Dia 21: Ilhabela

 En medio de la madrugada el viento que tanto nos había ayudado para salir de Santa Catarina se agoto. Volvimos a encender el Volvo y con el amanecer divisamos Ilhabela.

Daniel, nuestro asesor de puertos, sugirió hacer una parada fugaz para reaprovisionarnos de combustible. Ni A Eduardo ni a mi nos pareció mala idea. Estábamos agotados de timonear por turnos desde la rotura del timón de viento. No estaría de mas tener un poco de combustible extra y descansar un par de horas amarrados a algún muelle.

Al entrar por el canal de Ilhabela nos encontramos con  una neblina leve que daba a la costa un toque fantasmagórico que se evaporaría con la llegada de los primeros rayos de sol, cuando ya se veía el puerto comercial de cargueros. Antes del mediodía llegamos a la ciudad de Ilhabela, donde nos encontramos con dos hermanos argentinos que conocían a Daniel. Nos amarramos a su velero que se encontraba en una amarra de cortesía de el Yatch Club Ilhabela. Ellos estaban también navegando el Brasil en su propia versión de nuestra aventura náutica.

Veleros fondeados frente a Ilhabela

Veleros fondeados frente a Ilhabela

La parada no duro mucho ya que queríamos llegar a Angra lo antes posible. Nos despedimos de los hermanos y salimos hacia el norte a motor. El viento ya nos había abandonado por completo y la calma era total. No recuerdo cuanto tiempo paso, pero todavía veíamos Ilhabela a nuestras espaldas cuando el motor volvió a fallar. Al igual que antes de llegar a Florianópolis, tartamudeaba funcionando en un cilindro nada mas. No era la voz usual de nuestro fiel Volvo. Estaba como titubeando entre el buen funcionamiento y el cilindro empujador. Saltaba de uno a dos y a veces a los tres cilindros en marcha. No podíamos creer que la misma falla nos volvía a visitar. Nos acordamos de Gaucho, de los dólares manchados y de toda su familia, a la cual nunca llegamos a conocer personalmente.

Se hizo de noche y nuestra velocidad era apenas la mitad de lo que podríamos avanzar si el Volvo hubiera estado funcionando a pleno. El avance era tedioso así que decidimos atar la rueda del timón con un par de cabos y cada cinco minutos corregir el rumbo si hacia falta. Ya nadie quería timonea a mano y menos aun yendo a este paso de tortuga.

Seguimos con paciencia hasta que en medio de la madrugada divisamos la claridad de las luces de la ciudad de Angra dos Reis.

Dia 5: Rio Grande

Creo que todos los miembros de la tripulación comenzamos a darnos cuenta de que esta primera etapa no seria tan fácil. Siendo todos navegantes a vela estábamos acostumbrados al arrullo constante de las olas y el viento. Desde que entramos en aguas brasileras es como si el océano nos hubiera puesto a prueba de un modo peculiar: no nos brindo mal tiempo ni percances graves con los que lidiar. El examen fue un examen de paciencia, la principal virtud que todo navegante debe llevar consigo si quiere llegar a buen puerto. Pasaban las horas y el viento del noreste no pasaba de los 10 nudos. El motor era nuestra única opción. Calculo que estuvo encendido una 20 horas sin parar y todos sabíamos que no habría combustible suficiente como para llegar hasta Florianópolis que aun estaba a mas de 400 millas de nuestra posición. El Tremebunda había sido pensado por mi padre para ser un velero de crucero pero no para hacer travesías tan largas a motor como la que nos estaba tocando. El tanque de combustible que se encuentra en la entrada central, justo arriba del motor carga 80 litros lo cual nos daba como 40 horas a motor. Teníamos además un par de bidones de 20 litros en la proa , pero así y todo sabíamos que no nos iba a alcanzar.

Entonces Daniel sugirió entrar en Rio Grande. El había parado allí en algún viaje que había hecho con el Cenizo hacia Brasil. Describió con lujo de detalle la entrada al puerto con esa imponente escollera de mas de tres kilómetros de largo en la que se podía cargar combustible en una estación flotante a un par de millas para adentro. No haría falta ingresar hasta el pueblo que se encontraba como una hora de navegación para adentro. Nos miramos y asentimos: era la opción mas acertada.41808390

Cambiamos el rumbo durante algunas horas haciendo que la proa nos guiara hacia la costa de la cual, hasta el momento habíamos intentado alejarnos sin mucho éxito. Cerca del mediodía comenzamos a ver la inmensa actividad de buques y pesqueros que transitaba en la rada del puerto. Un rato mas tarde se divisaron las inmensas escolleras que dan ingreso al Puerto de Rio Grande. Estas escolleras (que los locales llaman moles da barra ) tienen la particularidad de tener vías dentro de ellas. Por ellas transitan unos carritos a vela ( llamadas “vagonetas” y conducidas por “vagoneteiros” ) que ayudaron a transportar las piedras para construir la escollera y ahora transportan turistas de un extremo al otro. Esta peculiaridad no he vuelto a observarla desde entonces.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=EqIvAb7r7v4]

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=CO2OrLTpgVM]

Mientras ingresábamos por el canal nos cruzamos con infinidad de pescadores que iban y venían hacia el mar que les brindaba el sustento. Me acorde de mi abuelo Negro que durante décadas paso sus tardes pescando en el Paraná, frente a Zarate. También pensé  sin titubear que el oficio de pescador debía estar entre los mas nobles del planeta. Mi amigo Nicolás, con quien hemos hablado del tema de los oficios en nuestras sesiones de charlas “de color” sin duda estaría de acuerdo.

2349831

2926870

molhes da barra

Tal como lo había pronosticado Daniel, la estación de servicio flotante se hallaba del lado de la escollera sur. Paramos y fue curioso ( aunque esperable ) escuchar el portugués de los pescadores que cargaban diesel y los empleados de la estación. Calculo que mi sorpresa era porque no se suponía que en el quinto día ya estuviéramos parando en Brasil. Esto me mostro que lo que uno espera es siempre bien distinto a la realidad que nos sorprende día a día. En unos diez minutos llenaron el tanque principal del Tremebunda y dos de los bidones extras que se habían ya vaciado. Pagamos en dólares y sin titubear nos soltamos de la estación flotante para seguir en el camino planeado. Hasta Floria sin escalas, aunque las sorpresas seguirían llegando.

RUTA DIA 5

escolleras grandes

La entrada a Rio Grande para surtirnos de mas combustible