Dia 98: La celebración del arribo

El día anterior habíamos arribado a Key Biscayne en medio de la madrugada. Luego del emotivo encuentro con mi mama y mi hermana me tire a dormir agotado. Después de 95 días y medio, mi cuerpo al fin descansaba en un colchón completamente seco. Creo que me acosté como a las cinco y media. Mi cuerpo no daba mas, ya que hacia veintidós horas que estaba despierto. La lucha contra el frente frio que nos dio batalla antes de poder dar arribo nos había agotado a los tres.

Después de levantarme, como a las dos de la tarde, llame al numero 1-800 que me había indicado el operador de radio del Coast Guard. Este llamado era en cierto modo el regreso a la civilización. El retorno a una vida con tecnología, automóviles, rutas de cemento armado, el papeleo y  el celular. La voz automatizada en el  teléfono me hizo aguardar seleccionando opciones. Al cabo de unos minutos me atendió una voz humana que me tomo nuevamente los datos y me indico como llegar hasta la oficina de inmigración del puerto de Miami, en la que nos darían ingreso al país de forma oficial. Me seguía sorprendiendo que en plena guerra de Irak, en su momento mas violento, el ingreso a los Estados hubiera sido tan sencillo.

Bajamos al estacionamiento y fuimos con mi papa y con Max hasta el Puerto de Miami donde , mas rápido de lo que me esperaba nos dieron ingreso al país. Mi visa de trabajo entraba en vigencia y a partir de ahora no habría mas agua debajo de mi pies. Este sello en el pasaporte decía que estaba aquí para trabajar, para ser un miembro productivo de esta sociedad de consumo. No me entristeció en lo mas mínimo el aceptar este cambio para el cual me venia preparando desde hacia meses.  A decir verdad, ya estaba un poco harto de siempre navegar pensando en la llegada. Tenia la sensación de que había cruzado la meta de esta maratón de siete mil millas. Alguien me dijo que la distancia recorrida era exactamente un tercio de la circunferencia de la tierra. Tres viajes de estos igual una vuelta al mundo, que cansador. Igual me quedo pensando en que ese sueño de la vuelta al mundo no se aplaza para siempre. Siento como que la travesía de Buenos Aires a Miami fue el test que me dio la confianza para seguir soñando con la vuelta entera. Claro esta que este segundo sueño ha de quedar en el tintero hasta que los hijos crezcan y las responsabilidades sean menos.

Mi papa intenta abrir un vino mientras Max y su papa observan la maniobra

Mi papa intenta abrir un vino mientras Max y su papa observan la maniobra

Mis padres habían organizado una fiesta de recepción que se hizo al día siguiente de nuestro arribo a Miami, el 12 de Abril del 2003. Ese sábado regresamos al barco para ver como había quedado todo. Recuerdo que lavamos todo con agua potable, cortesía de JJ, el dueño de la casa en la que habíamos amarrado temporalmente al Tremebunda. Luego secamos las sentinas y ordenamos las velas. En un par de horas el barco parecía otro. Quedaría en esa casa hasta que mi padre, unas semanas mas tarde consiguiera lugar en la marina del Rusty Pelican, saliendo de Key Biscayne. Antes deberíamos ver como reparábamos el motor, pero ese es tema para otro libro. Dejamos el barco seco y limpio. Hacia meses que el Tremebunda no se daba una ducha de agua dulce y secretamente se que extrañaba aun al Rio de la Plata que la había visto crecer. Desde las tardes de verano del ’85 dentro del astillero de Chiappinni, hasta la larga estadía en el arroyo Ñacurutú luego de la partida de mi familia a Miami, el barco se estaría acordando de su historia de 18 años en la Argentina. De algún modo los últimos tres meses habían sido el punto culmine en su carrera. Este viaje era mi sueño pero también era el sueño de ella. El Tremebunda quería reencontrarse con la familia de la cual había sido parte desde su botadura en 1986, el año en que Maradona nos llevo a nuestra segunda Copa del Mundo. Me fui de la casa de JJ feliz, viéndola contenta, realizada por haber logrado la hazaña que juntos nos habíamos propuesto.

Mi hermana Rocio, su amiga Vanessa y otro mas que no se quien es.

Mi hermana Rocio, su amiga Vanessa y otro mas que no se quien es.

