Soltamos las amarras temprano. Antes de las ocho estábamos saliendo y dejábamos por estribor la exclusiva Ilha do Frade con sus casas llamativas y praias reclusas. Enfilamos la proa hacia el puerto comercial de Tubarão. Desde el club podían observarse claramente las grúas operando. Esa descarga y carga constante que las dos millas que nos separaban del puerto no lograban disimular. Este puerto es, según WikiPedia “o maior porto de exportação de minério de ferro do mundo”, pero además sirve como Puerto para la salida de los granos de la región.
Media hora mas tarde pasamos bien cerca de la baliza roja y blanca de la punta de la escollera. Era el adiós a Espirito Santo y el comienzo de una etapa mas benigna hacia Salvador de Bahía. La brisa de Noreste no era fuerte y por este motivo el Volvo siguió empujando al Tremebunda por algunas horas mas. El agua se iba aclarando a medida que nos alejábamos de la rada del puerto. Atrás quedaban los cargueros fondeados a la espera de su turno para llenar sus bodegas de hierro en estado puro.
Al fin Eduardo y yo sentíamos que el mar no nos peleaba el avance. Como era de esperar el viento no era favorable pero al menos no debíamos luchar para conseguir cada milla. El motor nos empujaba a cinco nudos y veíamos la posibilidad de navegar a vela si la brisa aumentara un poco.
A media tarde, ya cansados del motor desenrollamos la vela de proa y subimos ambas mayores. Íbamos a intentar la navegación a vela. El rumbo que nos permitía hacer el viento nos acercaba poco a poco a la costa, así que decidimos seguir hasta que la distancia con el continente ya no fuera juiciosa.
Creo que los bordes nos duraban tres o cuatro horas. Luego encendíamos el motor y enrollábamos el genoa. Con el Volvo hacíamos rumbo Noreste para alejarnos de la costa y a la vez acortar la distancia entre nuestra posición y el estado de Bahía. Estábamos en viaje. La dupla del Barrancas se alejaba cada vez mas de la boya veinte quinientos y se aproximaba poco a poco a la latitud cero: el ecuador.