Llego el día de despedir a Horacio Insua y Carlos Valente que debían retornar a sus obligaciones en Buenos Aires. Luego de una emotiva despedida los vimos caminando hacia la rambla que los llevaba a la terminal de ómnibus de Florianópolis. Les aguardaba un largo viaje en bus hasta la capital. Me imagino las charlas entre ambos durante el trayecto comentando las peripecias pasadas y conjeturando sobre nuestro futuro en el mar.
Fue importante contar con estos dos amigos en esta primera etapa con varios incidentes. Si mal no recuerdo fue uno de ellos ( tal vez Carlos ) el que sugirió la idea de soplar con el inflador del bote cuando intentábamos descubrir por donde entraba el agua. La cordialidad y el compañerismo entre los cinco fue impecable durante los nueve días de navegación. No importaba si alguno se mareaba, los demás estaban ahí para asistirlo. No había ordenes, se hacia lo que se debía hacer para lograr el objetivo común.
El segundo día en Brasil fue el día en el que por fin encontramos un mecánico recomendado por alguien del club. Como no sabían el teléfono había que ir a buscarlo a su taller al otro lado del puente, del lado del continente. Llegamos bien con las indicaciones que nos había dado el socio que lo recomendaba. Al entrar preguntamos simplemente por Gaucho. En seguida salió un hombre de edad intermedia con las características que uno espera observar en un mecánico: ropa color violeta, manos engrasadas y sudor en la frente. Nos dijo que podría ir al Iate Clube al día siguiente para ver que le pasaba al motor de la Treme. Nos volvimos contentos pensando que tal vez al día siguiente el motor ya estaría reparado.
De vuelta el el club decidimos tomarnos unas cervejas en el bar. Recuerdo que el calor era agobiante y Daniel pidió, además de la cerveza Brahma, una lata de Fanta Naranja. Nunca había probado la interesante combinación entre la cerveza y gaseosa anaranjada. Aun hoy recuerdo este momento cuando combino ambas en mi casa de North Miami. Ciertas cosas se quedan en nuestra memoria marcadas a fuego, como si quisieran decirnos algo que no logramos descifrar. La naranja con cerveza nos calmo la sed y nos dio el relax para esperar hasta el día siguiente cuando llegaría Gaucho a reparar el Volvo.