Dia 68: Arranque

Navegar durante tantos días sin ver tierra lo cambia a uno. La rutina sobrepasa a lo rutinario. El enfoque va cambiando y uno empieza a contemplar que cosas son las que a uno le parecen verdaderamente importantes.

Estando en medio del agua agitada por el viento uno se da cuenta que llegar es importante, pero también reconoce que no se puede llegar sin transitar la ruta. Una ruta nueva y no planeada, que siempre difiere de la ruta en el papel ( o en la pantalla ). No hay forma de adquirir lo que se aprende con la experiencia y el viaje fue primordialmente eso: experiencia. Hoy me acuerdo muchas veces de las millas recorridas, no tanto porque recuerde cada ola o cada encuentro con un ser entrañable, sino porque recuerdo la sensación de recorrer el camino como una necesidad de dar arribo a un puerto incierto que me esperaba en donde hoy vivo.

Iñaki se levanto con la espalda un poco dolorida. Todavía le quedaba hacer experiencia para acostumbrarse al dormir a bordo. Lo primero que hizo fue preguntar por el pájaro negro, que se había retirado sin llegar a ser bautizado. La chubasquera fue rebautizada como el “gaviopuerto”, nombre que nos pareció simpático para el momento. Con esas pequeñeces del lenguaje y del cosmos nos entreteníamos todo el día. Era ver la posición, estimar cuanto habíamos avanzado, hablar sobre cuestiones sobre las que no he vuelto a hablar con nadie y de vuelta fijarnos cuanto faltaba, como un chico al que lo llevan en auto hasta la casa de un tío que vive lejos.

El café con leche ( y sin azúcar ) se acompaño de galletitas “María que mi hermano había traído en la maleta. Este opíparo desayuno nos debía durar hasta la tarde. Las velas estaban todas arriba dado que el viento no pasaba de los quince nudos.

Poco después de las dos y media la calma de la rutina del mar debió agotarse. Intentamos darle arranque al Volvo varias veces sin éxito. Hubo que apelar al truco de la descompresión, que es un truco que quien haya tenido un Volvo y problemas con las baterías, sabe practicar como ultimo recurso. La idea es que uno deja girar al motor libre y cuando baja una palanquita ( que era verde en nuestro motor ) va sumando uno a uno los pistones hasta que el motor  ( con suerte ) arranca. La suerte la tuvimos y arranco, pero nos quedamos preocupados por la dificultad que este arranque había significado. Decidimos dejar el motor encendió por un par de horas para cargar cada batería al cien por ciento. De seguro esto nos ayudaría mas adelante en el próximo intento de arranque. Mientras íbamos a motor y a vela nos visitaron los primeros delfines de la travesía. Llegaron desde estribor a jugar con nuestra proa. Fueron solo unos segundo los que duro la visita pero los tres pudimos ver en su salto el resto de un juego infantil que tenia mucho de la seriedad que se requiere para sobrevivir en el mar. El salto del delfín es la descarga para entender que no hay que tomarse todo tan en serio, que el mar es suficientemente difícil como para desaprovechar la oportunidad de ir a saltar en la proa de un velero al solo verán una vez pasar por allí.

Mi hermano coloca el GPS en su lugar tras anotar la posición

Mi hermano coloca el GPS en su lugar tras anotar la posición

Durante la hora de la radio escuchamos un rato el pronostico que Rafael le dictaba a distantes navegantes que encontraban, en general, condiciones mas adversas que las nuestras. A las ocho y media nos contacto Julio de Campana ( que en la radio se hacia llamar July Golf, tal como hacen los radioaficionados) y decidimos encender el motor nuevamente para no consumir las baterías que habíamos recargado tan bien a la tarde. Tal como le había dicho el albañil brasilero al amigo Lastiri en los ochenta, infelizmente no dio. El motor no quiso arrancar y debimos comenzar la charla con Campana que nos haría el puente con mis padres. Mi padre nos dijo que tenia en mente unirse al Tremebunda en su etapa final y que le parecía adecuado encontrarnos en Puerto Plata. Para nosotros todavía faltaba mucho para Puerto Plata, pero nosotros estábamos viviendo en el calendario marino y mi padre en el calendario que todos los días se usa en las oficinas. Le dijimos que si, que Puerto Plata estaba bien y que a fin de Marzo deberíamos estar allá de seguro.