Como a las ocho de la noche fuimos con toda la familia hasta el sector de la piscina de Key Colony en la que mis padres habían citado a todas sus amistades para la celebración del arribo del barco y de su hijo. Pronto comenzaron a llegar las amistades. A muchos ya los conocía de mis visitas anteriores, a otros me los presentaban por vez primera. Algunos me decían que se acordaban de mi, mientras yo intentaba poner cara de que yo también los recordaba. También llegaron amigos de mi larga historia de visitas a la Florida. Llego Max con sus padres. Llego Gorka con su hermana, la novia de Iñaki, que ahora ( una década mas tarde ) es la mama de mis sobrinos. Pienso en todo lo que han cambiado nuestras vidas en esta década y me quedo maravillado de cómo pasa el tiempo y en como a pesar de cambiarnos, nos deja con algo de lo fuimos.

Con mi mama, celebrando con Budweiser.

Con mi mama, celebrando con Budweiser.

Casi todos me preguntaban por las tormentas, como habían sido. Algunos tenían una curiosidad mas culinaria y otros mas higiénica: ¿Como nos bañábamos? ¿Como íbamos al baño?. Me sentía otra vez un rock star del agua. La curiosidad de la gente de ciudad me sorprendía. Siempre que conocemos a alguien que comienza un emprendimiento distinto al común de nuestras vidas, la curiosidad entra en juego. ¿ Como será escalar un monte? ¿ Que se siente pedalear a través de un continente? ¿De donde saca uno fuerzas para correr esas maratones de cien millas? Lo curioso para mi es como son solo unos pocos los que se deciden a concretar estas aventuras. Pienso que seria interesante si todos, al menos una vez en nuestras vidas, pudiéramos decidir hacer el viaje que siempre quisimos hacer, o escribir el libro, o sentarnos a pensar en que punto nos equivocamos de ruta, para dar la vuelta y retomar el camino de la merecida felicidad de cada uno.

Gorka, yo y alguien mas. Una historia de comida o higiene de seguro.

Gorka, yo y alguien mas. Una historia de comida o higiene de seguro.

Me fui despidiendo de todos los comensales, que mientras se iban agotando las cervezas, se fueron retirando. Me acorde que el lunes debía comenzar a trabajar. Una etapa nueva en mi vida, para la cual no me había preparado tanto como para el viaje que acababa de terminar. Atrás quedaría la bohemia vida de músico en Buenos Aires, las noches de lectura hasta tarde y las charlas con los amigos de toda la vida. Adelante tenia un futuro incierto, pero en el cual creía. Hoy, desde una década mas tarde, siento que estos últimos diez años han sido los mas productivos y los mas emocionantes de mi vida.  Unos pocos meses después de haber arribado, conocí a Cynthia en un playa en Miami Beach. Me acuerdo que cuando conoció a mi papa, el viejo le pregunto a que se dedicaba, lo cual era raro viniendo de mi padre. Cynthia le dijo que estaba estudiando psicología. Mi papa entonces le dijo que conmigo tenia para hacer la tesis del doctorado. Detrás de la risa había algo de verdad.

El puro de la victoria.

El puro de la victoria.

Hace cinco años nos casamos y empezamos el proyecto de familia que hoy cuenta con Tobías y Damián. La vida no es nunca fácil. Esta llena de problemas, discusiones, conflictos en puerta y peleas. Pero también esta llena de sonrisas, de besos, de manos chiquitas de un bebe que te agarra el dedo índice y de las lagrimas que se derraman cuando ves a tu esposa amamantando al bebe que le salió de la panza de un modo cuasi mágico.

Mike, el nieto de JJ en la foto conmigo

Mike, el nieto de JJ en la foto conmigo

Hace diez años termine el viaje mas importante de mi vida. El Tremebunda fue el que me trajo hasta la familia que hoy tengo. El sueño de venirme navegando, no era solo una aventura, era el sueño de por fin convertirme en un hombre.

Dia 90: Puerto cerrado

El plan era salir de una vez. Para ello nos dirigimos a la lúgubre oficina de inmigración del puerto. Allí el oficial nos dijo que primero tendríamos que dar salida con el guarda costa, pero que dudaba que el puerto estuviera aun abierto. No podíamos creerlo.

Efectivamente caminamos hasta la oficina del guarda costa y allí mismo en el escritorio de entradas y salidas nos informaron que durante todo el día el puerto permanecería cerrado para el ingreso y egreso de naves. En verdad todavía soplaba un poco bastante pero no era nada comparado a las ráfagas que habíamos sufrido Eduardo y yo un par de días antes.

