Dia 27: El Tocorime

Amanecimos rodeados del espíritu carioca. La Marina da Gloria esta ubicada en medio de la ciudad y lo primero que hice fue bajarme a telefonear a un amigo de toda la vida que vive en Rio desde los 90. Martin me atendió en el primer ring y me prometió venir por la tarde a visitarnos y a darnos una mano en la búsqueda de algunos repuestos para reparar el piloto automático que se había roto bajo la lluvia en Bombinhas.

Mientras volvía al Tremebunda pude divisar una barco con aires de siglo XIX al final del malecón con forma de caracol. No pude resistir la tentación de ir a verlo.

El Tocorime es un Tall Ship fabricado en el Amazonas que es utilizado para paseos, fiestas y reuniones corporativas de la elite carioca y los turistas adinerados. Ni bien me acerque uno de los tripulantes bajo a saludarme. Le conté sobre nuestro viaje y enseguida me invito a bordo. El amigo del Tocorime quedaría en nuestra memoria por largo tiempo por su entusiasmo e incansable paso.

De regreso en el Tremebunda le conté a Eduardo sobre mi nueva amistad con la tripulación del Tocorime. Los llevaría de visita tras el almuerzo. En nuestra segunda visita nos dieron un tour completo por la nave que había sido construida bajo los antiguos métodos europeos de construcción y que aun hoy operaba como lo hacían las naves de hace mas de un siglo atrás. No había molinetes ni sistemas eléctricos para mover las velas. Todo se hacia a mano con una tripulación extensa. El único agregado tecnológico se podía ver el la cabina de mando con sus GPS y ecosondas de ultima generación. Además , claro esta contaba con motores diesel para poder entrar y salir de la Bahía de Guanabara sin problemas.

A media tarde mi viejo amigo Martin Torchiana llego a golpearnos el casco. Hacia unos cuatro años que no lo veía. Desde que se había ido a Brasil yo sabia alguna novedades de su vida en portugués a través de su hermano Esteban ( otro gran amigo del alma ) pero solo lo veía en contadas ocasiones cuando visitaba a su familia en Zarate. Fue un emocionante reencuentro en medio de una travesía que tenia que ver con la infancia y la navegación.

caracol

La Marina Da Gloria en todo su esplendor. Aqui se puede ver la forma de caracol

Martin nos llevo a una casas de repuestos de electrodomésticos cercanas a la Lapa, donde pudimos conseguir un engranaje similar al que se nos había roto dentro del piloto automático Autohelm. La magia reparadora de Eduardo ( alias McGyver ) pudo transformar un repuesto de lavarropa en una pieza que en Europa te la cobran 50 Euros. Estas eran parte de las bondades de tener un socio con tantos recursos y tanta experiencia a bordo. La unión entre el trio de tripulantes crecía ahora que veíamos que podíamos superar cualquier prueba que se nos presentara.

De vuelta en el Tremebunda Martin nos sugirió ir por la noche a tomar algo al afamado barrio de bares de la Lapa. Esta zona de bares y música callejera estaba en auge desde hacia casi una década según nos conto Martin, y además quedaba a escasas 10 cuadras de la Marina. Cruzamos la plaza Paris, y luego varias avenidas anchas que me recordaban en cierto modo a la Avenida Figueroa Alcorta de Buenos Aires. Ya del lado de la ciudad el retumbar de los pandeiros comenzaba a hacerse notar. Era un mundo distinto al que estábamos entrando. Enseguida se podía sentir el ambiente de fiesta de la Lapa. Bar al lado de bar, puestos de Caipirinha ambulante y música por doquier. Un ambiente difícil de olvidar que de algún modo resume el espíritu carioca. Tomamos caipirinha, escuchamos samba y reimos. Nos hacia falta soltarnos un poco para poder volver a la inmensidad del océano que nos aislaría por el resto de la travesía de esta fiestera civilización.

Dia 26: Rio de Janeiro

La mañana nos recibió con calor y un cielo limpio. Las nubes habían abandonado la Bahía de Abrão y pudimos ver una ultima tanda de turistas llegar a la Ilha Grande antes de partir. El motor por suerte arranco sin problemas. Parecía que al fin el viaje nos sonreía.

