Dia 12: El diagnostico

Todo en Brasil parece tener un ritmo propio y distinto al ritmo del resto del planeta ( o al menos del ritmo de las zonas del globo que me ha tocado recorrer ). Sin ánimos de criticar podría aseverar que los brasileros tienen una concepción del tiempo muy particular que hace que no utilicen conceptos tales como hora precisa sino que digan frases como : por la tarde o a manhã, como queriendo referirse al tiempo como una ventana que se abre y se cierra durante un lapso y no a un corte cronométrico en nuestras existencias. Todo esto es para decir que estuvimos esperando a Gaucho buena parte del día y llego sin mucho apuro y sin nada de remordimiento hacia el fin de la tarde.

mecanico

Esperando al mecanico en el Iate Clube de Santa Catarina

Fue exhaustivo en su análisis y coincidió con nuestro diagnostico inicial de que no llegaba bien el combustible a los pistones uno y tres. Le toco desarmar los inyectores para ver que estaba pasando y enseguida encontró la falla: los inyectores estaban todos empastados y habría que reemplazarlos. ¿ Eso es todo? Que bien , entonces podríamos irnos pronto para Angra.

No tan rápido, debía verificar si la distribuidora de volvo le podía enviar estos inyectores en esa semana. Calculo que en dos o tres días los podría tener. Nuestras esperanzas de una pronta partida se desvanecieron. Aquí es donde comencé a aprender que la principal virtud que todo marino debe poseer es la paciencia. Nos tocaría esperar porque aun nos quedaban miles de millas con la corriente y el viento en contra y el motor seria tan necesario como el agua o la comida.

Dia 11: El mecanico

Llego el día de despedir a Horacio Insua y Carlos Valente que debían retornar a sus obligaciones en Buenos Aires. Luego de una emotiva despedida los vimos caminando hacia la rambla que los llevaba a la terminal de ómnibus de Florianópolis. Les aguardaba un largo viaje en bus hasta la capital. Me imagino las charlas entre ambos durante el trayecto comentando las peripecias pasadas y conjeturando sobre nuestro futuro en el mar.

Fue importante contar con estos dos amigos en esta primera etapa con varios incidentes. Si mal no recuerdo fue uno de ellos ( tal vez Carlos ) el que sugirió la idea de soplar con el inflador del bote cuando intentábamos descubrir por donde entraba el agua. La cordialidad y el compañerismo entre los cinco fue impecable durante los nueve días de navegación. No importaba si alguno se mareaba, los demás estaban ahí para asistirlo. No había ordenes, se hacia lo que se debía hacer para lograr el objetivo común.

rua silva

El Iate Clube de Santa Catarina visto desde la Rua Silva Jardim

El segundo día en Brasil fue el día en el que por fin encontramos un mecánico recomendado por alguien del club. Como no sabían el teléfono había que ir a buscarlo a su taller al otro lado del puente, del lado del continente. Llegamos bien con las indicaciones que nos había dado el socio que lo recomendaba. Al entrar preguntamos simplemente por Gaucho. En seguida salió un hombre de edad intermedia con las características que uno espera observar en un mecánico: ropa color violeta, manos engrasadas y sudor en la frente. Nos dijo que podría ir al Iate Clube al día siguiente para ver que le pasaba al motor de la Treme. Nos volvimos contentos pensando que tal vez al día siguiente el motor ya estaría reparado.

El Iate Clube de Santa Catarina.

El Iate Clube de Santa Catarina.

De vuelta el el club decidimos tomarnos unas cervejas en el bar. Recuerdo que el calor era agobiante y Daniel pidió, además de la cerveza Brahma, una lata de Fanta Naranja. Nunca había probado la interesante combinación entre la cerveza y gaseosa anaranjada. Aun hoy recuerdo este momento cuando combino ambas en mi casa de North Miami. Ciertas cosas se quedan en nuestra memoria marcadas a fuego, como si quisieran decirnos algo que no logramos descifrar. La naranja con cerveza nos calmo la sed y nos dio el relax para esperar hasta el día siguiente cuando llegaría Gaucho a reparar el Volvo.

Dia 10: Capitanía dos Portos

Nuestra llegada a Floria trajo una cantidad de tareas que eran necesarias para poder continuar hacia el norte.

Por un lado se debía ir a la “Capitanía Dos Portos” para dar entrada a Brasil y no habiendo delegación en Florianópolis, nos tocaba ir hasta Laguna ( el puerto por el cual habíamos pasado hacia dos días). Estas son las cosas increíbles que uno descubre viajando. Un puerto sin lugar donde dar la entrada.

Decidimos que Carlos, Horacio y yo trataríamos de buscar un mecánico mientras Eduardo y Daniel iban a dar la entrada al país en taxi.  Si mal no recuerdo era un viaje de mas de una hora en auto por lo que tenia que darle a los muchachos unos dólares para abonar el paseo.

