Dia 19: Itapema

El clima húmedo de la tarde anterior se mantuvo. Era un amanecer nublado y sin viento en esta bahía con forma de cabeza de ajo. El agua verde de la bahía parecía un espejo, un detalle de belleza adicional para este paraíso.

Decidimos esperar allí un día mas, ya que al día siguiente se pronosticaba la llegada de un frente del sur que nos ayudaría a sumar millas hacia el norte. No tenia sentido salir a pelearnos contra la corriente y abusar del motor una vez mas. Como siempre, la paciencia de saber esperar las condiciones adecuadas para partir son uno de los elementos principales de la ecuación para llegar del modo mas seguro al destino elegido.

itapema

Desde este “muelle pirata” comenze mi recorrida de memoria por Itapema

Por la tarde decidimos dar un paseo en barco a través de la bahía de Itapema. Cruzamos en línea recta desde Porto Belo hasta llegar a la villa que los pescadores usan como base de su sustento desde hace muchas décadas. El día seguía nublado y sin viento. Pegue un salto para bajarme en un muelle desde el que partía un “barco pirata” que pasea turistas. El Tremebunda con Eduardo al timón se volvía para Caixa D’Aço. Era extraño ver el barco con el que crecí alejarse a través de la bahía.

Entonces comencé un recorrido por la memoria de mi infancia. Allí en Itapema habíamos vacacionado con mi familia dos temporadas seguidas a fines de los ‘80. La memoria espacial es mas precisa de lo que uno percibe. Los edificios no me eran familiares, pero de algún modo me sentía capaz de caminar hasta ubicar la casa de los Medeiros-Cervi. Esta familia brasilera había hecho amistad con mis padres en Barcelona una década antes y nos abrió las puertas de su casa de veraneo durante nuestra visita. Tuve la esperanza de poder encontrarlos. Después de todo estábamos en época de vacaciones en Brasil.

Pesca

Canoa de pescador de Itapema. Todas las mañanas salen temprano.

Caminando por la playa llegue la desembocadura de un arroyo que me resultaba conocido. Para cruzarlo había un puente y es allí en ese puente peatonal donde la memoria geográfica volvió a mi: la casa se encontraba a orillas de este arroyo, como a dos cuadras de la playa. Camine por la rua paralela al arroyo sin poder reconocer nada. De pronto vi la casa que estaba buscando. Estaba un poco distinta, como si la hubieran remodelado, pero allí era donde por primera vez me había enamorado, donde concebí tal vez el sueño de volver un día en barco.

Los dueños de casa no estaban, y según pude entenderle a un vecino, se habían ido ese mismo día a la mañana hacia Curitiba, donde residían el resto del año. Igual me alegro mucho el haber encontrado la casa de los Medeiros-Cervi. Les deje una nota que los tomaría de sorpresa algunas semanas mas tarde y me fui de vuelta caminando hacia la misma playa en la que habría corrido, nadado y comido tantos milhos cocidos hacia ya quince años.

Era de noche ya cuando tome el autobús hacia Bombinhas, tras una larga caminata por la arena. Con mis pasos llegaba la reflexión sobre el paso del tiempo y la incógnita sobre ese futuro incierto que me aguardaba en Miami.

Llegue a la Caixa D’Aço utilizando el mismo instinto de ubicación que me había servido para ubicar la casa horas antes. El autobús me había dejado en un camino de tierra a varios quilómetros de donde se hallaba fondeada la Treme.

El método del grito demoro unos minutos en surtir efecto pero logro su cometido tras varios intentos. Eduardo se acerco remando suave con esa sonrisa de lado que denotaba una felicidad similar a la que yo mismo traía desde Itapema. Estábamos cumpliendo el sueño. Teníamos motivos para sentir esa felicidad demorada, que como toda felicidad es inconstante. Esa noche estaba a nuestro lado y el sabor de su compañía era tan Dulce como el Suco de Cana que había probado en Itapema de chico.

Dia 18: Caixa D’Aço

El viento era muy suave y venia del norte. Decidimos partir igual y parar en Porto Belo ( unas 30 millas hacia el Norte de la Isla de Santa Catarina ). Era hora de dejar atrás a Florianópolis.

Nuestra partida demorada sembraba dudas en las mentes de nuestras familias. Eduardo, Daniel y yo teníamos la convicción plena de que teníamos que seguir dando pelea. Después de todo, recién estábamos comenzando esta travesía. Sentía como si el barcotuviera un alma propia que nos contagiaba su entusiasmo al espíritu de su tripulación. En cierto modo es como si hubiésemos actuado como un médium  de una travesía que el Tremebunda tenia adeudada desde que mi padre decidió dejarla en Zarate en el ‘93.

