedos fueron infundados. El mismo que nos dio el numero de teléfono nos recibió con una sonrisa y nos estampo no se que papeles para dar fin a la parte burocrática de nuestra visita  de mas de cincuenta días al Brasil.

Eduardo, Iñaki y el ultimo pedazo de Brasil que veríamos en nuestro viaje a nuestra popa.

Eduardo, Iñaki y el ultimo pedazo de Brasil que veríamos en nuestro viaje a nuestra popa.

De camino hacia la Treme nos detuvimos en un Cyber Café para mandar un email a nuestra familia. Seria el últimos contacto electrónico hasta dentro de dos semanas. Al llegar al Marina Park estábamos todos transpirados por el periplo de la salida legal del país. Iñaki y yo nos miramos sin dudar: había que darse un ultimo chapuzón en la piscina del hotel.

Edu y yo sonreímos al primer fotografo que sube a bordo desde Angra.

Edu y yo sonreímos al primer fotografo que sube a bordo desde Angra.

Diez minutos mas tarde ya estábamos soltando las amarras y saliendo a motor de este oasis de opulencia. El Atlántico nos recibía una vez mas. El día era caluroso y la brisa liviana. La tormenta del día anterior había dejado un ligero mar de fondo que nos sacudía mas de lo previsto.   Las primeras dos horas, hasta que logramos alejarnos un poco de la ciudad, el Volvo nos ayudo a impulsarnos mientras de paso se cargaban las baterías y se congelaba la heladera que solo funcionaba con el giro del motor. La salida es siempre un momento feliz y las fotos registraban la felicidad congelada de este trio que cruzaría el ecuador en tan solo tres grados de latitud.

Iñaki se divierte recordando como se timoneaba el Tremebunda

Iñaki se divierte recordando como se timoneaba el Tremebunda

Como a las ocho hablamos por radio con Zarate para contarles sobre nuestra partida del Brasil. Recién a la hora de comer pude darme cuenta de la enorme ayuda que seria Iñaki durante esta etapa. Por primera vez en casi dos meses la cocina era el territorio de otro Goris. Mi hermano nos hizo una sopa, que a los tres nos sentó bien entre tanto zarandeo del oleaje. Eduardo se acostó temprano e Iñaki se quedo haciendo compañía hasta la medianoche. Le sugerí que descanse y me quede pensando en cuanto lo había extrañado en todos esos años a la distancia.

RUTA DIA 59

La salida de Fortaleza

La salida de Fortaleza

Dia 58: Fortaleza

Hoy llegaba Iñaki y decidí ir a buscarlo al aeropuerto. Antes del mediodía pregunte al guardia del Marina Park Hotel como llegar hasta donde llegaban los aviones. Me indico que había un bus que pasaba cerca y me llevaría en menos de una hora. Camine hasta la parada y cinco minutos mas tarde me hallaba sentado en la fila de asientos dobles del lado de la ventana. Imaginaba la ansiedad de mi hermano, quien tras catorce horas de vuelos y escalas debía estar cansado pero con la ilusión de este viaje tan esperado.

Llegue unos minutos antes de que arribara el vuelo desde Recife de la TAM. Desde el hall de llegadas espiaba a través del vidrio en ese ritual que miles de familiares, novios, amigos y taxistas repiten día a día en cada aeropuerto alrededor del globo. Las circunstancias cambian y las personas no son las mismas, pero en cada aeropuerto están planteados los dos bandos: los que esperan y los que llegan.

Cerca de las dos de la tarde lo vi a través del cristal y me sonrió como diciéndome al fin nos vemos. No nos habíamos visto desde la segunda operación de mi padre. La distancia que nos había separado durante una década no había sido suficiente como para distanciar la conexión que desde chicos siempre tuvimos. No era una conexión simbiótica, en la que uno necesitase del otro para existir sino que era mas bien la agradable conciencia de que allí a la distancia teníamos ambos un hermano con quien podríamos contar en cualquier circunstancia. Los goles que habíamos gritado juntos, las series de TV que habíamos compartido en la calle Uspallata y las miles de cenas. Volveríamos una vez mas a compartir la “cama marinera” como en nuestro cuarto del segundo piso, junto a las vías del Mitre. Esta vez la cama iría flotando sobre el Atlántico y el mapa no estaría colgando de la pared como en nuestro cuarto, sino que archivado en el disco duro de la laptop que el propio Iñaki me había conseguido para usar en el viaje.

A pesar de mi sugerencia de regresar en bus, mi hermano me convenció de que era adecuado y conveniente subirse a taxi. El venia de la civilización y del consumo, yo del agua y el ahorro marinero. Dos vidas distintas que se volvían a reencontrar.

Eduardo y yo en el Marina Park. La foto tomada por mi hermano recien llegado

Eduardo y yo en el Marina Park. La foto tomada por mi hermano recien llegado

Cabe reconocer que el taxi nos regreso al Marina Park mas rápido que el bus y allí nos reencontramos con Eduardo que nos esperaba a bordo. Comimos algo rápido, acomodamos los víveres y materiales del primer mundo que traía Iñaki en la valija y partimos hacia el puerto con la intención de dar salida en la Capitanía dos Portos, Policía y Aduana para estar listos a partir al día  siguiente.

El encuentro entre Iñaki y Edu en el Marina Park

El encuentro entre Iñaki y Edu en el Marina Park

El carnaval estaba en su momento mas álgido y nuestro intento de lidiar con la burocracia un día antes de lo necesario no iba a tener final feliz. La Receita ( Aduana de Brasil ) y la Capitanía dos Portos estaban cerradas. No podríamos despachar la embarcación y dar salida formal del país. La persona de guardia se había ido a comer y no volvería hasta dentro de dos horas. Preguntamos como se podría hacer dado que queríamos partir al día siguiente y el guardia nos informo que al día siguiente habría alguien mas de guardia pero que la operación normal recién retomaría en tres días cuando terminase el Carnaval.

De regreso hicimos una parada en la Avenida Beira Mar donde supuestamente las actividades carnavalescas estaban teniendo lugar, pero no supimos ubicar en que parte de la misma podía ser. Entonces caminamos un poco por la Beira Mar, nos dimos el lujo de una cena en restaurant acompañada de la ultima caipirinha brasileña. Casi todo estaba cerrado por el Carnaval así que cuando vimos un supermercado abierto decidimos hacer las compras para las mil setecientas millas que nos esperaban. Recuerdo la pregunta puntual de mi hermano:

–       ¿ Hay azúcar ?

–       Si, bastante…no te preocupes – conteste.

Con las bolsas de plástico cargadas volvimos al Tremebunda dispuestos a aprontar la nave para la etapa mas larga de todo este viaje. Cruzaríamos el ecuador y navegaríamos sin parar durante dos semanas. Yo estaba feliz de poder contar con mi hermano para compartir esta experiencia y sus ojos me decían que el también compartía esta alegría del reencuentro.