Arco iris.

Arco iris.

Luego Edu pudo saludar a sus padres que se habrán quedado mas tranquilos tras su charla con “el nene”. La gastronomía definitivamente estaba desmejorando considerablemente y no era por falta de ganas del chef oficial ( mi hermano ) sino mas bien por una falta de recursos alimenticios. Realmente no habíamos calculado tan bien la variedad de comidas, pero igual no íbamos a morirnos de hambre. El menú que nos tocaba era ( otra vez ) arroz con atún enlatado. Me acorde de la infinidad de veces que habría comido arroz en mi departamento de estudiante en Vicente López. Además me acorde de mis charlas con mi amigo Esteban con el que cotejábamos la infinidad de variantes en las que se podía preparar el arroz. El era de la opinión ( no se si aun la mantiene ) de que si le tocara elegir una comida para cocinar por el resto de sus días, sin duda elegía el arroz. Yo tenia, y aun tengo mis dudas al respecto, pero de todos modos sigo pensando que el arroz sea tal vez la comida mas noble que haya, y la que mejor se cocinar.

Antes de acostarnos nuestra testarudez nos pidió que volviéramos a intentar encender el Volvo, pero solo nos dimos cuenta de que el motor no iba a arrancar. Lo dejaríamos descansar, como si se tratara de un niño enfermo, con la esperanza de que al día siguiente se sintiera mejor y diera arranque. Pero aun en nuestra cuasi infantil ilusión nos dábamos cuenta de que eso no iba a suceder.

La incertidumbre no era si íbamos a llegar, sino como y cuando. Cual ruta nos quedaba recorrer, cual problema solucionar y cual pensamiento masticar en la soledad de la guardia de la madrugada.

Dia 66: Los últimos filetes

Apenas pasada la medianoche sentí ruidos en cubierta y decidí salir. Mi hermano estaba intentando enrollar el genoa, pero nuevamente se encontraba trabado. El viento había aumentado a mas de veinte nudos y la genoa completa era demasiado para la condición reinante. Iluminado por la luna en cuarto creciente, Iñaki se calzo el arnés de seguridad y se fue a la proa para ver que pasaba. Desde atrás podía ver como se agarraba fuertemente del casco para que no despidiera el movimiento constante de las olas que agitaban la proa de arriba abajo. Pudo destrabar el cabo del enrollador y enrollamos el genoa entero por consejo de mi hermano. Había un tramo del cabo que permite enrollar que estaba a punto de cortarse. Antes de que mi hermano se fuera a descansar a la litera me puse el arnés yo para ir a evaluar la situación. Definitivamente deberíamos reemplazar el cabo, pero lo haríamos recién con la llegada de la luz diurna. Decidí ponerle un seguro adicional al cabo del enrollador, por si efectivamente se cortaba el cabo, para evitar que se desenrollara la vela entera en esos veinticinco nudos del noreste.

Ya que estaba levantado le sugerí a mi hermano que descansara algunas horas. Me quede en la soledad de la madrugada contemplando la inmensidad del cosmos y en como las decisiones de los hombres afectan una esfera tan limitada y a la vez tan particularmente accesible. Cada vida es un conjunto de acciones que afectan esa vida y la de aquellos alrededor. Mientras el resto del planeta sigue su curso y toma sus cursos de acción sin aparente referencia a los actos ajenos. Nuestro planeta, del mismo modo se mueve sin afectar en nada el resto del inmenso y desconocido cosmos al cual miramos a través de nuestra enorme ventana nocturna.

Al amanecer sigue soplando duro pero no avanzamos tanto como en días anteriores. Hemos descubierto que a la altura de Suriname existe una corriente que nos juega en contra y probablemente nos reste media milla a cada hora.  Mientras miro la carta y leo Paramaribo, me parece increíble estar tan cerca de estos “paisitos” que mi hermano y yo observábamos con curiosidad y hasta extraño respeto ( por lo raros y por lo pequeños ) en el mapa que colgaba de la pared de nuestro cuarto en Uspallata 780. Estamos pasando cerca de esas capitales extrañas que nos gustaba observar en el mapa grande de la pared y me doy cuenta como la navegación a vela no será veloz pero nos provee de una visión distinta del espacio que habitamos. Es comparable a la experiencia de caminar en una ciudad. La velocidad mas lenta nos deja apreciar y contemplar de un modo que el automóvil o el avión nunca lo permitirán. Me acuerdo del cuento de Borges en el cual el mapa creado en escala uno a uno con la región representada era el mejor mapa posible pero a su vez era un mapa imposible de leer.

