Dia 48: Crecer

Los jueves la rutina dicta futbol. Después paso a buscar a los chicos por lo de mis papas o en el caso de hoy, por lo de mi suegra. De allí a la casa y a dormir. Una rutina que tiene todo de envidiable y que a su vez me hace repensar en mis decisiones pasadas.

Justo cuando tipeaba la palabra jueves, siento a Tobías llorando. Ya se había dormido pero el resfrío y la toz que le contagio el hermano lo habían despertado. Toco consolarlo y darle agua. Ahora a mi lado respira entrecortado con la nariz semi tapada, lo me recuerda a la respiracion de Damian de la noche anterior. Entre sueños abre los ojos y me dice papa. Yo no muestro demasiada emoción porque mi objetivo es que se duerma y que pueda descansar para reponerse del resfrío. Este desvío de la rutina también tiene mucho de envidiable. Entonces me doy cuenta de algo que ya venia elaborándose en mi cabeza desde el principio del año: este sueño que vivo hoy no era un sueño planeado, pero es mas reconfortante y real que todos los sueños que traía a cuestas en mi viaje.

Me acuerdo del barco con sus cuchetas llenas de instrumentos. El master de mi primer disco, Little Boy con copias en varios CDs quemados en las puerta de la dinette. Hoy varias de las guitarras descansan junto a otras en el cuarto que fue mi estudio y ahora comparten con Damian. Hoy me doy cuenta que convertirse en un hombre es aceptar responsabilidad por las acciones realizadas y a la vez también aceptar las limitaciones propias. Uno de chico sueña con alcanzar el potencial que todos llevamos dentro: ser le jugador que gana el balón de oro, ganar un Grammy o un Oscar, subirse al podio y dar el discurso. La realidad es que no todos cuentan con la dedicación suficiente para llegar a alcanzar este potencial. Siempre es mas cómodo abandonar la practica antes de tiempo y quedarse pensando que un pudiera haber sido. La realidad es que no pudo ser y aceptar este hecho es muy noble y valedero. Crecer requiere de una valentía que tampoco todos tienen. Una valentía que se adquiere con la experiencia y los golpes. Dejar todo a medias es la forma mas sencilla de evitar confrontarse con el hecho de que nuestro talento y nuestra dedicación no nos van a alcanzar para completar el cuento de hadas.

Creo que en cierto modo, el proyecto de viaje emociono ( y conmociono ) a tantos porque era un proyecto concreto que no íbamos a dejar a medias. Nuestra convicción iba a poder mas que cualquier inconveniente con los que nos íbamos a topar.

Pasamos el dia avanzando poco a poco hacia Recife. Pasamos como a veinte millas de Maceio cuando ya era de noche. Aun nos quedaban mas de cien millas por recorrer hasta nuestra próxima escala. Daniel nos había dado un par de consejos para entrar a Recife pero aun no sabíamos bien que nos depararía el destino.
 

A lo lejos se veía el resplandor de Maceio y algunas luces de los pescadores de la zona. Mientras surcábamos el Atlántico de sur a norte muchos se ganaban la vida con los recursos que les brindaba el mar desde siempre.

Tobías ya se esta por dormir a mi lado y mientras tipeo siento sus pies tocando mis pantorrillas. Hace ruiditos y me recuerda que la necesidad de ser reconocido no tiene ningún sentido, porque ahora al fin soy único y necesario para el y para su hermano. Esto es lo que nunca te dicen cuando te toca ser padre: la responsabilidad de criar a un hijo es en verdad el goce de ser necesitado.

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Dia 40: Porto Seguro

El viento se había puesto del este y nos permitía navegar a vela. Era un día calmo y aun nos quedaban dos filetes de atún para el mediodía.

Porto Seguro y alla afuera, nosotros

Porto Seguro y alla afuera, nosotros

Tome el clásico libro de Melville sobre la ballena asesina: Moby Dick. Me di cuenta de como las obsesiones de un capitán pueden ser peligrosas pero a la vez necesarias para la realización de las empresas marinas. Nuestro Moby Dick se hallaba al norte y , tal como el Capitán Ahab, teníamos la determinación de seguir a como de lugar. El Tremebunda, nuestra versión en goleta del Pequod, era participe de esta voluntad conjunta. En nuestra mira teníamos a Salvador, pero aun quedaban dos días enteros para que pudiéramos acercarnos a esta icónica ciudad del nordeste brasileño.

Arraial da Ajuda, donde vive Dieguito.

Arraial da Ajuda, donde vive Dieguito.