En este caso de inmediato nos dimos cuenta de que no era un tema sujeto al debate, sino que nos tocaría acatar la ley. Me acorde de las veces que nos habíamos quedado varados del lado uruguayo ( el lado bueno ) del Rio de la Plata cuando el Puerto de Colonia se cerraba por una fuerte sudestada o por algún Pampero que se avecinaba. Hoy la demora nos la daban los oficiales de la Republica Dominicana.

Como no teníamos mas que hacer nos decidimos a caminar por las calles aledañas al puerto. Seguimos por una de las paralelas al mar y pudimos observar la verdadera dinámica de la población en el ultimo día de la semana. Se nos ocurrió que seria una buena oportunidad como para hacer algunas compras que nos harían falta durante la etapa final. Preguntamos dos veces y las dos veces nos mandaron para La Sirena, el principal supermercado de la ciudad. Estaba como a diez cuadras del puerto pero el tramo se nos hizo corto por la distracción del ir recorriendo por primera vez una ciudad tan pintoresca.

En La Sirena compramos pan y mermelada, mas arroz y azúcar y , por supuesto cantidad de cerveza Presidente de litro. Después de todo habíamos vuelto a tener frio en la heladera gracias al mecánico Alberto.

En el camino de regreso los tres preferíamos parar cada dos cuadras para descansar las manos de la presión de las bolsas de polietileno cargadas. Una media hora mas tarde volvimos a pasar por el guarda costa y observamos que había en la puerta un cartel que leía “Puerto Cerrado”. No se si estuviera dirigido a nosotros o si era que los oficiales preferían jugar domino adentro mientras se tomaban el día libra gracias al clima ventoso que iba en franco declive.

Jose instala un panel solar pensando en que el motor podia volver a fallar.

Jose instala un panel solar pensando en que el motor podia volver a fallar.

 

Una vez a bordo del barco, acomodamos las compras y nos sentamos en el cockpit a escuchar música. Mi papa se sirvió un whisky que se había traído de Miami mientras se encendía un puro. Max y yo compartimos una de litro. A decir verdad estaba disfrutando de esta partida demorada. Ya llevaba tres meses en el agua y el simple hecho de tirarse a escuchar casetes y tomar algo con un amigo y mi papa no estaba nada mal.

Comimos unos sándwiches como para engañar al estomago. Después del almuerzo mi papa se puso a instalar un pequeño panel solar que se había traído de West Marine para ayudar a recargar las baterías en caso de que el Volvo no arrancara. El motor estaba vivo pero no nos pareció mala idea tener instalado el panel para que recargara los 12 volts durante el resto de las millas a Miami. Una vez terminado el proyecto ya no teníamos nada para hacer, así que nos fuimos nuevamente a saludar a nuestros amigos cristianos del barco hospital.

Max se relaja mientras aguardamos que reabra el puerto.

Max se relaja mientras aguardamos que reabra el puerto.

Esta vez subimos directamente y preguntamos por los jóvenes de los cuales aun recordábamos los nombres. En seguida aparecieron con esa sonrisa bonachona de los creyentes. Esta vez no teníamos la excusa del motor encendido por lo que aceptamos la invitación al buffet del barco. Allí nos ofrecieron algo de tomar ( sin alcohol, claro esta ) y nos siguieron contando sobre la misión del Caribbean Mercy. Era un hospital oftalmológico flotante que viajaba por todo el caribe y centro américa viendo a la gente mas necesitada. Escuchamos la narración del viaje a Honduras y del gran bien que habían hecho entre la población local con problemas en la vista. Entre los pacientes que estaban atendiendo en Dominicana había un amplio porcentaje de niños a los que el buque hospital les había literalmente salvado la vista. Luego cada uno de los muchachos y chicas nos contaron sobre su disímil origen y los motivos que los habían llevado a enrolarse en la misión. Cada uno tenia sus motores pero todos venían de alguna congregación que apoyaba este tipo de misiones y que reclutaba jóvenes para ayudar en el Caribbean Mercy.

Al rato vi que mi padre se encontraba otra vez acorralado por el mismo sujeto de ferviente fe del día anterior. Era un gordo con cara de simpaticón y una barba corta y canosa. La sonrisa nerviosa de mi padre no lograba ocultar que se sentía incomodo, pero el gordo simpaticón no leía muy bien sus gestos o creía que su fe era mas poderosa que la reticente actitud de mi padre para aceptar a Cristo como su salvador.