Al medio día mi hermano descubrió unos filetes de dorada  que quedaron escondidos en la heladera. Los hizo fritos con una tortilla de papas, que a pesar de su buena voluntad se pego toda a la sartén.

Iñaki hace fritanga de pez con los ultimos filetes de la dorada.

Iñaki hace fritanga de pez con los ultimos filetes de la dorada.

Luego del almuerzo reemplazamos el cabo del enrollador, pero mantuvimos el genoa enrollado dado que el viento era demasiado para utilizar la vela de proa. El Tremebunda avanzaba bien con la trinquetilla y las dos mayores. En esta etapa las reparaciones necesarias eran una alteración en la rutina que no solo venían bien para evitar el aburrimiento, sino que además se hacían indispensables para poder continuar navegando a buen ritmo.

Se suponía que mi padre se acercaría al barco de un conocido en Key Biscayne que tenia una radio de onda corta a bordo para poder hablar directamente con nosotros sin hacer el puente con Zarate. Intentamos a las siete en la frecuencia acordada pero no hubo caso: no escuchábamos nada. Era probable que las condiciones atmosféricas no fueran las adecuadas, dado que al día siguiente nos enteramos que si estuvo intentando comunicarse con nosotros. Nuestra comunicación no seria tan efectiva como la de los celulares de hoy en día, pero sin duda era mas romántica y menos costosa.

DIA 66: Millas recorridas 140 – Velocidad promedio 5.85 nudos

Dia 63: Sin azucar

A mi hermano le había tocado la guardia del amanecer. En cierto modo nos complementábamos dado que a mi siempre me había gustado la noche y a el las horas tempranas. Despertó a Eduardo una vez que la claridad le dijo que el nuevo día había ya comenzado. Se quedo un rato despierto y decidió desayunar antes de acostarse. Entonces se dio cuenta de la pequeña tragedia con la que habríamos de lidiar durante los próximos diez días: se había acabado el azúcar. Se acordó de mi, que en esos momentos dormía de manera placida y de nuestra conversa en el supermercado brasileño

–       Si hay bastante .. no te preocupes.- había sido mi frase en  Fortaleza mientras cargábamos el chango de víveres y el dejaba el paquete de azúcar de vuelta en su góndola.

Que haría ahora sin el dulce sabor del polvo de la caña. Se ingenio haciendo un chocolate con Nesquick y esto lo dejo temporariamente satisfecho. Se pudo ir a dormir sabiendo que había desayunado ya.

En mi defensa debo argumentar que desde la llegada de mi hermano a la embarcación y sobretodo ante el incremento de un 50 % en la cantidad de tripulantes el consumo de azúcar se había incrementado de modo considerable. No se si habían sido los pochoclos o el café abundante pero lo cierto es que el azúcar se había acabado y no sabríamos el dulce sabor hasta llegar a las islas del caribe donde la caña no solo se utiliza para el azúcar, sino que mas importantemente para el ron.

Desde la proa miro a mi hermano aferrandose a los obenques

Desde la proa miro a mi hermano aferrandose a los obenques

Cuando me levante pude notar que el viento era considerablemente mas intenso que los días anteriores. Calculo que al menos soplarían unos veinticinco y nudos y por momentos tal vez llegaba a los treinta. El fondo del mar se encontraba unos tres mil metros para abajo y las olas habían crecido de manera considerable. El Tremebunda hoy recorría cada milla mas rápidamente que en cualquier otra etapa. A cada hora hacíamos siete millas y media y el camino hacia el caribe se acortaba a cada minuto. Lo cierto es que además del movimiento hacia adelante, podíamos sentir en el estomago el sube y baja agitado de la nave entre las olas. Al menos cuatro metros subíamos y diez segundos mas tarde los bajábamos. Este tobogán sin fin seguiría presente durante varios días y nos ayudaría a desarrollar características gatunas al bajar a la cabina.