Levamos los cinco metros de cadena que nos conectaban con el fondo arenoso y dijimos adiós a la beleza de Angra. Solo eran unas 80 millas hasta Rio de Janeiro y el día debería bastarnos para hacer la travesía. El Tremebunda surcaba con calma en rumbo este frente a la curiosa barra que protegía a Sepetiba del Océano Atlántico. La costa se asemeja a una escollera de arena y provee a la costa donde se encuentra la civilización una protección privilegiada. Hacia la tarde comenzamos a ver las edificaciones en la costa de la Barra da Tijuca. Edificaciones privilegiadas para la gente de recursos. Así era Brasil y en esto se parece bastante al resto del mundo: unos pocos miran al mar mientras el resto se revuelcan en el barro. El día soleado me hizo sentir mejor por la pobre gente de Angra que había sufrido los desmoronamientos. Imaginaba que un día de sol era como un premio divino para quien no tiene techo.

Cristo

El afamado Pan de Azucar. Desde arriba del Corcovado el Cristo Redentor nos saluda.

Esta etapa nos dio el día de excursión que tanto nos merecíamos. Desde el cockpit y a la sombra de nuestra toldilla gris pudimos ver las multitudes que se asoleaban en las afamadas playas de Leblon e Ipanema. Viramos el Arpoador y ya pudimos ver aun mas gente en la mundialmente famosa Praia de Copacabana. Era mi primera vez en Rio y desde el océano ya me parecía una urbe única e impactante. Pero lo mejor estaba por venir. El imponente Pão de Açúcar frente a nuestra proa nos hacia notar que ya podíamos considerarnos en Rio, pero aun quedaban bastantes millas hasta llegar a la Marina da Gloria. Uno de los momentos que mas recuerdo fue pasar al atardecer en esa imponente entrada entre los dos gigantes: el Pão de Açúcar y el Morro do Pico.  En medio de los dos morros, la curiosa y relativamente diminuta Ilha da Laje en la que se asienta un fuerte antiguo y  faro solido con una gran base de cemento.  Ya quedaba poca luz y nos encaminábamos a la Marina que se encuentra pegada al aeropuerto de Santos Dumont surcando la Bahía de Guanabara de la cual tantas veces había oído en la canción “O Estrangeiro” de Caetano.

Llegamos ya de noche a la Marina da Gloria. Un curioso puerto deportivo con forma de caracol. Estábamos al fin en el centro de la fiesta del Brasil. Era hora de disfrutar de una Caipirinha o dos.

RUTA DIA 26

Ruta Dia 26 - de Angra a Rio de Janeiro

Ruta Dia 26 – de Angra a Rio de Janeiro

Dia 25: Abrao

Nos levantamos con la esperanza de bucear, pero el día no nos iba a ayudar. Llovía torrencialmente y las condiciones no nos permitirían el mergulho. Daniel ya tenia todo listo para irse a la terminal de ómnibus. Había decidido tomarse un autobús hasta Salvador donde su velero, el Cenizo lo esperaba con ansias desde antes de las fiestas. Fue una despedida relativamente emotiva. Nos volveríamos a reencontrar mas al norte donde el calor y la fiesta nunca paran.

Nos despedimos también de Cris y Sergio del Pericles y partimos hacia la Ilha Grande. Sergio nos había proporcionado muchas cartas que fotocopiamos a ultimo momento para tener mejores referencias de cómo entrar a varios puertos que teníamos en nuestra derrota futura.

El viaje nos tomo unas dos horas y el camino hacia la Bahía de Abrão era cautivante y único. La belleza natural de esta zona de Brasil nos dejaba sin palabras. Un verdadero paraíso que recibe miles de visitantes al día. La Ilha Grande tiene un ferry que la comunica con el resto del país y por medio del cual llegan los turistas a visitar la ciudad de Abrão. Allí los aguardan los artesanos y vendedores souvenirs para incitarlos a llevarse un recuerdo de cómo es el paraíso.