Puentes

Los dos puentes de Florianopolis, que la conectan con el resto del Brasil.

La satisfacción de pasar por debajo de los dos puentes que unen la isla con el continente era desmedida en cierto modo. Calculo que la forma mas fácil de describirlo es simplemente decir que me hallaba feliz. Sabia que podríamos seguir nuestro rumbo. Veía la ruta por delante sin saber lo que nos aguardaba pero con la convicción de que el deseo de la nave era en verdad el deseo propio.

En cierto modo este viaje era certeza e incertidumbre a la vez. Hoy me doy cuenta de que así será el resto de mi vida. Sabemos para donde vamos pero no sabemos como es ese futuro que tenemos delante, en que puerto acabaremos.

El viento no nos ayudaba a avanzar, pero al menos había calmado en intensidad en relación al día anterior. Era un día diáfano y el sol pegaba con intensidad sobre la cubierta rugosa del barco. Sin embargo el calor no se notaba tanto debajo de la toldilla gris que colgaba de la botavara del mástil de popa. Íbamos dejando atrás la isla y a estribor podíamos ver las playas en las que tantos argentinos vacacionan cada año: Jurere y Canasvieiras. Recuerdo haber pasado por ellas con mis padres en los ochenta cuando vacacionamos un par de veranos por estas latitudes. Estas praias eran las favoritas de mi tío Miguel y de tantos otros argentinos que las elegían como destino de vacaciones cuando el cambio era favorable.

A media tarde pudimos ver desde el océano las playas de Bombas y Bombinhas. Mas gente vacacionando que ya a esa hora buscaba refugio de la lluvia que se avecinaba tras esas nubes negras en el horizonte cercano. Antes de llegar a la punta de Bombinhas se largo el anticipado aguacero. Era tan intenso que perdimos toda la visibilidad. Durante esta etapa desde la salida del Iate Clube estábamos utilizando el piloto automático Autohelm ( no confundir con el timón de viento que construyo Eduardo con los planos que le proveyó Daniel ). En medio de la lluvia, como era de esperar, se rompió uno de los engranajes del piloto y hubo que mojarse para llevar al Tremebunda a mano hasta nuestro destino parcial en Porto Belo.

Estábamos muy cerca de la punta de Bombinhas pero no podíamos verla. El GPS nos decía que estábamos demasiado cerca pero aun no veíamos la costa y el ecosonda nos decía que había suficiente agua para pasar.

Un minuto después pudimos escuchar la cercanía. El ruido amenazante de la rompiente era claramente distinguible y de inmediato enfilamos la proa hacia el norte. Estuvimos muy cerca de pegarle a las rocas que rodean la punta en forma de corona. El susto de esa rompiente tan cercana aun me dura.

A bordo maps

Aqui se puede ver la rompiente en la que casi nos estrellamos. No teniamos Google Maps a bordo.

Tanto el Tremebunda como nosotros sabíamos que esta no hubiera sido forma de acabar este viaje tan planificado. Imaginar el barco roto contra las rocas de la punta me da escalofríos aun hoy. Es muy fácil cometer errores cuando la visibilidad es muy poca. Aprendimos la lección para el resto de la travesía.

La Treme paso el examen y nos llevo hasta la seguridad y el resguardo de una de las bahías mas hermosas en las que haya fondeado.

Porto Belo

La bahia de Porto Belo vista desde la Caixa D’Aço.

Llegamos hasta aquí guiados por la narrativa de Daniel, quien nos había anticipado datos sobre la belleza natural y el resguardo pacifico de la Caixa D’ Aço. Como siempre, las palabras no alcanzan para describir la estética de la escena natural.

Vista del mar

Caixa D’Aço vista desde el barco.

Pesqueros

La pintoresca costa frente a Caixa D’Aço.

Anclamos en medio de la Caixa esperando que el viento rotara en nuestra terca remontada de la costa del Brasil. La paz de este fondeadero me hace pensar en la perfección de la naturaleza que nos rodea y nos da sustento. Es un lugar para quedarse ad infinitum, peroel barco y yo nos habíamos puesto un rumbo a seguir: hacia el norte.

Dia 14: Paseo por la Barra da Lagoa

Decidimos ir de paseo con Eduardo. No había nada que hacer mas que esperar a que los repuestos llegaran de Joinville. Comenzamos sin querer a adoptar una filosofía mas brasilera: había que dejar la ansiedad de lado y unirse al espíritu de relax que rige las vidas del Brasil.