Iñaki siente los alisios en la frente

Iñaki siente los alisios en la frente

Con el descanso merecido de Iñaki la comida del mediodía recién comenzó a prepararse a las tres y a disfrutarse a las cuatro. Seguíamos comiendo de la dorada pero en esta ocasión en forma de guiso con cebolla, zanahorias, papas y un poco de arroz. Según la crónica escrita de mi hermano, esta variante se encontraba en ranking numero dos de formas de cocinar una dorada a bordo, solo superada por el clásico pescado frito.

No paso demasiado hasta la hora de la radio y gracias a la gentileza de Julio de Campana, Eduardo pudo establecer contacto con sus padres. Luego de recordar esta charla de Eduardo me quedo pensando en lo difícil que será tener a un hijo en medio del océano.

Nos quedamos hablando con Julio y con Lastitri por la radio por un buen rato. Estas charlas cortaban la monotonía del sube y baja de las olas y los alisios del Noreste.  La luna en cuarto creciente se dejaba ver un poco mas que las noches anteriores y de seguro antes de que llegáramos a Barbados iluminaria nuestras noches con su plenitud en ciclos de cuatro semanas.

DIA 63: Millas Recorridas 131 – Velocidad Promedio 5.46 nudos

Dia 62: Ducha del cielo

Habíamos comenzado el cuarto día desde nuestra partida de Brasil y los tres ya estábamos habituados a la rutina del mar. Las guardias nocturnas eran mas fáciles de digerir al ser compartidas de a tres y el espíritu de la tripulación era bueno.  Mi hermano continuaba con sus anotaciones y sus cálculos para ver si efectivamente llegaríamos el día 16 a Barbados. A falta de planillas de Excel, su libreta lo ayudaba a calcular lo incalculable. En el mar no hay tiempo. Las horas son distintas y por mas que intentemos extrapolarlas al minutero de la civilización, esta extrapolación pierde sentido en la inmensidad del océano.

La variante del pescado fue el estrenar la sartén con aceite. Los filetes fritos nos cayeron mas que bien para salirnos de la monotonía de la intensa lluvia.  Por momentos la visibilidad era muy poco a causa de la gran cantidad de agua que nos caía desde el cielo. Muchos navegantes aprovechan estos aguaceros para rellenar sus tanques de agua pero nosotros no contábamos con el sofisticado sistema de lonas y mangueras para acumular el agua que caía. Entonces el aroma corporal nos hizo recordar que si había una manera de aprovechar esa agua que literalmente nos venia de arriba. Era hora de darnos la primera ducha oceánica. El regador era tan inmenso como la nubosidad que nos cubría y la intensidad o temperatura no eran regulables.

Aprovechando el agua de lluvia ecuatorial para ducharse.

Aprovechando el agua de lluvia ecuatorial para ducharse.

Afuera el sensor de temperatura del ecosonda marcaba veinticinco grados pero la lluvia, que venia de la helada atmosfera sin duda estaba mas fresca. Curiosamente es bastante mas complicado de lo que parece el enjuagarse con un duchador tan grande. Lo mas efectivo era juntar agua en un balde para tirársela uno en la cabeza, aunque esto aumentaba el escalofrió. A pesar de encontrarnos a pocas millas del ecuador, el frio existe, al menos en su forma relativa. El viento cambiaba en intensidad y dirección pero la Treme seguía avanzando en el hemisferio norte.

Secandose adentro mientras la lluvia sigue cayendo sobre la cubierta.

Secandose adentro mientras la lluvia sigue cayendo sobre la cubierta.

Pasada la sesión de ducha nos mantuvimos secos adentro. La tarde se paso entre mates y lluvia. A las siete llego la hora de la radio y pudimos hablar con mis padres a través del puente que nos hacia Eduardo Lastiri desde Zarate. La claridad a través de este método era realmente limitada, pero de algún modo la voz de mi madre, con sus frecuencias medias y altas exaltadas nos llegaba tan claro como cuando nos retaba de chicos. Tal vez fuera unos de esos mecanismos instintivos similar al de las aves marinas, que siempre pueden reconocer el chillido de la madre.

