Dia 35: Vitoria

Durante la noche el viento del Noreste comenzó a amainar. Yo le había entregado la guardia a Eduardo a eso de las cuatro. En adelante íbamos a hacer estos turnos: yo la noche y Eduardo el amanecer. Aprendi a querer la oscuridad y a perderle ese miedo a lo desconocido.

Esas noches largas eran interesantes dado que la principal actividad, además de mirar el GPS, era el pensar.

A media mañana me levante sin el ruido de los pantocazos. El viento se habia ido apenas hacia el este y había decrecido. Aun soplaba, pero no con tanta intensidad. Decidimos poner las mayores  para que ayudara al avanze del motor. Pero no quisimos apagar el volvo para poder llegar hasta Vitoria que aun se encontraba a casi treinta millas. No sabíamos que esperar de Vitoria pero sentíamos que la parada seria necesaria para intentar recuperar el animo de navegar a vela. Hoy veo en Wikipedia que la ciudad tiene un millón y medio de habitantes y que las Naciones Unidas la calificaron como la cuarta mejor ciudad del Brasil ( no se cuales serán las tres primeras, pero en la internet se puede averiguar calculo )

Cerca de llegar a Vitoria.

Cerca de llegar a Vitoria.

A media tarde comenzamos a ver la ciudad en la costa. La carta nos decía que tendríamos que pasar la boca del Rio Doce y seguir por la costa hasta el Iate Clube do Espirito Santo. Desde el agua la ciudad nos parecía mas grande de lo que esperábamos.

El Iate Clube do Espirito Santo

El Iate Clube do Espirito Santo

El Iate Clube se encontraba en la parte norte de la ciudad en lo que parecía ser una zona residencial bien petitera. A nuestra llegada nos otorgaron una amarra de cortesía en una marina y la verdad que el clima estaba ideal.

Recuerdo que aprovechamos a secar el barco abriendo todas las ventanas y dejando que la brisa corriera libre por dentro. Un par de horas mas tardes tomamos una manguera con agua fresca para darle una enjuagada al casco y las velas que estaban completamente recubiertas de una fina capa de sal.

Pasados los treinta días en el mar todo tenia un poco de humedad y un gusto levemente salado. Nuestro enjuague intentaba sacar un poco de la sal de Atlantico y devolver el proceso de humidificación a su comienzo. Claro que esta batalla no iba a cesar. Era una lucha que no tendría fin y en la cual la humedad y la sal siempre nos iban a ganar.

Disfrutamos del sol en la marina y nos preparamos para conocer la cuarta mejor ciudad del país mas orgulloso del mundo. Brasil se quiere a si mismo y esto esta muy bien.

 RUTA DIA 35

Ruta Dia 35 - Entrada a Vitoria

Ruta Dia 35 – Entrada a Vitoria

Dia 11: El mecanico

Llego el día de despedir a Horacio Insua y Carlos Valente que debían retornar a sus obligaciones en Buenos Aires. Luego de una emotiva despedida los vimos caminando hacia la rambla que los llevaba a la terminal de ómnibus de Florianópolis. Les aguardaba un largo viaje en bus hasta la capital. Me imagino las charlas entre ambos durante el trayecto comentando las peripecias pasadas y conjeturando sobre nuestro futuro en el mar.

Fue importante contar con estos dos amigos en esta primera etapa con varios incidentes. Si mal no recuerdo fue uno de ellos ( tal vez Carlos ) el que sugirió la idea de soplar con el inflador del bote cuando intentábamos descubrir por donde entraba el agua. La cordialidad y el compañerismo entre los cinco fue impecable durante los nueve días de navegación. No importaba si alguno se mareaba, los demás estaban ahí para asistirlo. No había ordenes, se hacia lo que se debía hacer para lograr el objetivo común.

rua silva

El Iate Clube de Santa Catarina visto desde la Rua Silva Jardim

El segundo día en Brasil fue el día en el que por fin encontramos un mecánico recomendado por alguien del club. Como no sabían el teléfono había que ir a buscarlo a su taller al otro lado del puente, del lado del continente. Llegamos bien con las indicaciones que nos había dado el socio que lo recomendaba. Al entrar preguntamos simplemente por Gaucho. En seguida salió un hombre de edad intermedia con las características que uno espera observar en un mecánico: ropa color violeta, manos engrasadas y sudor en la frente. Nos dijo que podría ir al Iate Clube al día siguiente para ver que le pasaba al motor de la Treme. Nos volvimos contentos pensando que tal vez al día siguiente el motor ya estaría reparado.

El Iate Clube de Santa Catarina.

El Iate Clube de Santa Catarina.

De vuelta el el club decidimos tomarnos unas cervejas en el bar. Recuerdo que el calor era agobiante y Daniel pidió, además de la cerveza Brahma, una lata de Fanta Naranja. Nunca había probado la interesante combinación entre la cerveza y gaseosa anaranjada. Aun hoy recuerdo este momento cuando combino ambas en mi casa de North Miami. Ciertas cosas se quedan en nuestra memoria marcadas a fuego, como si quisieran decirnos algo que no logramos descifrar. La naranja con cerveza nos calmo la sed y nos dio el relax para esperar hasta el día siguiente cuando llegaría Gaucho a reparar el Volvo.

Dia 10: Capitanía dos Portos

Nuestra llegada a Floria trajo una cantidad de tareas que eran necesarias para poder continuar hacia el norte.

Por un lado se debía ir a la “Capitanía Dos Portos” para dar entrada a Brasil y no habiendo delegación en Florianópolis, nos tocaba ir hasta Laguna ( el puerto por el cual habíamos pasado hacia dos días). Estas son las cosas increíbles que uno descubre viajando. Un puerto sin lugar donde dar la entrada.

Decidimos que Carlos, Horacio y yo trataríamos de buscar un mecánico mientras Eduardo y Daniel iban a dar la entrada al país en taxi.  Si mal no recuerdo era un viaje de mas de una hora en auto por lo que tenia que darle a los muchachos unos dólares para abonar el paseo.

Capitania

La Capitania Dos Portos en Laguna

No se porque, pero se me había ocurrido que era un lugar seguro para guardar el dinero debajo del piso de la mesa de navegación. Seguro era, pero también era húmedo. Mi billetera de cuero con los dólares para el viaje estaba empapada. Nunca había visto agua en esa sección del barco pero fui descubriendo que en un viaje así uno descubre cosas de su barco que nunca había encontrado. En este caso el descubrimiento fue que el barco no era estanco. Como dice el refrán marinero “todo barco tiene una lagrima”. También encontramos agua salada en todos los compartimentos de debajo de los pisos, pero eso no era problema. El problema fue que la billetera de cuero había desteñido y manchado todos los billetes de cien. Les di un par que no estaban muy manchados y se fueron para la Capitanía de Laguna.

Laguna

Puerto de Laguna, al sur de la Isla de Santa Catarina

Mientras yo empezaba a afilar mi rudimentario portuñol preguntando en el Iate Clube, Eduardo y Daniel lidiaban con la burocracia en la Capitania que por ese entonces tenia casi 8 decadas de haber sido establecida. Era como si la antiguedad del lugar les diera la dosis extra de burocracia que cualquier navegante detestaría. Les tomo todo el día ir, esperar varias horas en Laguna y regresar. Los tres que nos habíamos quedado estábamos un poco preocupados por la demora pero ya entrada la noche regresaron con una sonrisa que lo decía claro: lo habían logrado – estábamos ingresados a Brasil y podríamos navegar la costa hacia arriba sin problemas.