Recuerdo que tomamos un bus que cruzaba la isla y nos dejaría en las playas del Atlántico donde vacacionan mayoritariamente brasileros. La ida fue muy interesante y observamos la frondosa vegetación de la isla en el ascenso y descenso al morro. Al otro lado se encuentra la pintoresca playa que llaman Barra Da Lagoa. Se llama así debido a la Lagoa Da Conceição que se encuentra cerca del océano. Era la tarde para hacer turismo y hacer de cuenta que estábamos de vacaciones como el resto de la gente. Pero no podíamos separarnos de nuestra misión. Éramos como un agente secreto que en medio de la diversión y la fiesta y las caipirinhas esta alerto a su entorno por si algo sucede. Pero allí en Lagoa nada iba a suceder que cambiara nuestra situación: tocaba esperar a los repuestos y a la voluntad de Gaucho para reparar el motor de nuestra nave.

jogo bonito en mole

La vista de la Praia Mole. Un lugar ideal para vacacionar y jogar bonito

Aceptar esta realidad nos permitió disfrutar de la tarde y caminar por la Praia Mole en  Barra da Lagoa. El viento del este llegaba desde el Atlántico brindando frescura a los turistas y de vuelta nos recordaba que podríamos estar aprovechándolo para navegar en rumbo noreste. Recuerdo de caminar entre los vendedores de milho cocido y de zuco da cana. A lo lejos veíamos una pelota de futbol que volaba por el aire. Pensé que se trataba de futbol de playa, disciplina en la cual los brasileros dominan. Al acercarme me sorprendí viendo los cuerpos de los cuatro jugadores volar por el aire tirando chilenas, parando la bola con el pecho y cabeceando a distancias disimiles. Era un partido de “Fut-Voley” como el que nunca había presenciado. No tenia nada que ver con los partidos de  “cabeza” que jugábamos en el Barrancas con mi hermano, los Martucci, los Maculan, Chicho y Demian. Era mas bien la versión mas acrobática del futbol que haya observado jamás. A dos metros de altura, la red de vóley era testigo de esta proeza brasilera que tiene mas que ver con la acrobacia que con el deporte del futbol. Nos sentamos por un rato embelesados por este  jogo bonito.

Praia Parapente

Un aventurero flota en su parapente sobre la Praia Mole.

Al rato se paro el partido y caminamos un rato mas hacia el lado del morro. En este marco de belleza podíamos ver a  los avezados intrépidos que se tiraban en parapente desde Ponta da Gravatá. Flotaban con destreza por sobre el océano y sobre nuestras cabezas. Una magia física que nos deslumbra y nos aleja un poco de nuestra realidad de nautas varados en esta parada técnica sin fecha de salida.

Al atardecer tomamos de vuelta el bus hacia la ciudad de Florianópolis. Se acabo nuestro día de vacaciones. De vuelta a la realidad del barco en viaje.

Dia 12: El diagnostico

Todo en Brasil parece tener un ritmo propio y distinto al ritmo del resto del planeta ( o al menos del ritmo de las zonas del globo que me ha tocado recorrer ). Sin ánimos de criticar podría aseverar que los brasileros tienen una concepción del tiempo muy particular que hace que no utilicen conceptos tales como hora precisa sino que digan frases como : por la tarde o a manhã, como queriendo referirse al tiempo como una ventana que se abre y se cierra durante un lapso y no a un corte cronométrico en nuestras existencias. Todo esto es para decir que estuvimos esperando a Gaucho buena parte del día y llego sin mucho apuro y sin nada de remordimiento hacia el fin de la tarde.

mecanico

Esperando al mecanico en el Iate Clube de Santa Catarina

Fue exhaustivo en su análisis y coincidió con nuestro diagnostico inicial de que no llegaba bien el combustible a los pistones uno y tres. Le toco desarmar los inyectores para ver que estaba pasando y enseguida encontró la falla: los inyectores estaban todos empastados y habría que reemplazarlos. ¿ Eso es todo? Que bien , entonces podríamos irnos pronto para Angra.

No tan rápido, debía verificar si la distribuidora de volvo le podía enviar estos inyectores en esa semana. Calculo que en dos o tres días los podría tener. Nuestras esperanzas de una pronta partida se desvanecieron. Aquí es donde comencé a aprender que la principal virtud que todo marino debe poseer es la paciencia. Nos tocaría esperar porque aun nos quedaban miles de millas con la corriente y el viento en contra y el motor seria tan necesario como el agua o la comida.

