Hoy recibí un correo de Eduardo. Durante las ultimas cinco semanas hemos estado en constante contacto electrónico de forma que su memoria ayude a la mía. Parece entonces que mi versión de la realidad de ayer estaba en cierto modo alejada de la versión de Eduardo, que valga reconocerlo, se ajusta mas adecuadamente a la realidad objetiva en la que mayor parte del planeta existe.
Parece que ayer si habíamos llegado a Vitoria pero olvide una porción de la madrugada y el amanecer que Eduardo me ayudo a recordar y que ahora, de un modo misterioso, retorna a mi memoria.
Me pregunto cual es el pasado real del cual venimos. Cada uno recuerda de un modo particular sus vivencias sin tener la posibilidad de verificar si su memoria lo traiciona como me traiciono a mi el día de ayer. En cierto modo creo que es mas importante el vivir el hoy basándonos en la versión de la realidad que recordamos sin dudar de nuestra imperfecta memoria. Claro que hay que gente que parece recordar de un modo mas fidedigno ( como mi compañero Edu ) pero tengo la certeza de que a estas personas también se les escapan ciertos hechos o detalles de su pasado que por un motivo u otro su mente borro del disco rígido de materia gris en la que almacena nuestros recuerdos.
La llegada a Vitoria había sido un tanto mas compleja de lo que mi relato de ayer pudo narrar. Habíamos estado las ultimas horas de la madrugada frente a Vitoria sin estar seguros de donde quedaba un puerto o un club náutico. Navegamos entre las plataformas petroleras que seguían sacando del mar lo que un día ha de acabarse. Tiramos bordes entre los cargueros fondeados en la rada del puerto y aguardamos el amanecer. Ahora puedo recordar el tremendo cansancio del cuerpo no descansado al amanecer y una imagen que si tenia grabada en mi memoria sin saber como relacionarla con el viaje: la entrada al Rio Doce. Desde lejos vimos como la ciudad tenia un boyado que llevaba al Rio y antes de las siete estábamos pasando por debajo de los puentes que conectan Vitoria con la Vila Velha. Navegamos media hora por el rio mientras el paisaje se tornaba cada mas industrial, pero sin perder la belleza del agua que fluye. No teníamos idea de donde podríamos atracar. Ni siquiera sabíamos si había un fondeadero o un club cerca. Hasta que paso un pescador que recién comenzaba su día. Nos arrimamos y a los gritos pudimos preguntarle en nuestro rudimentario portuñol si sabia donde se encontraba el Iate Clube. Nos dijo que si, pero al recibir la explicación nos costo entenderle. Le hicimos varias veces la pregunta hasta que a la cuarta vez ambos logramos entender que había que salir del Rio Doce y navegar hacia el norte como 3 millas. El Iate Clube quedaba al oeste del puerto de Tubarão. Nos tomo una hora llegar hasta allí y el resto entra en el relato del día 34 de nuestra travesía.
Ahora bien, me queda entonces la duda de cómo la memoria ira a recordar y a embelesar este relato de nuestra travesía. Acá sigue mi versión de esta realidad recordada desde una década mas tarde. Desde una casa que era de otro en ese entonces y frente a unos niños que aun no existían, ni siquiera en mi imaginación tan voladora.
Usamos el día para recorrer el centro comercial de Vitoria. No se como pero recuerdo que llegamos al Shopping Vitoria. Estaba a tan solo una pocas cuadras del Iate Clube y nos resulto sorprendente volver a entrar al mundo del comercio en el que la mayoría subsistimos. En particular recuerdo la frescura del aire acondicionado, lujo del cual nos habíamos apartado desde nuestra partida. Esta entrada al Shopping fue la que nos dio la noción de que esta era una ciudad importante. El tamaño de las tiendas, la gente que veíamos y el acelerado ritmo nos lo hacían notar. Hoy puedo comprobar que el ritmo al que se mueve la gente en las grandes ciudades es siempre mas veloz que el de los pobladores de ciudades menores o pueblos. Esto no lo invente yo sino que es es un hecho estudiado por la gente que se dedica a estudiar este tipo de curiosidades. Hace no mucho pude comprobar escuchando un episodio del podcast de RadioLab sobre las ciudades que en efecto la gente de las grandes ciudades camina mucho mas rápido que la gente de ciudades chicas.
Vitoria era en verdad una ciudad intermedia en tamaño ( un millón y medio de habitantes dice WikiPedia ) pero creo que me pareció mas grande debido a que no la imaginaba de este modo.
No recuerdo precisamente que hicimos por la noche pero mi intuición me dice que habremos cenado en el barco mientras nos preparábamos para partir al día siguiente. La memoria tiene mucho de intuición. Uno recuerda en base a la costumbre. Uno supone y omite los detalles, pero las millas habría que recorrerlas sin importar en donde quedarían registradas.