Dia 77: Abierto de Polo

La sociedad de Barbados se divide del mismo modo en que se dividen todas: los que tienen y los que no. Era el día que nos tocaba observar de cerca a los que tienen en Barbados.  Como el torneo era a la tarde nos dedicamos a descansar en cubierta y sacar algunas fotos para registrar el paraíso en el que nos había dejado el Volvo esperando sus repuestos.

Después del mediodía decidimos iniciar nuestro camino hacia el desconocido mundo del polo. Desde mediados de los ochenta que no tenia un taco de polo cerca. En aquella oportunidad mi gran amigo Juan Pablo Garat, me había intentado enseñar como se taqueaba durante una de mis estadías en el campo de su familia. Desde entonces no había vuelto a ver Polo mas que en las noticias, cuando alguno noticiero argentino decidía compartir el deporte de la elite con la mayoría de los que no tienen cable.

En el camino de ida preguntamos en el centro por el club de polo y nos indicaron que debíamos subirnos en un bus con el resto de los que no tienen nada. Como nosotros tampoco teníamos mucho, logramos camuflarnos en el bus que transitaba la ruta que recorría la costa oeste de la isla. Teníamos que bajarnos cerca del afamado club de golf Sandy Lane, del cual el millonario del polo también era dueño. Era curioso ver como una porción tan grande de un país tan pequeño estaba en manos de una sola familia. Esto sucede en muchas naciones pero es mas evidente de ver en una nación insular que puede recorrerse en una tarde arriba de un autobús.

Serian las dos de la tarde cuando el chofer el bus nos hizo señas de que nos aproximábamos al sector elitista en el que debíamos bajarnos. No teníamos pinta de empleados ni de polistas, por lo que el chofer se habrá quedado pensando que estaríamos haciendo en aquel sector privilegiado. Tal vez no se pregunto nada y se limito a mirar su reloj para constatar que aun le quedarían dos vueltas a la isla.

La zona de Sandy Lane

La zona de Sandy Lane

Caminamos como un kilometro alejándonos de la costa y los autos de categoría que nos dejaban bajo el polvo nos daban la indicación de que estábamos yendo bien. Vimos las banderas a lo lejos y el ambiente que se tornaba cada vez mas exclusivo. Se veían cuatro tipos de personas: los empleados, los espectadores, los polistas y nosotros. Sapo de otro pozo es una expresión que calza bien para esta experiencia. Éramos sapos alegres si se quiere, que salíamos de la humedad del barco para observar a la alta sociedad de Barbados en uno de los eventos mas celebrados del año. Alguien nos comento que este era el relanzamiento del Abierto de Polo de la isla y se notaba que le habían invertido esfuerzo, dedicación y sin duda dinero.

El Barbado Polo Club

El Barbado Polo Club

Cuanto mas nos adentrábamos en el club mas nos sorprendía la escena. Las chicas no se parecían en nada a las que bailaban todas las noches en el Boatyard. Con sus vestidos floreados y sus ojos claros ocultos bajo lentes bien oscuros, ni siquiera notaban nuestra presencia.

Fuimos en busca de los argentinos que nos habían invitado y no nos costo tanto encontrarlos. Eran los únicos dos sudamericanos de todo el torneo y en seguida nos dijeron donde se estaban preparando para su partido. Los muchachos nos recibieron con un abrazo provinciano que parecía el reencuentro con antiguos amigos. Ellos también estaban alegres de encontrar compatriotas en una isla en la que se creían los únicos argentos. No quisimos distraerlos mucho dado que a eso habían venido desde las pampas: a jugar.  Nos colocamos a un costado de la cancha como si no nos correspondiera subir a los palcos en el que los espectadores apreciarían el deporte y conversarían sobre lo banal de sus vidas.