Allí nos entretuvimos buena parte de la tarde hasta que decidimos invitar a los jóvenes al barco para retribuir su hospitalidad. Unos cuantos bajaron del Caribbean Mercy, pero para alivio de mi papa el sujeto de barba blanca se quedo abordo ( orando supongo ).  A los muchachos les gusto la visita al Tremebunda y en seguida me inundaron con preguntas sobre la travesía. Me sentía como un rock star del agua en la Republica Dominicana. Bizarro.

Cuando vieron que sacamos el mate, nuestros visitantes pensaron que era buena hora para retirarse, dado que no era bueno que los vieran cerca de la droga. Nosotros los despedimos desde la proa y pudimos al fin volver a ser nosotros.

Esa noche hablamos por radio con Zarate y Campana. Julio nos conto que Eduardo se había quedado también varado ( como nosotros ) en el Aeropuerto de Miami. Se suponía que a su llegada tomaría un vuelo directo a Buenos Aires, pero dicho vuelo se había cancelado por desperfectos técnicos. Por mas que le duela al oficial de inmigración de la Embajada en Buenos Aires, mi buen amigo Edu paso una noche entera en un hotel cercano al Aeropuerto. Lo curioso de la situación es que no dejaron que viera a mi madre que quiso pasar a saludarlo por ser pasajero en transito y hasta le pusieron un guardia en el pasillo de su piso para que no intentara escaparse. Otra situación bizarra sin dudas.

Salimos a cenar cerca del puerto y disfrutamos de la ultima cena sin zarandeos. Contamos chistes y disfrutamos del relax de la noche de Puerto Plata. Era hora de prepararnos para la partida. Mientras mi papa enfilaba para el barco a Max no le costo mucho convencerme de una ronda de tragos en alguno de esos barsuchos de mala muerte. Mi lógica me justifico: vaya a saber cuando es que pueda regresar a esta ciudad del caribe para compartir unos tragos con un amigo.

Dia 88: Puerto Plata

Me levante con la sensación de haber dormido una eternidad. El barco se seguía moviendo bastante pero mi cuerpo ya se había habituado al zarandeo de la tormenta. Me levante y le pregunte a Eduardo que hora era. Eran apenas las siete y aun nos quedaban unas veinticinco millas por recorrer hasta el punto en la carta que decía Puerto Plata.

Las cuatro horas de sueño me habían renovado mentalmente, pero el cuerpo sentía el agotamiento de tener que estar en constante tensión para no salir volando en cada ola que nos montaba en el sube y baja violento del mar. Las crestas  de las olas parecían mas amenazadoras de día, pero tal como sucede en las películas de vampiros, la luz era un alivio. Podíamos ver claramente la costa, pero aun conservábamos las ocho millas de prudencial distancia. Ya habiendo pasado la noche agitada en la tormenta estábamos casi contando con una llegada sin problemas. Pero aun nos quedaba un desafío mayor.

No teníamos ninguna carta náutica detallada de la zona y la única referencia era una carta digital del caribe que nos decía donde quedaba la ciudad de Puerto Plata. La escala no era la adecuada y según el contorno de la costa intentábamos adivinar entre ola y ola la posible ubicación del puerto.  Hasta no saber donde quedaba el puerto no podríamos enfilar hacia la costa y desde nuestra prudente distancia no se veía ninguna entrada que pareciera puerto. Veíamos mástiles que luego resultaban ser postes de luz. Veíamos playas y casa pero no encontrábamos ninguna escollera o entrada de buques.

Entonces se nos ocurrió llamar a la guardia costera para pedir asistencia. Llamamos por el universal canal 16  pero nadie contestaba. Probamos otros canales y nada. Volvimos al 16. Alguien debía contestar. No estábamos en una emergencia pero debíamos entrar al puerto a como de lugar. En un momento se nos ocurrió: ¿ Habrá puerto en Puerto Plata ? El nombre lo decía, pero nadie nos había mostrado fotos o cartas de un puerto. Tenia que haber. Como en Puerto Madryn y Puerto Montt.

Pasadas las ocho nos contestaron. Calculo que fue el cambio de guardia y los que venían despiertos de toda la noche ni querían hacerse cargo de nuestras absurdas preguntas. Claro que había Puerto en Puerto Plata. ¿ Acaso no lo veíamos? Le pedimos las coordenadas de la entrada pero no las tenia. Entonces comenzamos un bizarro dialogo en el cual el oficial nos preguntaba que veíamos en la costa y nosotros empezábamos a nombrar puntos que el oficial no reconocía ( seguramente porque los estaba viendo desde el otro lado). Al menos sabíamos que había un puerto y que ese puerto tenia una entrada ahora solo era cuestión de encontrarlo.  Empezamos a derivar unos grados para irnos acercando a la costa, pero aun de un modo tímido dado que la intensidad del viento volvía a aumentar de a ratos.

