El día anterior habíamos arribado a Key Biscayne en medio de la madrugada. Luego del emotivo encuentro con mi mama y mi hermana me tire a dormir agotado. Después de 95 días y medio, mi cuerpo al fin descansaba en un colchón completamente seco. Creo que me acosté como a las cinco y media. Mi cuerpo no daba mas, ya que hacia veintidós horas que estaba despierto. La lucha contra el frente frio que nos dio batalla antes de poder dar arribo nos había agotado a los tres.
Después de levantarme, como a las dos de la tarde, llame al numero 1-800 que me había indicado el operador de radio del Coast Guard. Este llamado era en cierto modo el regreso a la civilización. El retorno a una vida con tecnología, automóviles, rutas de cemento armado, el papeleo y el celular. La voz automatizada en el teléfono me hizo aguardar seleccionando opciones. Al cabo de unos minutos me atendió una voz humana que me tomo nuevamente los datos y me indico como llegar hasta la oficina de inmigración del puerto de Miami, en la que nos darían ingreso al país de forma oficial. Me seguía sorprendiendo que en plena guerra de Irak, en su momento mas violento, el ingreso a los Estados hubiera sido tan sencillo.
Bajamos al estacionamiento y fuimos con mi papa y con Max hasta el Puerto de Miami donde , mas rápido de lo que me esperaba nos dieron ingreso al país. Mi visa de trabajo entraba en vigencia y a partir de ahora no habría mas agua debajo de mi pies. Este sello en el pasaporte decía que estaba aquí para trabajar, para ser un miembro productivo de esta sociedad de consumo. No me entristeció en lo mas mínimo el aceptar este cambio para el cual me venia preparando desde hacia meses. A decir verdad, ya estaba un poco harto de siempre navegar pensando en la llegada. Tenia la sensación de que había cruzado la meta de esta maratón de siete mil millas. Alguien me dijo que la distancia recorrida era exactamente un tercio de la circunferencia de la tierra. Tres viajes de estos igual una vuelta al mundo, que cansador. Igual me quedo pensando en que ese sueño de la vuelta al mundo no se aplaza para siempre. Siento como que la travesía de Buenos Aires a Miami fue el test que me dio la confianza para seguir soñando con la vuelta entera. Claro esta que este segundo sueño ha de quedar en el tintero hasta que los hijos crezcan y las responsabilidades sean menos.
Mis padres habían organizado una fiesta de recepción que se hizo al día siguiente de nuestro arribo a Miami, el 12 de Abril del 2003. Ese sábado regresamos al barco para ver como había quedado todo. Recuerdo que lavamos todo con agua potable, cortesía de JJ, el dueño de la casa en la que habíamos amarrado temporalmente al Tremebunda. Luego secamos las sentinas y ordenamos las velas. En un par de horas el barco parecía otro. Quedaría en esa casa hasta que mi padre, unas semanas mas tarde consiguiera lugar en la marina del Rusty Pelican, saliendo de Key Biscayne. Antes deberíamos ver como reparábamos el motor, pero ese es tema para otro libro. Dejamos el barco seco y limpio. Hacia meses que el Tremebunda no se daba una ducha de agua dulce y secretamente se que extrañaba aun al Rio de la Plata que la había visto crecer. Desde las tardes de verano del ’85 dentro del astillero de Chiappinni, hasta la larga estadía en el arroyo Ñacurutú luego de la partida de mi familia a Miami, el barco se estaría acordando de su historia de 18 años en la Argentina. De algún modo los últimos tres meses habían sido el punto culmine en su carrera. Este viaje era mi sueño pero también era el sueño de ella. El Tremebunda quería reencontrarse con la familia de la cual había sido parte desde su botadura en 1986, el año en que Maradona nos llevo a nuestra segunda Copa del Mundo. Me fui de la casa de JJ feliz, viéndola contenta, realizada por haber logrado la hazaña que juntos nos habíamos propuesto.
Como a las ocho de la noche fuimos con toda la familia hasta el sector de la piscina de Key Colony en la que mis padres habían citado a todas sus amistades para la celebración del arribo del barco y de su hijo. Pronto comenzaron a llegar las amistades. A muchos ya los conocía de mis visitas anteriores, a otros me los presentaban por vez primera. Algunos me decían que se acordaban de mi, mientras yo intentaba poner cara de que yo también los recordaba. También llegaron amigos de mi larga historia de visitas a la Florida. Llego Max con sus padres. Llego Gorka con su hermana, la novia de Iñaki, que ahora ( una década mas tarde ) es la mama de mis sobrinos. Pienso en todo lo que han cambiado nuestras vidas en esta década y me quedo maravillado de cómo pasa el tiempo y en como a pesar de cambiarnos, nos deja con algo de lo fuimos.
Casi todos me preguntaban por las tormentas, como habían sido. Algunos tenían una curiosidad mas culinaria y otros mas higiénica: ¿Como nos bañábamos? ¿Como íbamos al baño?. Me sentía otra vez un rock star del agua. La curiosidad de la gente de ciudad me sorprendía. Siempre que conocemos a alguien que comienza un emprendimiento distinto al común de nuestras vidas, la curiosidad entra en juego. ¿ Como será escalar un monte? ¿ Que se siente pedalear a través de un continente? ¿De donde saca uno fuerzas para correr esas maratones de cien millas? Lo curioso para mi es como son solo unos pocos los que se deciden a concretar estas aventuras. Pienso que seria interesante si todos, al menos una vez en nuestras vidas, pudiéramos decidir hacer el viaje que siempre quisimos hacer, o escribir el libro, o sentarnos a pensar en que punto nos equivocamos de ruta, para dar la vuelta y retomar el camino de la merecida felicidad de cada uno.
Me fui despidiendo de todos los comensales, que mientras se iban agotando las cervezas, se fueron retirando. Me acorde que el lunes debía comenzar a trabajar. Una etapa nueva en mi vida, para la cual no me había preparado tanto como para el viaje que acababa de terminar. Atrás quedaría la bohemia vida de músico en Buenos Aires, las noches de lectura hasta tarde y las charlas con los amigos de toda la vida. Adelante tenia un futuro incierto, pero en el cual creía. Hoy, desde una década mas tarde, siento que estos últimos diez años han sido los mas productivos y los mas emocionantes de mi vida. Unos pocos meses después de haber arribado, conocí a Cynthia en un playa en Miami Beach. Me acuerdo que cuando conoció a mi papa, el viejo le pregunto a que se dedicaba, lo cual era raro viniendo de mi padre. Cynthia le dijo que estaba estudiando psicología. Mi papa entonces le dijo que conmigo tenia para hacer la tesis del doctorado. Detrás de la risa había algo de verdad.
Hace cinco años nos casamos y empezamos el proyecto de familia que hoy cuenta con Tobías y Damián. La vida no es nunca fácil. Esta llena de problemas, discusiones, conflictos en puerta y peleas. Pero también esta llena de sonrisas, de besos, de manos chiquitas de un bebe que te agarra el dedo índice y de las lagrimas que se derraman cuando ves a tu esposa amamantando al bebe que le salió de la panza de un modo cuasi mágico.
Hace diez años termine el viaje mas importante de mi vida. El Tremebunda fue el que me trajo hasta la familia que hoy tengo. El sueño de venirme navegando, no era solo una aventura, era el sueño de por fin convertirme en un hombre.