Durante la noche el viento del Noreste comenzó a amainar. Yo le había entregado la guardia a Eduardo a eso de las cuatro. En adelante íbamos a hacer estos turnos: yo la noche y Eduardo el amanecer. Aprendi a querer la oscuridad y a perderle ese miedo a lo desconocido.
Esas noches largas eran interesantes dado que la principal actividad, además de mirar el GPS, era el pensar.
A media mañana me levante sin el ruido de los pantocazos. El viento se habia ido apenas hacia el este y había decrecido. Aun soplaba, pero no con tanta intensidad. Decidimos poner las mayores para que ayudara al avanze del motor. Pero no quisimos apagar el volvo para poder llegar hasta Vitoria que aun se encontraba a casi treinta millas. No sabíamos que esperar de Vitoria pero sentíamos que la parada seria necesaria para intentar recuperar el animo de navegar a vela. Hoy veo en Wikipedia que la ciudad tiene un millón y medio de habitantes y que las Naciones Unidas la calificaron como la cuarta mejor ciudad del Brasil ( no se cuales serán las tres primeras, pero en la internet se puede averiguar calculo )
A media tarde comenzamos a ver la ciudad en la costa. La carta nos decía que tendríamos que pasar la boca del Rio Doce y seguir por la costa hasta el Iate Clube do Espirito Santo. Desde el agua la ciudad nos parecía mas grande de lo que esperábamos.
El Iate Clube se encontraba en la parte norte de la ciudad en lo que parecía ser una zona residencial bien petitera. A nuestra llegada nos otorgaron una amarra de cortesía en una marina y la verdad que el clima estaba ideal.
Recuerdo que aprovechamos a secar el barco abriendo todas las ventanas y dejando que la brisa corriera libre por dentro. Un par de horas mas tardes tomamos una manguera con agua fresca para darle una enjuagada al casco y las velas que estaban completamente recubiertas de una fina capa de sal.
Pasados los treinta días en el mar todo tenia un poco de humedad y un gusto levemente salado. Nuestro enjuague intentaba sacar un poco de la sal de Atlantico y devolver el proceso de humidificación a su comienzo. Claro que esta batalla no iba a cesar. Era una lucha que no tendría fin y en la cual la humedad y la sal siempre nos iban a ganar.
Disfrutamos del sol en la marina y nos preparamos para conocer la cuarta mejor ciudad del país mas orgulloso del mundo. Brasil se quiere a si mismo y esto esta muy bien.
RUTA DIA 35