Con el amanecer comenzamos a ver los morros que dominan la costa de Angra. La bruma y la llovizna no nos permitían ver claramente la costa. El avance del barco seguía siendo lento y la llegada se estiraba minuto tras minuto. Ya pasadas las siete, la costa comenzó a mostrarse mas claramente. Se veían en la distancia las casas precarias sobre los morros y debajo los veleros anclados frente a la marina del Pirata’s Mall hacia la la cual nos dirigíamos.
Ya cuando quedaban un par de millas el Volvo no dio mas y se paro. La suerte estuvo de nuestro lado una vez mas. Daniel diviso un velero muy particular que nos pasaba a solo 50 metros y no dudo en hacerle señas para que nos diera remolque. El VHF ayudo a que el mensaje fuera mas claro: necesitabamos ayuda para llegar hasta la marina. Se trataba del Pericles, un velero de amplias curvas ( tipo corcho ) de metal que era la vivienda y medio de vida para Sergio y Cris. A bordo del Pericles daban clases de buceo para turistas y aficionados al buceo en una de las mejores zonas para mergulhar en Brasil. Daniel los conocia de un viaje previo por Angra.
Llegamos lentamente a remolque hasta los muelles de cortesía en la que la mayoría de los austeros navegantes se hospedan durante el día sin cargo. De noche todos sueltan las amarras y se fondean a metros de la costa donde las aguas son calmas como un estanque y el ruido de la ciudad aun se puede percibir claramente.
Yo estaba agotado por la noche de poco sueño y constante atención al timón que se mantenía en un rumbo inestable en nuestro improvisado sistema de cuerdas y piolines. Era hora de descansar un poco, así que en vez de salir a caminar por Angra me recosté en la litera de proa. Creo que descanse unas tres o cuatro horas y recuerdo que al levantarme Daniel y Eduardo ya habían estado a la búsqueda de un soldador para reparar el timón de viento. La noche previa nos había enseñado lo esencial del timón de viento era para este viaje.
Habían encontrado un soldador que podía reparar la pieza al día siguiente. Al levantarme ya ambos estaban desarmando el timón de viento para poder llevar la pieza al soldador de la Avenida Reis Magos.
Además nos quedaría encontrar la solución al tema del motor y su falla. Decidimos que primero intentaríamos ver porque había retornado la falla a los inyectores nuevos y luego ver si podíamos solucionarlo nosotros mismos o si deberíamos recurrir a un nuevo mecánico. Aprendí que durante este tipo de viajes unos se hace experto en temas que uno nunca tuvo la dedicación o el interés de aprender, pero que al hacerse necesarios uno aprende por supervivencia.
El resto del día nos pasamos ordenando el barco y desarmando el timón. Otra tanda de reparaciones nos aguardaba en la lluviosa Angra.