Las callecitas de Abrao

Las callecitas de Abrao

A comienzos de la tarde anclamos en la bahía y aguardamos para ver si la intensa lluvia calmaba un poco. Almorzamos a bordo y esperamos a que la lluvia parara. Pero no paraba . Hacia el fin de la tarde decidimos subirnos al bote para bajar a conocer Abrão. La lluvia solo había amainado un poco pero no íbamos a irnos sin conocer el pueblo de artesanos. Inmediatamente sentimos que la atmosfera se transformaba mientras caminábamos sobre el muelle al que llega el ferry. La Ilha Grande tiene un aura única que inunda a los visitantes y que se percibe de inmediato. Las callecitas llenas de artesanías, los rastas y hippies congregados en una forma de vida que se aleja de lo cotidiano. La llegada del ferry inicia los rituales de la transacción. Nuestra partida se demora entre cervezas y pescado. Se había hecho de noche ya y era hora de preparar la partida. Una noche en la bahía del paraíso preparándonos para seguir nuestra odisea.

Dia 24: Timon soldado

En la mañana fuimos a buscar la pieza soldada para poder volver a poner el timón de viento en funcionamiento. En el camino pudimos ver la destrucción de los deslizamientos que afectan a la gente humilde sobre los morros.  Es triste saber que mientras nosotros viajamos la mayor parte del planeta sigue sufriendo y viviendo en condiciones infra humanas.

La Marina del Pirata's Mall

La Marina del Pirata’s Mall

 

La pieza increíblemente estaba lista y pudimos llevárnosla de vuelta a la marina del Pirata’s Mall. El motor había vuelto a funcionar luego de la limpieza del tanque. Era cuestión de rearmar el piloto de viento para poder estar listos para partir. Esa tarde la pasamos con Sergio, el amigo argentino que junto a Cris, su esposa brasilera, viajaba en su velero de acero desde hacia casi una década. Ellos eran quienes nos habían dado remolque para entrar sin problemas a la marina dos días antes y durante nuestra estadía nos contaron sobre sus aventuras. Había dado ya una vuelta al mundo en la que se demoro casi siete años. Aun recuerdo su consejo de que es mejor hacer la circunnavegación del globo sin necesidad de trabajar. Durante su viaje había hecho de todo para poder seguir adelante. Durante este viaje nos fuimos encontrando con muchos navegantes que nos daban su apoyo y sus consejos. En Angra Sergio nos ofreció llevarnos a bucear al día siguiente a en la Ilha Grande. Enseguida aceptamos pero a condición de que no tuviera otros turistas para llevar a pasear en lo que era su negocio de clases de buceo.

Aves marinas descansando tras su pesca.

Aves marinas descansando tras su pesca.

El resto del día se fue en preparaciones para la partida. Al día siguiente visitaríamos la Ilha Grande antes de irnos hacia Rio, la capital nacional de la joda.

Dia 23: Tanque sucio

Hoy Cynthia me paso a buscar por la puerta del Anaheim Convention Center tras varios días de charlas de negocio. Atrás Damián dormía y Tobías me recibía con una sonrisa sin precio. Por fin la lluvia había cesado tras tres días sin parar. La vida de familia es una vida dulce y particularmente intrincada. Siempre lo mismo pero siempre distinto. Los gestos de los chicos cambian día a día. En esto la vida se parece al viaje de hace una década. Uno se adapta a la circunstancia, planea la ruta y ajusta el rumbo sobre la marcha.

La entrada a la ciudad de Angra Dos Reis

La entrada a la ciudad de Angra Dos Reis

Durante nuestro segundo día en Angra la misión era reparar. Por la mañana Daniel y yo le llevamos la pieza al soldador de la Avenida Reis Magos. Estaría lista para el día siguiente. A nuestro regreso Eduardo tenia la tapa del motor abierta y estaba comenzando a desarmar los inyectores. Esta pieza era la que llevaba el combustible a los pistones que estaban fallando y era lo que había determinado Gaucho en Florianópolis como el origen del problema. Tras sacar los inyectores pudimos ver claramente una sustancia viscosa y oscura que obstruía el paso del diesel hacia su destino de combustión en el pistón. Ese engrudo negro no tenia porque estar allí. Algo estaba mal y no eran los inyectores.  Tras algo de pensamiento analítico dedujimos que el problema estaría en el combustible. Nos acordamos de la tremenda manguera de Rio Grande que cargo el tanque en 20 segundos. Imaginamos un diesel empetrolado y sucio. La única solución era sacar el tanque de combustible.

