Dia 37: Partida de Espirito Santo

Soltamos las amarras temprano. Antes de las ocho estábamos saliendo y dejábamos por estribor la exclusiva Ilha do Frade con sus casas llamativas y praias reclusas. Enfilamos la proa hacia el puerto comercial de Tubarão. Desde el club podían observarse claramente las grúas operando. Esa descarga y carga constante que  las dos millas que nos separaban del puerto no lograban disimular. Este puerto es, según WikiPedia “o maior porto de exportação de minério de ferro do mundo”, pero además sirve como Puerto para la salida de los granos de la región.

Media hora mas tarde pasamos bien cerca de la baliza roja y blanca de la punta de la escollera. Era el adiós a Espirito Santo y el comienzo de una etapa mas benigna hacia Salvador de Bahía. La brisa de Noreste no era fuerte y por este motivo el Volvo siguió empujando al Tremebunda por algunas horas mas. El agua se iba aclarando a medida que nos alejábamos de la rada del puerto. Atrás quedaban los cargueros fondeados a la espera de su turno para llenar sus bodegas de hierro en estado puro.

Puerto de Tubarao. Los cargueros de fiesta.

Puerto de Tubarao. Los cargueros de fiesta.

Al fin Eduardo y yo sentíamos que el mar no nos peleaba el avance. Como era de esperar el viento no era favorable pero al menos no debíamos luchar para conseguir cada milla. El motor nos empujaba a cinco nudos y veíamos la posibilidad de navegar a vela si la brisa aumentara un poco.

A media tarde, ya cansados del motor desenrollamos la vela de proa y subimos ambas mayores. Íbamos a intentar la navegación a vela. El rumbo que nos permitía hacer el viento nos acercaba poco a poco a la costa, así que decidimos seguir hasta que la distancia con el continente ya no fuera juiciosa.

Creo que los bordes nos duraban tres o cuatro horas. Luego encendíamos el motor y enrollábamos el genoa. Con el Volvo hacíamos rumbo Noreste para alejarnos de la costa y a la vez acortar la distancia entre nuestra posición y el estado de Bahía.  Estábamos en viaje. La dupla del Barrancas se alejaba cada vez mas de la boya veinte quinientos y se aproximaba poco a poco a la latitud cero: el ecuador.

Dia 35: Vitoria

Durante la noche el viento del Noreste comenzó a amainar. Yo le había entregado la guardia a Eduardo a eso de las cuatro. En adelante íbamos a hacer estos turnos: yo la noche y Eduardo el amanecer. Aprendi a querer la oscuridad y a perderle ese miedo a lo desconocido.

Esas noches largas eran interesantes dado que la principal actividad, además de mirar el GPS, era el pensar.

A media mañana me levante sin el ruido de los pantocazos. El viento se habia ido apenas hacia el este y había decrecido. Aun soplaba, pero no con tanta intensidad. Decidimos poner las mayores  para que ayudara al avanze del motor. Pero no quisimos apagar el volvo para poder llegar hasta Vitoria que aun se encontraba a casi treinta millas. No sabíamos que esperar de Vitoria pero sentíamos que la parada seria necesaria para intentar recuperar el animo de navegar a vela. Hoy veo en Wikipedia que la ciudad tiene un millón y medio de habitantes y que las Naciones Unidas la calificaron como la cuarta mejor ciudad del Brasil ( no se cuales serán las tres primeras, pero en la internet se puede averiguar calculo )

Cerca de llegar a Vitoria.

Cerca de llegar a Vitoria.

A media tarde comenzamos a ver la ciudad en la costa. La carta nos decía que tendríamos que pasar la boca del Rio Doce y seguir por la costa hasta el Iate Clube do Espirito Santo. Desde el agua la ciudad nos parecía mas grande de lo que esperábamos.

El Iate Clube do Espirito Santo

El Iate Clube do Espirito Santo

El Iate Clube se encontraba en la parte norte de la ciudad en lo que parecía ser una zona residencial bien petitera. A nuestra llegada nos otorgaron una amarra de cortesía en una marina y la verdad que el clima estaba ideal.

Recuerdo que aprovechamos a secar el barco abriendo todas las ventanas y dejando que la brisa corriera libre por dentro. Un par de horas mas tardes tomamos una manguera con agua fresca para darle una enjuagada al casco y las velas que estaban completamente recubiertas de una fina capa de sal.

Pasados los treinta días en el mar todo tenia un poco de humedad y un gusto levemente salado. Nuestro enjuague intentaba sacar un poco de la sal de Atlantico y devolver el proceso de humidificación a su comienzo. Claro que esta batalla no iba a cesar. Era una lucha que no tendría fin y en la cual la humedad y la sal siempre nos iban a ganar.

Disfrutamos del sol en la marina y nos preparamos para conocer la cuarta mejor ciudad del país mas orgulloso del mundo. Brasil se quiere a si mismo y esto esta muy bien.

 RUTA DIA 35

Ruta Dia 35 - Entrada a Vitoria

Ruta Dia 35 – Entrada a Vitoria