Vive en la montaña el aire raro de los dos mirándonos. Huellas sencillas de un pasado que no esta pero existe.
El elemento central es la palabra, pero la rigidez de las formas impide que el hielo se forme, a pesar de la altura.
Conociendo espacios en la altura con un catalejo que no alcanza a verlo todo, pero que revela la naturaleza tal como parece ser desde abajo.
El aire límpido resbala por nuestras narices como un borbotón de vida. Ese aire es el que nos hace vivir en la altura.
Recuerdas otra montaña que habías visto años atras y te das cuenta, que las rocas , a pesar de tener un origen común, son todas diferentes.
Entonces resbalas por una grieta dulce que desciende. Vas viendo el resplandor como se aleja. El eco resuena, cada vez mas claro. La montaña nos llama y a ella llegamos para conocerla. Nuevamente la materia y el alma se funden, son una con la tierra que nos vio crecer.
Sabes que el cielo es mas arriba, pero la montaña es tan alta que el cielo la abraza como un amante celoso y posesivo.
Sale en la montaña el claro resplandor de lo frío. Lo puro, caído desde arriba, llega a brillar sobre nuestras cabezas. Aquí arriba si vibramos, si se puede pensar en que flotar no solo es posible, sino que ocurre cada vez que te imaginas siendo uno con las rocas y la tierra.
Respiras puro el aire que te deja para volver a su boca un instante antes de que la beses allí en lo alto.