Sabíamos que la etapa mas dura del viaje estaba llegando a su fin. Después de Natal la corriente ya no estaría empujándonos para atrás y los alisios se empezarían a sentir. Ambos estábamos con ansias de avanzar mas millas cada día. Durante estos 50 días solo podíamos avanzar 100 o 120 millas diarias, en general ayudados por el motor que todavía aguantaba. Sabíamos que al pasar Cabedelo y cambiar del rumbo noreste al noroeste todo se haría mas fácil y podríamos al menos avanzar 140 a 160 millas diarias.
Ahora nos tocaba descansar un par de días, reaprovisionarnos y conocer el Carnaval de Recife. Bajamos a caminar por el Cabanga y el espíritu del club era agradable. Recuerdo que Eduardo paso por la tienda del club y me compro una remera de manga tres cuartos que me venia muy bien y me agradaría lucir en Miami mas adelante ( hasta que la arruine pintando paredes ). Frente al club se podía ver claramente una favela que Google Maps tiene marcada como “Favela”. Podíamos notar que a pesar de los lindos veleros y crucero esta era una ciudad mas pobre que las que habíamos visitado hasta el momento. Un marinero nos aconsejo ir a la calle costanera en la playa cercana donde desfilarían las escolas do samba locales. Parece ser que el verdadero Carnaval en la zona trascurre en la vecina ciudad de Olinda, pero no íbamos a ir hasta allí para presenciar el espectáculo. La prioridad era seguir con el viaje y si se podía conocer, se aprovechaba, pero no íbamos a viajar a modo de turistas para ver lo que transcurría en Olinda. No olvido el gesto del marinero que mientras nos indicaba como llegar hasta la costanera levantaba las cejas y nos decía en repetidas ocasiones la frase “muita mulher… muuuiita”, como si quisiera decirnos que la crema de la belleza femenina del nordeste estaría presente y que nos recomendaba asistir dado que el se tenia que quedar allí en el Cabanga trabajando.
Nos montamos en un bus con la curiosidad de ver como seria el Carnaval en Recife ( y de cómo serian las tantas mulheres que recomendaba ver el marinero). La playa no estaba lejos y unos minutos mas tarde el bus nos dejo en donde el trafico se trababa a causa de la cantidad de gente en las calles. Al bajarnos notamos el espíritu popular de la fiesta. Vimos muita mulher, aunque la verdad es que no eran de nuestro agrado. Estoy seguro de que el marinero tendría un gusto localista que no llegábamos aprehender, pero en definitiva de las muitas mulheres que vimos no nos gusto ninguna. Esto no es para decir que la mujer de Recife sea fea, sino mas bien que las mujeres locales que cuentan con un estilo que a nuestro parecer cuenta con una estética de tono agradable, no se habían acercado hasta la Avenida Boa Viagem en la que transcurría el pasaje de las carrozas. Así y todo el ambiente era festivo y agradable. No contaba con la exagerada energía de Bahía pero en fin era una celebración digna de ser vista.
Pasamos un par de horas caminando y hasta pisamos la arena una vez que nos cansamos de ver tanta mulher. Si mal no recuerdo tomamos helado, uno de esos que los vendedores llevan en la heladeras de telgopor y en las playas del sur se ofrecen como “palito bombón helado”.
En definitiva fue una tarde de relax que tanto Eduardo como yo necesitábamos. Sabíamos que el calendario de millas a recorrer para intentar llegar a Miami a fin de marzo seria intenso y por eso era necesario tomarse estas mini vacaciones de la labor del navegante.
Volvimos al Cabanga antes del anochecer. En el camino hacia el Tremebunda nos cruzamos con el marinero, que abría sus ojos y sonreía como sabiendo que nos había enviado al paraíso de la belleza femenina. Su actitud denotaba una seguridad en la recomendación que no nos atrevimos a refutar. Cuando nos pregunto que tal solo atine a contestarle: “Muita mulher”