Al finalizar la conversa radial Iñaki nos deleito con unos Macaroni con tuco. El menú definitivamente había mejorado de manera considerable desde la llegada de mi hermano. Me quede despierto con la primera guardia de la noche. En la inmensidad del océano uno contempla lo insignificante que es uno. Hace días que no vemos barcos ni tierra. Hace días que la libertad y la paz han cobrado un nuevo significado: la inexplicable sensación de que uno es responsable de los actos propios, pero que la naturaleza lo domina todo y nos da el marco para experimentar una libertad limitada a nuestras posibilidades.

DIA 62: Millas recorridas 125 – Velocidad Promedio 5.25 nudos

Dia 59: Adios al Brasil

Nos levantamos temprano para intentar resolver los tramites de salida lo mas pronto posible. Luego de desayunar, mi hermano y yo partimos rumbo al puerto para intentar finalmente que algún funcionario nos dejara despedir al Brasil de forma legal. Ya en Natal Eduardo y yo habíamos tenido altercados con la policía debido a que nunca habíamos dado entrada formal al país a nuestro arribo a Florianópolis. El funcionario del sur y los del norte no se ponían de acuerdo sobre si era necesario, además de pasar por Capitanía Dos Portos, ir a la Policía para hacer inmigración. En Natal casi nos dejan presos, pero tras explicar la situación la policía comprendió que habíamos estado mal asesorados por esos sureños que para ellos se parecen mas a los argentinos que al verdadero brasileño. Ahora quedaba convencer a alguien en alguna oficina que para salir del país nos tenían que dar salida.

Como a las nueve y media empezamos con la Policía que nos dio de un modo relativamente veloz la salida del país a los tres tripulantes. Ahora faltaban dos pasos mas: la Capitanía dos Portos para darle salida a la nave y la Aduana para darle salida a los bienes que iban a bordo. Toda esta burocracia lo hace transpirar a uno, pero siendo fecha de Carnaval la transpiración aumenta tanto por el calor, como por la dificultad para encontrar funcionarios trabajando. La Capitanía estaba directamente cerrada, así que caminamos ocho cuadras por enfrente de una gran favela que nos habían aconsejado varios guardias esquivar ( aunque era imposible esquivarla si uno quería llegar de un lugar al otro ). En la Aduana nos recibieron pero nos dijeron que no nos podían dar salida de los bienes si Capitanía no daba salida a la nave antes. Les explicamos que estaba cerrado, pero se rieron diciendo que siempre hay alguien de guardia, pero que en Carnaval se toman descansos mas prolongados. Lo mas conveniente era llamar al funcionario de Capitanía a su casa, donde seguramente estaba en esos momentos. Nos dieron el teléfono. El lugar para llamar: desde un teléfono publico metido adentro de la favela.

En un intento de aparecer como el hermano heroico le dije a Iñaki que me esperara afuera, frente a la Aduana. Enfile hacia la favela con ciertos nervios. Mi look no era de navegante rico, sino de errante de los mares con un traje de baño gastado y solo veinte dólares en el bolsillo.

Mientras me sumergía en la favela, entre en un universo mágico que nunca voy a olvidar. A cada paso mis nervios se desvanecían y el espectáculo que tenia delante me atrapo de inmediato. En Carnaval los niños se corren por entre los pasillos arrojándose harina y gritando como desaforados en un ritual que no solamente es inocente sino que además es pintoresco y divertido. Nadie me miraba de mal modo. Como dos cuadras mas adelante me toco preguntar en un portuñol que me delataba. Me indicaron de modo amable donde estaba el teléfono mas cercano. Llegue bien relajado a llamar al funcionario. Del otro lado de la línea me atendió una señora que imagine como la madre del funcionario. El hombre me atendió de buen modo, era Carnaval y todo el mundo andaba feliz. Me atendería en una hora en la Capitanía.