Capitania

La Capitania Dos Portos en Laguna

No se porque, pero se me había ocurrido que era un lugar seguro para guardar el dinero debajo del piso de la mesa de navegación. Seguro era, pero también era húmedo. Mi billetera de cuero con los dólares para el viaje estaba empapada. Nunca había visto agua en esa sección del barco pero fui descubriendo que en un viaje así uno descubre cosas de su barco que nunca había encontrado. En este caso el descubrimiento fue que el barco no era estanco. Como dice el refrán marinero “todo barco tiene una lagrima”. También encontramos agua salada en todos los compartimentos de debajo de los pisos, pero eso no era problema. El problema fue que la billetera de cuero había desteñido y manchado todos los billetes de cien. Les di un par que no estaban muy manchados y se fueron para la Capitanía de Laguna.

Laguna

Puerto de Laguna, al sur de la Isla de Santa Catarina

Mientras yo empezaba a afilar mi rudimentario portuñol preguntando en el Iate Clube, Eduardo y Daniel lidiaban con la burocracia en la Capitania que por ese entonces tenia casi 8 decadas de haber sido establecida. Era como si la antiguedad del lugar les diera la dosis extra de burocracia que cualquier navegante detestaría. Les tomo todo el día ir, esperar varias horas en Laguna y regresar. Los tres que nos habíamos quedado estábamos un poco preocupados por la demora pero ya entrada la noche regresaron con una sonrisa que lo decía claro: lo habían logrado – estábamos ingresados a Brasil y podríamos navegar la costa hacia arriba sin problemas.

Dia 9: Llegada a Florianopolis

Hacia el amanecer pudimos pasar el puerto de Laguna. A lo lejos se veían los barcos de carga y las escolleras de este puerto comercial de Santa Catarina. Teníamos casi al alcance la isla de Santa Catarina. Podíamos casi degustar el sabor del éxito. Pero aun faltaba entrar por el estrecho y surcar el canal de Santa Catarina.

Estrecho

El estrecho de Naufragados

No nos quedaba otro remedia que forzar el motor para poder hacer el ingreso. Al medio día divisamos la punta sur de la isla. El animo de la tripulación estaba en alza a pesar de la falla del motor. Nos quedaban pocas millas para llegar a nuestra primera etapa planeada y si el motor nos daba el respaldo de al menos un pistón de empuje, llegaríamos en algún momento del día.

fuerte

La fortaleza de Aracatuba vista desde el agua.

La entrada a la bahía sur del canal de Santa Catarina llego a media tarde. El volvo nos dejo entrar por el estrecho de Naufragados, que tal como el nombre lo indica, no es muy amigable, ni sencillo de pasar. Justo entre el continente y la Isla de Santa Catarina se encuentra la Ilha da Fortaleza de Nossa Senhora da Conceição de Araçatuba en la que aun quedan los vestigios de una fortaleza de la era colonial. Según los datos que hoy busco, este antiguo fuerte data de fines del siglo XVIII y era parte de un red de fortificaciones que los portugueses edificaron para proteger la colonia. En el estado de Santa Catarina nada mas, había 26. No parece haber dudas de la importancia que los portugueses le daban a esta colonia en América para la prosperidad del reinado.

La visita historica duro solo unos minutos, dado que a pesar de la lentitud del motor, las mayores nos ayudaban a mejorar un poco el rendimiento del barco. Por primera vez teníamos costa a ambos lados: a babor los imponentes morros y a estribor la isla de Santa Catarina con su encanto de paraíso de vacaciones eterno.

El viento se entuba entre los morros y la isla para ponerse justo de proa. Las mayores ya no sirven para empujar y decidimos bajarlas. Hasta el puerto llegaremos con el pistón que le queda funcionando al motor.

La lentitud del avance nos hace apreciar aun mas el pintoresco paisaje de Santa Catarina. Las casa en los morros nos observan y el paisaje nos hace pensar en como seria el ingreso de los navíos en la era colonial. Al menos nosotros contamos con el Volvo que mal o bien nos ha traído hasta la latitud de los 27 grados. En aquella época debían aguardar el viento favorable para poder entrar o salir de un estrecho como el de Naufragados. Supongo que la impaciencia, el mal tiempo o la necesidad eran el motivo de los naufragios que le dan nombre. Hacia el fin de la tarde y mientras el sol caía tras la isla divisamos los edificios de Florianópolis, la capital del estado y el puerto en el que atracaríamos para desembarcar a Carlos y Horacio. Además nos tocaría reparar el Volvo y reaprovisionar el barco para la siguiente etapa.

Iate Clube de Santa Catarina. Un lugar hospitalario.

Iate Clube de Santa Catarina. Un lugar hospitalario.

Antes del atardecer pudimos ver los mástiles de los veleros amarrados en el Iate Clube de Santa Catarina. Ya era palpable: íbamos a llegar a destino. Ya casi sin luz entramos al club sintiendo la satisfacción del haber cumplido con la primer etapa de nuestro viaje.

El Iate Clube de Santa Catarina

El Iate Clube de Santa Catarina

RUTA DIA 9