Como quince minutos mas tarde logramos ubicar una chimenea que el oficial nos pedía que buscáramos. Esa torre roja y blanca era la chimenea de una central que estaba a dos kilómetros al este del puerto. Le agradecimos la indicación y tomamos la decisión de tirarnos hacia la costa. Abrimos la trinquetilla y apuntamos directo hacia la chimenea. Estaríamos como a diez millas de la costa. El barco aceleraba en cada barrenada como si quisiera también llegar y salirse de esta dura paliza que nos estaba dando el mar.

A la derecha las chimeneas

A la derecha las chimeneas

Cuanto mas nos acercábamos, mas se definía la costa. Las playas dominadas por la espuma. Los turistas ausentes y nosotros intentando dar llegada a un nuevo país.

Seguimos apuntando a las chimeneas y cuando la profundidad bajo a menos de treinta metros volvimos con el rumbo paralelo a la costa. Ahora estaríamos a solo una milla de la costa y sabíamos que el puerto comercial estaba al oeste. No lo veíamos bien pero nos parecía ver un sector en que las olas no rompían. Ese debía ser el canal. Nos faltaban cinco millas para llegar.

El radar nos ayuda a ubicar la entrada y cerca de las once y media pudimos ver la entrada al puerto. Seguíamos avanzando paralelos a la costa y verificando que la profundidad no bajara. La adrenalina estaba en su punto culmine. Un error hubiera significado encallar y romper el barco. El cuidadoso calculo de cada paso nos permitiría celebrar, pero para eso faltaba media hora.

La entrada al Puerto se veía claramente pero aun no nos decidíamos a enfilar hacia ella. Decidimos seguir paralelos a la costa hasta tener la entrada perpendicular a nuestro rumbo. Las olas seguían pasando como monstruos por debajo del casco para ir a estrellarse contra la costa que sufría sus embates con perdidas de arena.

Apenas pasado el mediodía nos miramos con Eduardo y supimos que era el momento de tirarnos del paracaídas. Estábamos al través de la entrada al Puerto a tres cuartos de millas de la calma portuaria.

Derivamos con decisión y el barco se hamacaba entre las olas. Seguimos con poca vela para no ir muy deprisa.

Cuando estábamos entrando ya en el Puerto observábamos como las olas rompían a ambos lados de nuestro barco. La baja profundidad que había fuera del canal hacia que los monstruos colapsaran. Era un espectáculo de alta intensidad. Nos sentíamos surfers en una tabla de 40 pies y si todo salía bien celebraríamos pronto.

Ya en el muelle.

Ya en el muelle.

Las olas fueron bajando una vez que la boca del puerto nos quedo atrás. Ahora nos tocaba pensar como haríamos para avanzar sin motor dentro del puerto. A babor teníamos grandes buques que nos tapaban todo el viento. Era inexplicable como el viento desaparecía tras esas moles. Como ciento cincuenta metros mas adelante veíamos un muelle de amarre, pero no podíamos llegar hasta el. Una vez mas flotábamos sin poder dominar el barco. Era hora de tirar el ancla y ver como hacíamos para mas tarde llegar hasta el muelle.

La dupla tras la tormenta, sonrisas merecidas

La dupla tras la tormenta, sonrisas merecidas

El ancla Bruce que había fabricado Eduardo quince años antes tocaba el fondo de la Republica Dominicana. Ese ancla que tantos fondos había tocado ahora sentía el sabor de la salsa y el beisbol. Habíamos llegado sanos y salvos.

Edu feliz de haber llegado a la Republica Dominicana

Edu feliz de haber llegado a la Republica Dominicana

DIA 88: Millas recorridas 49 – Velocidad promedio 4.6 nudos

Dia 49: Recife

Todo el día fuimos descontando las millas que faltaban para llegar a Recife. Según nuestros cálculos llegaríamos al final de la tarde. En todo Brasil la gente se preparaba para celebrar el Carnaval, que es una semana de fiesta obligada y necesaria para el espíritu brasileño.

Por la radio Pepe nos conto que había querido salir de Salvador pero que no lo dejaron despachar a causa del Carnaval. Todo cierra y la fiesta es lo primordial en estos días. Hasta los organismos oficiales se toman descanso y ni siquiera se puede dar salida del país. La lógica es la siguiente: quien va a querer irse en medio de esta joda. Nadie.