Cuando salí mi hermano me aguarda con una ansiedad de quien no ha presenciado el espectáculo que sucede en la favela del carnaval . Mi sonrisa de inmediato lo tranquilizo. Fuimos con calma de regreso hacia la Capitanía a esperar al funcionario que estaría en esos momentos comiéndose algo que le preparaba la madre. Dos horas mas tarde salíamos de la Capitanía y fuimos trotando las ocho cuadras hasta la Aduana. En el camino varias veces se me cruzo por la cabeza que íbamos a llegar y seria la aduana la que estaría cerrada, pero mis miedos fueron infundados. El mismo que nos dio el numero de teléfono nos recibió con una sonrisa y nos estampo no se que papeles para dar fin a la parte burocrática de nuestra visita  de mas de cincuenta días al Brasil.

Eduardo, Iñaki y el ultimo pedazo de Brasil que veríamos en nuestro viaje a nuestra popa.

Eduardo, Iñaki y el ultimo pedazo de Brasil que veríamos en nuestro viaje a nuestra popa.

De camino hacia la Treme nos detuvimos en un Cyber Café para mandar un email a nuestra familia. Seria el últimos contacto electrónico hasta dentro de dos semanas. Al llegar al Marina Park estábamos todos transpirados por el periplo de la salida legal del país. Iñaki y yo nos miramos sin dudar: había que darse un ultimo chapuzón en la piscina del hotel.

Edu y yo sonreímos al primer fotografo que sube a bordo desde Angra.

Edu y yo sonreímos al primer fotografo que sube a bordo desde Angra.

Diez minutos mas tarde ya estábamos soltando las amarras y saliendo a motor de este oasis de opulencia. El Atlántico nos recibía una vez mas. El día era caluroso y la brisa liviana. La tormenta del día anterior había dejado un ligero mar de fondo que nos sacudía mas de lo previsto.   Las primeras dos horas, hasta que logramos alejarnos un poco de la ciudad, el Volvo nos ayudo a impulsarnos mientras de paso se cargaban las baterías y se congelaba la heladera que solo funcionaba con el giro del motor. La salida es siempre un momento feliz y las fotos registraban la felicidad congelada de este trio que cruzaría el ecuador en tan solo tres grados de latitud.

Iñaki se divierte recordando como se timoneaba el Tremebunda

Iñaki se divierte recordando como se timoneaba el Tremebunda

Como a las ocho hablamos por radio con Zarate para contarles sobre nuestra partida del Brasil. Recién a la hora de comer pude darme cuenta de la enorme ayuda que seria Iñaki durante esta etapa. Por primera vez en casi dos meses la cocina era el territorio de otro Goris. Mi hermano nos hizo una sopa, que a los tres nos sentó bien entre tanto zarandeo del oleaje. Eduardo se acostó temprano e Iñaki se quedo haciendo compañía hasta la medianoche. Le sugerí que descanse y me quede pensando en cuanto lo había extrañado en todos esos años a la distancia.

RUTA DIA 59

La salida de Fortaleza

La salida de Fortaleza

Dia 51: Preparativos para volver al mar

Hoy nos quedaba hacer los preparativos para nuestra ultima etapa de lucha en contra de la corriente y el viento. Hace casi dos meses que las condiciones nos intentan impedir el avance, pero es como si después de tanta insistencia el mar se diera por vencido y nos dijera que falta poco para que todo se de vuelta. En lugar de un freno la corriente nos empezara a empujar, pero para ello habría que pasar Natal.

El Cabanga Iate Clube

El Cabanga Iate Clube

Salimos del Cabanga buscando un centro comercial y recuerdo nuestro asombro al encontrar un shopping que parecía una isla de abundancia entre tanta pobreza que la circundaba. Lo increíble de viajar a la velocidad de paso de hombre es que uno verdaderamente conoce la idiosincrasia de los lugares que atraviesa. No me animo a decir que conocemos en profundidad Recife, pero si a uno se le hace una idea clara de cómo se vive allí cuando lo observa todo a través del lente del navegante.

La Radio BLU

La Radio BLU

Luego de comprar los víveres decidimos que lo mejor era volver al club para preparar la partida hacia Natal al día siguiente. Desde el Tremebunda hablamos por radio con nuestras familias, a través del puente que nos hacia Julio. Era interesante escuchar las voces entrecortadas por la emoción y la interrupción de las ondas en la atmósfera.