Hubo que desarmar los mamparos para que el tanque viera la luz del sol por vez primera desde 1986. Vaciamos lo que quedaba de diesel y pudimos ver en el fondo semi vacío del tanque la misma sustancia que ensuciaba nuestros flamantes inyectores. El combustible que habíamos cargado era el que había empastado los inyectores. La única solución era limpiar el tanque a fondo y poner nuevo diesel filtrado.

La tarea nos llevo toda la tarde. El engrudo negro estaba pegado por todas las paredes del tanque. Recuerdo que lo lavamos con nafta de la que usan los automóviles y esto ayudo a diluir ese petróleo. Finalmente podríamos confiar en que los inyectores no volverían a empastarse.

El inyector limpio

El inyector limpio

El trayecto nos fue enseñando a pensar cada movida como un ajedrecista. Cargar combustible, tomar agua, hacer una comida deberían ser en adelante calculadas para no experimentar las consecuencias no deseadas de la acción. Hasta la próxima rotura estaríamos seguros.

Dia 22: Angra dos Reis

Con el amanecer comenzamos a ver los morros que dominan la costa de Angra. La bruma y la llovizna no nos permitían ver claramente la costa. El avance del barco seguía siendo lento y la llegada se estiraba minuto tras minuto. Ya pasadas las siete, la costa comenzó a mostrarse mas claramente. Se veían en la distancia las casas precarias sobre los morros y debajo los veleros anclados frente a la marina del Pirata’s Mall hacia la la cual nos dirigíamos.

favela

Los pesqueros y la favela detras en Angra dos Reis

Ya cuando quedaban un par de millas el Volvo no dio mas y se paro. La suerte estuvo de nuestro lado una vez mas. Daniel diviso un velero muy particular que nos pasaba a solo 50 metros y no dudo en hacerle señas para que nos diera remolque. El VHF ayudo a que el mensaje fuera mas claro: necesitabamos ayuda para llegar hasta la marina. Se trataba del Pericles, un velero de amplias curvas ( tipo corcho ) de metal que era la vivienda y medio de vida para Sergio y Cris. A bordo del Pericles daban clases de buceo para turistas y aficionados al buceo en una de las mejores zonas para mergulhar en Brasil. Daniel los conocia de un viaje previo por Angra.

Llegamos lentamente a remolque hasta los muelles de cortesía en la que la mayoría de los austeros navegantes se hospedan durante el día sin cargo. De noche todos sueltan las amarras y se fondean a metros de la costa donde las aguas son calmas como un estanque y el ruido de la ciudad aun se puede percibir claramente.

Yo estaba agotado por la noche de poco sueño y constante atención al timón que se mantenía en un rumbo inestable en nuestro improvisado sistema de cuerdas y piolines.  Era hora de descansar un poco, así que en vez de salir a caminar por Angra me recosté en la litera de proa. Creo que descanse unas tres o cuatro horas y recuerdo que al levantarme Daniel y Eduardo ya habían estado a la búsqueda de un soldador para reparar el timón de viento. La noche previa nos había enseñado lo esencial del timón de viento era para este viaje.

Pesqueros de noche

Anochece en Angra

Habían encontrado un soldador que podía reparar la pieza al día siguiente. Al levantarme ya ambos estaban desarmando el timón de viento para poder llevar la pieza al soldador de la Avenida Reis Magos.

Además nos quedaría encontrar la solución al tema del motor y su falla. Decidimos que primero intentaríamos ver porque había retornado la falla a los inyectores nuevos y luego ver si podíamos solucionarlo nosotros mismos o si deberíamos recurrir a un nuevo mecánico. Aprendí que durante este tipo de viajes unos se hace experto en temas que uno nunca tuvo la dedicación o el interés de aprender, pero que al hacerse necesarios uno aprende por supervivencia.

El resto del día nos pasamos ordenando el barco y desarmando el timón. Otra tanda de reparaciones nos aguardaba en la lluviosa Angra.