Estábamos a la altura de Porto Seguro y me acorde de Diego, el hermano menor de mi gran amigo Gonzalo Cuello. Diego vivía en Arraial da Ajuda desde hacia una década con su novia brasileña. Había escuchado los relatos de Gonzalo sobre la belleza natural del lugar y sin decirle a Eduardo comencé a fantasear con la posibilidad de visitar al hermano de mi gran amigo y de paso descansar un poco. A Dieguito lo conozco desde que era un bebe, dado que a principios de los ochenta, cuando conocí a Gonzalo en el Colegio San Gabriel, el bebe devenido artesano estaba recién comenzando a dar sus primeros pasos. Lo recuerdo en su casa de la calle Yrigoyen, justo arriba de la barranca. Esa casa en la que pase tardes tan lindas y tan llenas de inocencia. La cercanía de Arraial me acercaba también a mi infancia y a la felicidad que tuve creciendo. Los amigos, como Gonzalo, la familia y el velero en el que crecí y ahora me acompañaba a seguir creciendo. Me acorde de los juegos de minigolf en el jardín de Gonzalo, de la mesa de ping-pong, de la Commodore 64 y despues de la 128. Me acorde de los papas de Gonzalo y de la dedicación que ponían en sus tres hijos. Me acorde de como crecer era una etapa hermosa que hoy revivo con mis hijos.

La Commodore 64 de Gonzalo con la que tantas tardes pasamos.

La Commodore 64 de Gonzalo con la que tantas tardes pasamos.

Al oeste de mi posición tal vez Diego estuviera trabajando sus creaciones artesanales, o estaría dándose una ducha, pero dudo que estuviera acordándose de mi y de lo lindo que había sido crecer sin mayores problemas.

Fue un día de paz, sin mayores avances en términos de millas recorridas, pero un día productivo al fin. La mente a veces produce mas por adentro de lo que las manos pueden producir para afuera.

Tras la charla por radio con Zarate escuchamos la ronda de los Navegantes de Rafael. Un tano por el pacifico sur navegaba un promedio de 200 millas diarias a bordo de su catamarán, un español se había perdido frente a la costa africana, varios otros recorrían la Polinesia y nosotros escuchábamos el agua acariciando el casco como dándole aliento para que siga en su curso hacia la capital de Bahía.

Dia 12: El diagnostico

Todo en Brasil parece tener un ritmo propio y distinto al ritmo del resto del planeta ( o al menos del ritmo de las zonas del globo que me ha tocado recorrer ). Sin ánimos de criticar podría aseverar que los brasileros tienen una concepción del tiempo muy particular que hace que no utilicen conceptos tales como hora precisa sino que digan frases como : por la tarde o a manhã, como queriendo referirse al tiempo como una ventana que se abre y se cierra durante un lapso y no a un corte cronométrico en nuestras existencias. Todo esto es para decir que estuvimos esperando a Gaucho buena parte del día y llego sin mucho apuro y sin nada de remordimiento hacia el fin de la tarde.

mecanico

Esperando al mecanico en el Iate Clube de Santa Catarina

Fue exhaustivo en su análisis y coincidió con nuestro diagnostico inicial de que no llegaba bien el combustible a los pistones uno y tres. Le toco desarmar los inyectores para ver que estaba pasando y enseguida encontró la falla: los inyectores estaban todos empastados y habría que reemplazarlos. ¿ Eso es todo? Que bien , entonces podríamos irnos pronto para Angra.

No tan rápido, debía verificar si la distribuidora de volvo le podía enviar estos inyectores en esa semana. Calculo que en dos o tres días los podría tener. Nuestras esperanzas de una pronta partida se desvanecieron. Aquí es donde comencé a aprender que la principal virtud que todo marino debe poseer es la paciencia. Nos tocaría esperar porque aun nos quedaban miles de millas con la corriente y el viento en contra y el motor seria tan necesario como el agua o la comida.

Dia 9: Llegada a Florianopolis

Hacia el amanecer pudimos pasar el puerto de Laguna. A lo lejos se veían los barcos de carga y las escolleras de este puerto comercial de Santa Catarina. Teníamos casi al alcance la isla de Santa Catarina. Podíamos casi degustar el sabor del éxito. Pero aun faltaba entrar por el estrecho y surcar el canal de Santa Catarina.

Estrecho

El estrecho de Naufragados

No nos quedaba otro remedia que forzar el motor para poder hacer el ingreso. Al medio día divisamos la punta sur de la isla. El animo de la tripulación estaba en alza a pesar de la falla del motor. Nos quedaban pocas millas para llegar a nuestra primera etapa planeada y si el motor nos daba el respaldo de al menos un pistón de empuje, llegaríamos en algún momento del día.

fuerte

La fortaleza de Aracatuba vista desde el agua.