Dia 11: El mecanico

Llego el día de despedir a Horacio Insua y Carlos Valente que debían retornar a sus obligaciones en Buenos Aires. Luego de una emotiva despedida los vimos caminando hacia la rambla que los llevaba a la terminal de ómnibus de Florianópolis. Les aguardaba un largo viaje en bus hasta la capital. Me imagino las charlas entre ambos durante el trayecto comentando las peripecias pasadas y conjeturando sobre nuestro futuro en el mar.

Fue importante contar con estos dos amigos en esta primera etapa con varios incidentes. Si mal no recuerdo fue uno de ellos ( tal vez Carlos ) el que sugirió la idea de soplar con el inflador del bote cuando intentábamos descubrir por donde entraba el agua. La cordialidad y el compañerismo entre los cinco fue impecable durante los nueve días de navegación. No importaba si alguno se mareaba, los demás estaban ahí para asistirlo. No había ordenes, se hacia lo que se debía hacer para lograr el objetivo común.

rua silva

El Iate Clube de Santa Catarina visto desde la Rua Silva Jardim

El segundo día en Brasil fue el día en el que por fin encontramos un mecánico recomendado por alguien del club. Como no sabían el teléfono había que ir a buscarlo a su taller al otro lado del puente, del lado del continente. Llegamos bien con las indicaciones que nos había dado el socio que lo recomendaba. Al entrar preguntamos simplemente por Gaucho. En seguida salió un hombre de edad intermedia con las características que uno espera observar en un mecánico: ropa color violeta, manos engrasadas y sudor en la frente. Nos dijo que podría ir al Iate Clube al día siguiente para ver que le pasaba al motor de la Treme. Nos volvimos contentos pensando que tal vez al día siguiente el motor ya estaría reparado.

El Iate Clube de Santa Catarina.

El Iate Clube de Santa Catarina.

De vuelta el el club decidimos tomarnos unas cervejas en el bar. Recuerdo que el calor era agobiante y Daniel pidió, además de la cerveza Brahma, una lata de Fanta Naranja. Nunca había probado la interesante combinación entre la cerveza y gaseosa anaranjada. Aun hoy recuerdo este momento cuando combino ambas en mi casa de North Miami. Ciertas cosas se quedan en nuestra memoria marcadas a fuego, como si quisieran decirnos algo que no logramos descifrar. La naranja con cerveza nos calmo la sed y nos dio el relax para esperar hasta el día siguiente cuando llegaría Gaucho a reparar el Volvo.

Dia 10: Capitanía dos Portos

Nuestra llegada a Floria trajo una cantidad de tareas que eran necesarias para poder continuar hacia el norte.

Por un lado se debía ir a la “Capitanía Dos Portos” para dar entrada a Brasil y no habiendo delegación en Florianópolis, nos tocaba ir hasta Laguna ( el puerto por el cual habíamos pasado hacia dos días). Estas son las cosas increíbles que uno descubre viajando. Un puerto sin lugar donde dar la entrada.

Decidimos que Carlos, Horacio y yo trataríamos de buscar un mecánico mientras Eduardo y Daniel iban a dar la entrada al país en taxi.  Si mal no recuerdo era un viaje de mas de una hora en auto por lo que tenia que darle a los muchachos unos dólares para abonar el paseo.

Capitania

La Capitania Dos Portos en Laguna

No se porque, pero se me había ocurrido que era un lugar seguro para guardar el dinero debajo del piso de la mesa de navegación. Seguro era, pero también era húmedo. Mi billetera de cuero con los dólares para el viaje estaba empapada. Nunca había visto agua en esa sección del barco pero fui descubriendo que en un viaje así uno descubre cosas de su barco que nunca había encontrado. En este caso el descubrimiento fue que el barco no era estanco. Como dice el refrán marinero “todo barco tiene una lagrima”. También encontramos agua salada en todos los compartimentos de debajo de los pisos, pero eso no era problema. El problema fue que la billetera de cuero había desteñido y manchado todos los billetes de cien. Les di un par que no estaban muy manchados y se fueron para la Capitanía de Laguna.

Laguna

Puerto de Laguna, al sur de la Isla de Santa Catarina

Mientras yo empezaba a afilar mi rudimentario portuñol preguntando en el Iate Clube, Eduardo y Daniel lidiaban con la burocracia en la Capitania que por ese entonces tenia casi 8 decadas de haber sido establecida. Era como si la antiguedad del lugar les diera la dosis extra de burocracia que cualquier navegante detestaría. Les tomo todo el día ir, esperar varias horas en Laguna y regresar. Los tres que nos habíamos quedado estábamos un poco preocupados por la demora pero ya entrada la noche regresaron con una sonrisa que lo decía claro: lo habían logrado – estábamos ingresados a Brasil y podríamos navegar la costa hacia arriba sin problemas.