Cada charla, en cada reunión, en cada ciudad se parece un poco en que son las personas reuniéndose e intercambiando frases idiomáticas las que conforman el evento mismo. El evento no son los chukkers, ni los goles, ni las jugadas. El evento es la gente que va al evento. El publico no es el que va a ver lo que sucede. El publico es el evento en si. Nosotros como meros observadores de esta realidad nos estábamos divirtiendo bastante.

Polo en Barbados

Polo en Barbados

Los caballos habían ya comenzado a correr y los polistas a golpear la bocha blanca. Cuando estaban en el otro extremo de la cancha, la bocha blanca se perdía en el tapete verde e impecable sobre el que habrían trabajado durante meses los jardineros de la cancha. El clima acompañaba con una fresca brisa y un sol radiante.

El partido comenzó y el compatriota entro a la cancha a reemplazar a otro que tenia cara de jugador adinerado sin mucha idea de polo. La bocha iba y venia y se nos hacia complicado seguir al argentino. Cada tanto nos pasaba cerca y lo reconocíamos, pero enseguida nos distraíamos con alguna chica que pasaba sin mirarnos y se nos volvía a perder.

Pasaron los chukkers, se sucedieron los goles y se cambiaron caballos infinidad de veces. Viendo esto me quede dudando en la satisfacción de los animales de jugar un deporte que no habían creado y del cual eran solo títeres. De todos modos algo me dice que en el caballo debe haber algo de disfrute en esos piques a fondo tras la bocha.

La tarde fue cayendo y empezaron otros partidos. No se bien que resultados se dieron pero el publico parecía contento. La interacción social seguían en auge y tras probar un par de copas gratis que nos dieron los mozos que pasaban con las clásicas bandejas sentimos que era hora de volver a la humedad del Tremebunda. Nos despedimos del polista y su petisero. Le agradecimos la invitación y les deseamos suerte en su regreso. Ellos nos devolvieron el gesto con saludos y abrazos. Nunca mas volvimos a verlos pero el polo de Barbados aun se sigue preguntando quienes eran esos dos sujetos de bermudas en su cancha recién estrenada.

Dia 76: La resaca

El día comenzó con dolor de panza, o mas específicamente con la vieja y conocida “resaca” ( aka guayabo, cruda, hangover). Cuando fui hacia el cockpit sentía a mis ojos cerrados como una puñalada en una lata ( frase tomada del oeste bonaerense ). Al asomarme pude reconocer la silueta de Eduardo sentado en el cockpit. Unos segundos mas tarde pude reconocer sus facciones y darme cuenta de que su cara no aprobaba del todo mi comportamiento de la noche anterior. Pero había algo mas que desaprobación en su mirada, casi diría que había un cierto disgusto en sus ojos que no llegaba a comprender. Sin siquiera decir una palabra apunto con su índice derecho hacia la cocina. Me di media vuelta y pude ver el motivo de su justificado malestar. La bacha de la cocina era el testigo del alcohol en exceso de la noche anterior.  No recordaba haber lanzado la noche anterior, pero no cabían dudas de que esa materia viscosa me pertenecía. Sin decir mas palabras me puse a limpiar la cocina hasta dejarla como si nada hubiera pasado? Mi estomago igual aun sentir los excesos de la noche anterior. Por adentro pensé: una noche cada tres meses no esta tan mal, pero mantuve ese pensamiento para mi solo para no reavivar el disgusto de mi compañero.

Una vez limpia la cocina, la cara de Eduardo cambio, pero aun conservaba algo de ese gesto de regaño paternal que tal vez en algunos años me toque practicar con Tobías y Damián.

Al mediodía fuimos a tierra para llamar a los del service. Les avisamos que conseguiríamos la pieza en Miami y que se las enviarían. Esperábamos que al comienzo de la semana siguiente la tuvieran allí.  La verdad es que estábamos habituando a la vida de esta paradisiaca isla. Cuando uno caminaba por las calles de Bridgetown se sentía invadido por el relax de la gente que crece en el caribe. Allí se trabaja duro, pero se termina temprano. Es una sociedad que tiene admiración por Bob Marley y la cultura Rastafari, pero sin dejar de despegarse de la influencia británica que uno ve en cada esquina.