La entrada a la bahía sur del canal de Santa Catarina llego a media tarde. El volvo nos dejo entrar por el estrecho de Naufragados, que tal como el nombre lo indica, no es muy amigable, ni sencillo de pasar. Justo entre el continente y la Isla de Santa Catarina se encuentra la Ilha da Fortaleza de Nossa Senhora da Conceição de Araçatuba en la que aun quedan los vestigios de una fortaleza de la era colonial. Según los datos que hoy busco, este antiguo fuerte data de fines del siglo XVIII y era parte de un red de fortificaciones que los portugueses edificaron para proteger la colonia. En el estado de Santa Catarina nada mas, había 26. No parece haber dudas de la importancia que los portugueses le daban a esta colonia en América para la prosperidad del reinado.

La visita historica duro solo unos minutos, dado que a pesar de la lentitud del motor, las mayores nos ayudaban a mejorar un poco el rendimiento del barco. Por primera vez teníamos costa a ambos lados: a babor los imponentes morros y a estribor la isla de Santa Catarina con su encanto de paraíso de vacaciones eterno.

El viento se entuba entre los morros y la isla para ponerse justo de proa. Las mayores ya no sirven para empujar y decidimos bajarlas. Hasta el puerto llegaremos con el pistón que le queda funcionando al motor.

La lentitud del avance nos hace apreciar aun mas el pintoresco paisaje de Santa Catarina. Las casa en los morros nos observan y el paisaje nos hace pensar en como seria el ingreso de los navíos en la era colonial. Al menos nosotros contamos con el Volvo que mal o bien nos ha traído hasta la latitud de los 27 grados. En aquella época debían aguardar el viento favorable para poder entrar o salir de un estrecho como el de Naufragados. Supongo que la impaciencia, el mal tiempo o la necesidad eran el motivo de los naufragios que le dan nombre. Hacia el fin de la tarde y mientras el sol caía tras la isla divisamos los edificios de Florianópolis, la capital del estado y el puerto en el que atracaríamos para desembarcar a Carlos y Horacio. Además nos tocaría reparar el Volvo y reaprovisionar el barco para la siguiente etapa.

Iate Clube de Santa Catarina. Un lugar hospitalario.

Iate Clube de Santa Catarina. Un lugar hospitalario.

Antes del atardecer pudimos ver los mástiles de los veleros amarrados en el Iate Clube de Santa Catarina. Ya era palpable: íbamos a llegar a destino. Ya casi sin luz entramos al club sintiendo la satisfacción del haber cumplido con la primer etapa de nuestro viaje.

El Iate Clube de Santa Catarina

El Iate Clube de Santa Catarina

RUTA DIA 9

Dia 7: Torres

Por la madrugada podíamos ver las lejanas luces de Porto Alegre, al otro lado de la Lagoa Dos Patos. Cada vez que miraba hacia la costa y podía divisar a civilización que habíamos dejado atrás me preguntaba como era posible que tantas existencias, tan diversas pudieran ser abarcadas por este universo confuso. Allí en las luces había gente yendo a trabajar, jóvenes de juerga, personas durmiendo y gente con dolor. Aquí afuera a unas 15 millas de la costa un velero con cinco argentinos luchaba contra la corriente para dirigirse al hemisferio norte. Nadie intuía nuestra presencia. El mar es tan vasto e inabarcable que debe uno encontrarse en el como para llegar a contemplar la inmensidad que lo rodea a uno.

Los mapas, las cartas náuticas y ahora los teléfonos móviles tratan de darle un sentido comprensible a esta inmensidad mediante la representación grafica de las extensiones que recorremos. Es una gran ayuda el contar con estas herramientas y con la tecnología que hace de este viaje un posibilidad alcanzable. Pero de todos modos, toda la tecnología y la cartografía que nos es dada no llega en modo alguno a transmitir la inmensidad del océano y la densidad de nuestras ciudades. Cada vez somos mas los que nos amontonamos en urbes y pocos los que desde el vacío oceánico pueden contemplar esta realidad.

Ya estábamos cerca de cumplir una semana desde la partida y todos comenzábamos a acostumbrarnos al ritmo del océano: las guardias pautadas, el almuerzo, las charlas y la llegada de la hora en que nos reconectábamos con el universo del cual veníamos. A las 7 de la tarde se prendía la radio de onda corta con la que íbamos a comunicarnos con los nuestros durante el resto de la travesía. Desde Zarate, la ciudad natal de mis padres, nos daba apoyo Eduardo “ El Negro “ Lastiri. Además en la vecina ciudad de Campana encontramos un nuevo amigo que nos haría de puente con la familia y amigos: Julio García. Cada día se esperaba con ansias la hora de la radio. Las condiciones meteorológicas afectaban la calidad de la comunicación así que siempre había que cruzar los dedos para que las condiciones fueran las adecuadas para hablar. Esta relación simbiótica la practicamos hasta el día del arribo y fue sin duda el apoyo moral necesario para seguir adelante con la tranquilidad de que nuestras familias estaban informadas sobre nuestro bienestar. Mi reconocimiento a todos aquellos que por medio de la radio nos dieron animo y nos ayudaron a seguir subiendo hasta el día del arribo.

