Dia 5: Rio Grande

Creo que todos los miembros de la tripulación comenzamos a darnos cuenta de que esta primera etapa no seria tan fácil. Siendo todos navegantes a vela estábamos acostumbrados al arrullo constante de las olas y el viento. Desde que entramos en aguas brasileras es como si el océano nos hubiera puesto a prueba de un modo peculiar: no nos brindo mal tiempo ni percances graves con los que lidiar. El examen fue un examen de paciencia, la principal virtud que todo navegante debe llevar consigo si quiere llegar a buen puerto. Pasaban las horas y el viento del noreste no pasaba de los 10 nudos. El motor era nuestra única opción. Calculo que estuvo encendido una 20 horas sin parar y todos sabíamos que no habría combustible suficiente como para llegar hasta Florianópolis que aun estaba a mas de 400 millas de nuestra posición. El Tremebunda había sido pensado por mi padre para ser un velero de crucero pero no para hacer travesías tan largas a motor como la que nos estaba tocando. El tanque de combustible que se encuentra en la entrada central, justo arriba del motor carga 80 litros lo cual nos daba como 40 horas a motor. Teníamos además un par de bidones de 20 litros en la proa , pero así y todo sabíamos que no nos iba a alcanzar.

Entonces Daniel sugirió entrar en Rio Grande. El había parado allí en algún viaje que había hecho con el Cenizo hacia Brasil. Describió con lujo de detalle la entrada al puerto con esa imponente escollera de mas de tres kilómetros de largo en la que se podía cargar combustible en una estación flotante a un par de millas para adentro. No haría falta ingresar hasta el pueblo que se encontraba como una hora de navegación para adentro. Nos miramos y asentimos: era la opción mas acertada.41808390

Cambiamos el rumbo durante algunas horas haciendo que la proa nos guiara hacia la costa de la cual, hasta el momento habíamos intentado alejarnos sin mucho éxito. Cerca del mediodía comenzamos a ver la inmensa actividad de buques y pesqueros que transitaba en la rada del puerto. Un rato mas tarde se divisaron las inmensas escolleras que dan ingreso al Puerto de Rio Grande. Estas escolleras (que los locales llaman moles da barra ) tienen la particularidad de tener vías dentro de ellas. Por ellas transitan unos carritos a vela ( llamadas “vagonetas” y conducidas por “vagoneteiros” ) que ayudaron a transportar las piedras para construir la escollera y ahora transportan turistas de un extremo al otro. Esta peculiaridad no he vuelto a observarla desde entonces.

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Mientras ingresábamos por el canal nos cruzamos con infinidad de pescadores que iban y venían hacia el mar que les brindaba el sustento. Me acorde de mi abuelo Negro que durante décadas paso sus tardes pescando en el Paraná, frente a Zarate. También pensé  sin titubear que el oficio de pescador debía estar entre los mas nobles del planeta. Mi amigo Nicolás, con quien hemos hablado del tema de los oficios en nuestras sesiones de charlas “de color” sin duda estaría de acuerdo.

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molhes da barra

Tal como lo había pronosticado Daniel, la estación de servicio flotante se hallaba del lado de la escollera sur. Paramos y fue curioso ( aunque esperable ) escuchar el portugués de los pescadores que cargaban diesel y los empleados de la estación. Calculo que mi sorpresa era porque no se suponía que en el quinto día ya estuviéramos parando en Brasil. Esto me mostro que lo que uno espera es siempre bien distinto a la realidad que nos sorprende día a día. En unos diez minutos llenaron el tanque principal del Tremebunda y dos de los bidones extras que se habían ya vaciado. Pagamos en dólares y sin titubear nos soltamos de la estación flotante para seguir en el camino planeado. Hasta Floria sin escalas, aunque las sorpresas seguirían llegando.

RUTA DIA 5

escolleras grandes

La entrada a Rio Grande para surtirnos de mas combustible

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