Navegamos a vela toda la tarde y a lo lejos comenzó a verse una ciudad que se mostraba grande y pobre. Hacia las seis nos toco encender el motor para alcanzar la inmensa escollera que da entrada al puerto de Recife. Según nuestro derrotero el Cabanga Iate Clube estaba como tres millas adentro.

La escollera de entrada a Recife

La escollera de entrada a Recife

La escollera de entrada era imponente e interminable. Ya teníamos ganas de llegar y el tramo final a motor se hacia largo. Se aprovechaba para doblar las velas y dejar todo listo para ir a darnos la ducha religiosa del arribo al puerto. Fuimos pasando los galpones y los cargueros amarrados a su lado. Era un ambiente de puerto de mucho trafico y supongo que el nordeste opera a través de esta abertura en el mar.

La torre de cristal - un monumento de dudosas formas

La torre de cristal – un monumento de dudosas formas

Ya una vez que acabamos de atravesar la zona de galpones a estribor pudimos ver un poco mas de la ciudad y de la pobreza que nos mostraba. Por la Avenida Sul no se veían los Porsches de São Paulo o Rio. Se notaba que era una ciudad de trabajo, una ciudad donde para sobrevivir había que rebuscárselas.

Al fondo se ensanchaba el canal en lo que llamaban la Bacia Portuária y justo en el fondo de esta bahía artificial estaba el Cabanga. Pasamos cerca de unos bancos de arena marcados con palos. El sol ya se había puesto detrás de las favelas. Comenzamos a ver los mástiles y una vez mas cerca la empalizada que demarcaba el perímetro de las amarras del Iate Clube. Ingresamos y por suerte un marinero nos dio indicaciones de donde amarrarnos. Le tiramos un cabo y hasta nos ayudo a bajar. Preguntamos por la administración, pero a esa hora ( como era de esperar ) ya estaba cerrada. La amarra de cortesía nos daba asilo y el bolso para ir a las duchas estaba listo.

RUTA DIA 49

Ruta Dia 49: Entrada a Recife

Ruta Dia 49: Entrada a Recife

Dia 37: Partida de Espirito Santo

Soltamos las amarras temprano. Antes de las ocho estábamos saliendo y dejábamos por estribor la exclusiva Ilha do Frade con sus casas llamativas y praias reclusas. Enfilamos la proa hacia el puerto comercial de Tubarão. Desde el club podían observarse claramente las grúas operando. Esa descarga y carga constante que  las dos millas que nos separaban del puerto no lograban disimular. Este puerto es, según WikiPedia “o maior porto de exportação de minério de ferro do mundo”, pero además sirve como Puerto para la salida de los granos de la región.

Media hora mas tarde pasamos bien cerca de la baliza roja y blanca de la punta de la escollera. Era el adiós a Espirito Santo y el comienzo de una etapa mas benigna hacia Salvador de Bahía. La brisa de Noreste no era fuerte y por este motivo el Volvo siguió empujando al Tremebunda por algunas horas mas. El agua se iba aclarando a medida que nos alejábamos de la rada del puerto. Atrás quedaban los cargueros fondeados a la espera de su turno para llenar sus bodegas de hierro en estado puro.

Puerto de Tubarao. Los cargueros de fiesta.

Puerto de Tubarao. Los cargueros de fiesta.

Al fin Eduardo y yo sentíamos que el mar no nos peleaba el avance. Como era de esperar el viento no era favorable pero al menos no debíamos luchar para conseguir cada milla. El motor nos empujaba a cinco nudos y veíamos la posibilidad de navegar a vela si la brisa aumentara un poco.

A media tarde, ya cansados del motor desenrollamos la vela de proa y subimos ambas mayores. Íbamos a intentar la navegación a vela. El rumbo que nos permitía hacer el viento nos acercaba poco a poco a la costa, así que decidimos seguir hasta que la distancia con el continente ya no fuera juiciosa.

Creo que los bordes nos duraban tres o cuatro horas. Luego encendíamos el motor y enrollábamos el genoa. Con el Volvo hacíamos rumbo Noreste para alejarnos de la costa y a la vez acortar la distancia entre nuestra posición y el estado de Bahía.  Estábamos en viaje. La dupla del Barrancas se alejaba cada vez mas de la boya veinte quinientos y se aproximaba poco a poco a la latitud cero: el ecuador.