Espada

Eduardo y Carlos se divierten sacando un espada.

Hoy la radio todavía descansa en el segundo estante de la mesa de navegación pero lleva casi una década apagada. Es increíble como ciertos elementos pueden resultarnos tan indispensables en ciertas ocasiones para luego caer en desuso total. La radio de onda corta sufrió el mismo destino que hoy sufre el fax, los teléfonos públicos y los cospeles del subte. Es curioso pensar que en medio del mar no solo cambian las rutinas y las prioridades sino también las necesidades. El celular de poco sirve allá sin torres cerca para dar señal. Hoy vivo en una sociedad interconectada por las redes sociales, las paginas de internet, los videos virales, pero nada de eso es tan real como la travesía que pude comenzar hace una década.

Estos días se hacían eternos y la tripulación se divertía del mejor modo posible. Recuerdo que tiramos una línea con un señuelo amarillo atado a ella para ver si pescábamos algo. La ida de un pescado fresco nos hacia agua la boca a todos. Tras una media hora sentimos el tirón de la primera presa capturada durante esta travesía: un espada de solo un cuarto kilo. Al sacarlo del agua las esperanzas de una suculenta cena se desvanecieron. Es pez no servía para comer por la cantidad de espinas y además tampoco hubiera podido alimentar a cinco bocas, así que retorno contento al agua. Igual nos divertimos un rato con la idea de la pesca como fuente de nuestros alimentos. Esta idea traería buenos resultados mas adelante.

Tras toda una tarde de intenso calor, charlas y la cena pudimos sentirnos un poco mas cerca del destino cuando a lo lejos vimos las luces de Torres. Muchos argentinos vacacionaban allí por ser la playa de Brasil mas cercana a la capital de nuestro país. Otra vez pensé en cuan diferentes serian sus vacaciones de nuestro viaje. Este viaje parecía ser una sucesión de faros brasileros que nos despedían presentándonos al siguiente. La luz de Torres nos mostraba que mas arriba nos quedaba un hito mas al que llegaríamos al día siguiente: el cabo de Santa Marta Grande.

RUTA DIA 7

Dia 6: Cabo Mostardas

Es el sexto día de navegación y todos creíamos que ya estaríamos mas cerca de la isla de Florianópolis en la que desembarcarían Carlos y Horacio. Calculo que todos los navegantes deben de contar con este optimismo innato que los empuja a la aventura sin pensar nunca en lo que puede salir mal. Creo que el mantra del navegante debe ser algo así : “Voy donde quiero ir, por la ruta que me quede mas a mano, sin pensar en lo que pueda salir mal mientras reparo lo que haga falta y examino mi ruta para llegar a destino lo mas pronto posible”. El objetivo siempre es un destino concreto : el llegar a puerto. El puerto puede cambiar, la ruta puede cambiar, pero la sensación de realización al arribo nunca deja de llenar el alma del navegante de orgullo. Desde una simple navegación diurna hasta el cruce de un océano, la satisfacción es siempre la misma: el hombre conquistando a la naturaleza y reafirmando su lugar privilegiado en este mundo.

Entonces cuando la navegación no se hace fácil debido al mal tiempo o el viento en contra o lo que sea que se aparezca en nuestra ruta, el navegante se pone objetivos finitos y al alcance de su embarcación. En nuestro sexto día el objetivo era pasar el Cabo Mostardas. Empecé a darme cuenta de cuan enorme es el Brasil. Durante los próximos meses me seguiría asombrando la enormidad de este país tan rico y vivo. Desde el mar todo se veía igual. Es una costa similar a la uruguaya. La gente también se parece un poco porque toma mate, pero por supuesto que hablan el portugués con un acento que hace al idioma mas inteligible para los que venimos del sur. 

Brisa infla las velas

El Tremebunda aprovecha la brisa que nos llega desde el este al sur de Brasil

Como teníamos el tanque lleno anduvimos casi toda la tarde y la noche la pasamos a motor. El viento no quería cambiar: del noroeste y suave. Fueron pocas las horas de navegación a vela que nos tocaron en esos días pero igual las mayores del Tremebunda siempre estaban listas. Las dejábamos izadas con la esperanza de que con algún encanto especial pudieran llamar a Eolo para que les diera vida. Ya les tocaría ser protagonistas pero no aun. Aun nos quedaba ir contra la corriente y luchar contra la costa brasilera que nos retenía como una amante celosa.

El Cabo Mostardas nos despidió con su faro que parecía indicarnos el camino hacia el norte. Todavía quedaba bastante costa por delante.

RUTA DIA 6

Mostardas

Pasando el Cabo Mostardas