Es tarde y estoy cansado. Los chicos acaban de dormirse y el sueño pretende vencerme sin que logre hacer la crónica diaria del viaje. Hoy a las siete Damián me despertó con patadas en la espalda. Todas las noches duerme solo en un cuarto improvisado que le hicimos en medio de equipos de grabación, guitarras y libros. Pero anoche fue distinto, lo intentamos poner a dormir en el cuarto con Tobías, pero a mitad de la noche el resfrió que se había agarrado nos dijo que era hora de empezar a pasar una noche con interrupciones. Durmió entrecortado en medio de sus padres. En cierto modo era justo porque las patadas nos despertaban a los dos. Así seguimos hasta las siete cuando ya pude abrir un ojo y verlo sonreír entre los mocos que le caían.
Cada día es un desafío distinto pero en cierto modo similar al desafío del día anterior. Hay algo de rutinario y algo de nuevo en nuestras vidas y , en este sentido el viaje de hace una década se parece también a la vida de todos los días. En el 2003 era empezar la guardia de la madrugada, irse a acostar tarde antes de que me venciera el sueño ( como ahora ). Luego despertarse y ver los rumbos. Actualizar la posición y tomar mates con Eduardo. Planificar la ruta ( como ahora ) y leer un rato. No había celulares ni correos electrónicos, no había estaciones de servicio, ni semáforos. Las responsabilidades eran otras, pero en esa libertad del mar existía otra rutina difícil de describir. Cientos de veces me han preguntado si no me aburrí durante el viaje y la realidad es que no tuve tiempo de aburrirme. Siempre había algo para hacer dentro de nuestra rutina de viaje. Al final de la tarde llegaba la hora de la radio y saludábamos a Julio o a Lastiri. A partir de Bahía también hablamos un par de veces con Pepe y con la ronda de navegantes de Rafael. Terminábamos de hablar mientras se hacia de noche y esto significaba que habría que preparar la cena y volver a comenzar el ciclo cuando Eduardo se iba a la cucheta.
Estábamos casi llegando a la mitad de nuestro tiempo de viaje, aunque esto no lo sabíamos entonces. En distancia nos quedaba recorrer mas de la mitad pero sabíamos que una vez que lográramos pasar Cabedelo, esa punta de la panza de Brasil, la corriente y los vientos alisios nos iban a ayudar a avanzar mucho mas rápido. En esta etapa desde Bahía la navegación fue calma. No avanzábamos mucho a causa de la corriente que bajaba paralela a la costa y llevaba el agua para el lado de nuestro país de origen. Durante el día pasamos frente a Estancia y Aracaju, según nos decía la carta digital pero nuestra distancia a la costa no nos permitía ver nada. La costa era baja y solo se veía la tierra si estábamos a quince millas o menos de la misma. Esto no nos preocupaba en lo mas mínimo. La preocupación era mantener el rumbo y recorrer las millas. Un día menos en la rutina del mar. Un día mas cerca de la rutina que comenzaria en Miami. Estas palabras tipeadas me sacan un poco de la rutina de los pañales en la que gustosamente vivo y espero que al menos a algunos también los embriague un poco con el gusto salado de la travesía de la Treme.
RUTA DIA 47