Las Palabras

Comenzó la búsqueda de las palabras. Sabía que por allí, dentro de su cabeza, estarían algunos de los proverbios y calificativos adecuados a su necesidad. Sabía además que no tenia demasiado tiempo, dado que eran ya las tres y veinticuatro.

Desde hacia unos días la cuestión estaba inusualmente precavida y silenciosa. Con una premeditación y cuidado curioso que nunca le había puesto a nadie pensó las palabras. Las palabras eran la clave.

Esas mismas palabras que le habían conseguido tanto y le habían dejado tan poco eran las mismas que conocía desde siempre. Algunas desde los seis años, otras ya aprendidas en su época de universitario, antes de que cambiara el milenio.  A pesar de no estar seguro de si su estrategia funcionaría, se decidió a intentarlo una vez mas, como si las palabras fueran el único camino por el que supiese transitar.

Ya eran las tres y veintiocho y no había logrado sacar una frase. Sabía que se sucederían una tras otra, como le sucedía siempre, como si alguien le dictara. Y llego entonces la primera frase mientras dudaba acerca del formato. ¿Poesía, otra vez?

 En el denso aire,

tenaz arde la esencia de tu alma

Sucede que apunta alto y

yo estoy aquí abajo, dentro de una caja cubierta por escombros.

Tu estas allí parada encima de los restos del derrumbe

y te grito pero no me escuchas.

Se que es un grito apagado, que no molesta

Ni llega a tus oídos,

pero cuento con el anhelo de que algún perro rescatista los oiga.

El perro no me escucha porque yo no se si existe

Estoy abajo y supongo que tu estas allí arriba.

Se detuvo a pensar que tenía que ver ese derrumbe con su vida y la de ella.  En cierto modo todos los días estamos moviendo escombros, pero no era una imagen muy bonita ni esperanzadora. Si quería decirle algo a Patricia debería ser mas directo. Menos lúgubre tal vez. Empezar de nuevo o retocar. Ninguna de las dos opciones le cuadraba. Al final… ¿ que es lo que quería lograr?

Las tres y treinta y cinco. Las palabras cambiadas volvían a emerger.

Respiro un aire bondadoso,

Ese aire de reconciliación que siempre quise y nunca tuve.

Frente a mi nariz, la tuya respira el mismo aire.

Físicamente las moléculas pasan de mi a ti

y de ti a mi.

Ese intercambio me calma.

Me hace existir en una pretendida comunión.

Salgo de la cama y te miro.

Las moléculas se quedan contigo porque allí se esta mejor.
Era un cambio positivo. No estaba seguro (nunca lo estaba ), pero algo le decía que  el mensaje era mas poético y menos lúgubre. ¿Por qué siempre le gustaba lo oscuro si por dentro se sentía luminoso? El lado oscuro era el lado que no quería mostrar.

Rompió el papel de la primera poesía y se quedo cavilando sobre como se sentiría ella acerca de sus dudas. Las dudas las había tenido siempre pero solo el sabía que no se referían a ella. Creía que las dudas estaba en ese pedazo de papel frente a el. Que lo habían acompañado desde chico a todas partes. Entonces se acordó de las palabras, que también lo habían acompañado desde pequeño. ¿Eran acaso aquellas palabras que tanto lo embelesaban el origen de la duda eterna?  Algo le decía que si. Sin palabras no hay dudas.

Decidió romper la segunda hoja de papel. Esta vez seria mas concreto, mas claro y conciso. No sabia como escribir haikus pero algo así era lo que se necesitaba. Por media hora intento volver a la tercera hoja en blanco, pero le caían los mensajes, los llamados, la demanda de lo urgente que tan poco le importaba.

Las cuatro y seis minutos. Debía concluir de algún modo.

 

En la acera del amor hay mil baldosas similares.

Las hemos ido pisando, todas iguales, todas distintas.

Cada paso, desde allá y desde acá,

se parece y a su vez es diferente.

Tu aroma es diferente.

Tu piel tersa.

Tu boca sugestiva.

 

Estoy parado y te miro

a quince baldosas de distancia.

Doy un paso y ya no estas.

Al darme vuelta resignado,

te veo sonriéndome

con esa expresión hermosa que sabe hacer tu cara.

Me despierto y tu boca duerme

a quince baldosas de distancia.

Le pareció que otra vez había retrocedido, pero ya no le quedaba tiempo. Era hora de cortar las palabras y entregarse a ellas.  Entregarse a la duda era la respuesta.

Iría por ella a las cinco y el poema no estaba listo.

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