La Treme desde el lado de la playa. Tal vez la saco Gaspar.

La Treme desde el lado de la playa. Tal vez la saco Gaspar.

A eso de las tres de la tarde paso Gaspar por el barco para invitarnos a hacer Kite Surfing. El español se había traído la tabla y el kite a bordo de su velero y pensaba ir con su bote a motor para el lado este de la isla en la que seguramente habría suficiente viento.

Mi estomago decidió pasar a la invitación pero Eduardo se subió al bote para acompañarlo y tal vez intentar remontar en ese barrilete humano que tan divertido parece. Pensé que de seguro tras el kite se le quitaría la bronca que le había dado mi borrachera. No era para tanto, pero creo que me daba mas pena a mi por que era la primera vez que mi compañero se molestaba (con razón) conmigo.

Cuando estaba atardeciendo prendí la radio y pude comunicarme con Lastiri, quien me confirmo que mi padre estaría mandando la junta de la tapa de cilindros directamente a la dirección del service oficial de Volvo. Era un alivio saber que contaríamos con la pieza en un par de días.

Ya estaba anocheciendo cuando Gaspar trajo de regreso a Eduardo. Al parecer se habían divertido mucho en su excursión. Gaspar había volado por sobre las olas de Atlántico. Eduardo lo había intentado pero dadas las dimensiones de la vela que habían llevado le faltaban cinco o diez nudos de viento para lograr salir planeando.  Igual se veía feliz de haberlo intentado.

Quedamos en comer algo y bajar al Boatyard para no perder la costumbre. No se bien que habré cocinado pero de seguro me esmere en cocinar un buen arroz, que seria la primer comida que probaba en el día.

Como a las nueve Gaspar nos aviso por radio que no bajaría al Boatyard dado que prefería descansar. A el también le estaba pegando el exceso de la noche anterior.

De todos modos bajamos con Eduardo para ver quienes caían a nuestro bar de recalada. Tomamos un par de cervezas y me acerque al DJ para dejarle una copia del master de mi primer disco “Little Boy”. Hasta ese momento casi nadie había escuchado el disco dado que lo había terminado un mes antes de salir hacia Miami en la Treme. Al rato mientras me pedía una segunda cerveza escuche sonar “Can’t Change” por el impactante sistema de sonido del Boatyard. No voy a olvidarme la sensación de poder escuchar mi producción a tan alto volumen y con graves tan profundos. El perfeccionista sonoro que habita en mi se quedo debatiendo sobre el contenido de graves del master de esa pista.

Mientras terminaba de sonar el segundo tema de mi primer álbum logre reconocer el claro acento argentino en dos muchachos jóvenes que se encontraban a solo dos metros nuestro. No tuvimos mas opción que acercarnos. Habíamos visto algunos morenos que vestían la camiseta albiceleste en el centro de Bridgetown pero estos muchachos eran lo mas cercano a lo argentino que veíamos desde nuestra despedida de Daniel y Pepe en Salvador.

Nos dijeron que estaban de visita para jugar un torneo de polo ( El Barbados Open si mal no recuerdo ) que comenzaba al día siguiente. Nos contaron como los contrataba el millonario de la isla, que era dueño de medio Barbados y además del equipo de polo. Por supuesto que dicho millonario jugaba en el equipo. Lamentablemente no recuerdo el nombre de los muchachos pero si recuerdo su simpatía. Uno era jugador y el otro su petisero ( el que le cuida y entrena los caballos ). Tras una tercera ronda de cervezas nos invitaron a acercarnos hasta el club de polo a la tarde siguiente. Sin dudarlo aceptamos la invitación. Estábamos de vacaciones por el fin de semana hasta que llegara la pieza desde Miami.