Dia 79: La Inglesa

Estimábamos que hoy debería llegar la junta que había enviado mi padre desde Miami. Hoy vivo con la computadora, que indica a que horas llega cada ítem ordenado por internet. Hace una década el calculo se hacia a mano, como se hacia la navegación en los ’70 y los relojes en el siglo XIX. Se nos había indicado que debía llegar entre lunes y martes. Era lunes y nuestra esperanzas era que los mecánicos zulú aparecieran mágicamente a instalar la junta que ya nos había demorado una semana en esta encantadora isla.

Pasado el mediodía baje al Boatyard para hacer el llamado de averiguación al service. Aun no había llegado, pero en general, me informaron el UPS pasaba a media tarde. Les dije que volvería a llamar ya que nuestra intención era que la instalación se hiciera ese mismo día.

Volví al barco y cocine alguna comida de las que requerían poco esfuerzo y proveían las mínimas calorías como para seguir adelante. Hicimos tiempo leyendo y escuchando música. El día era diáfano y la brisa era suave. Sin duda Barbados nos estaba invitando a quedarnos para siempre, pero nosotros sabíamos que teníamos que declinar la oferta para poder seguir adelante con nuestro cometido.

A eso de las dos y media volví al teléfono del Boatyard para insistir con los del service. Buenas noticias: la pieza acababa de llegar. Mi boca seguía hablando mientras la sonrisa se lo permitía. Sentí una sensación de felicidad instantánea e ilógica por la llegada de una paquete de UPS a Barbados. Acto seguido les pregunte cuando podrían llegar los mecánicos para completar la instalación. Malas noticias: no podrían enviar a nadie hoy. Los mecánicos zulú estaban en un trabajo en el que se demorarían el resto de la tarde y no tenían a nadie mas para venir a instalar la junta. Mis ilusiones se fueron al piso tan rápido como habían ascendido desde la incertidumbre del primer llamado. Prometieron enviar al gordo y el flaco a la mañana siguiente. No había mas que esperar y ejercitar la paciencia una vez mas.

Volví al barco para comunicarle la novedad a Eduardo. Se resigno a esperar tal como lo había hecho yo tres minutos antes mientras caminaba por el muelle del Boatyard. No recuerdo bien en que pasamos la tarde, pero recuerdo haberme tirado al sol, haber leído mas Cortázar y haber tocado un poco de la Yamaha acústica que me acompañaba desde el ’96.

La aceptación de nuestro destino era crucial como elemento para sostener el sueño vivo. Cada día aceptamos lo que nos toca perpetuando la realidad en la que vivimos y creo que esto es lo mas mágico de vivir la vida que a cada uno le toca. De algún modo elegimos vivir en el universo que hemos creado y esa elección se repite día a día. El sueño en verdad esta cumplido. Lo que mas queremos es vivir el destino que nos hemos elegido para nuestras vidas. Cualquier otra ilusión es en verdad una distracción, un oasis imaginario en el que no toleraríamos pasar mas de un minuto.

figura

Por la noche invite a Eduardo a bajar al Boatyard, ya que parecía que habría fiesta esa noche también. Eduardo prefirió quedarse hablando por radio y yo preferí ir a ver que sucedía en la costa. La noche en el Boatyard se parecía bastante a las anteriores. Había gente a pesar de ser lunes porque se notaba la presencia de americanos y canadienses que habían llegado el fin de semana.  Era la temporada alta para Barbados. En el norte el frio alentaba a los gringos a venirse para el caribe. Nosotros en cambio, estábamos tratando de llegar al país del norte, aunque vale aclarar que Miami no se parece mucho a los Estados. La música era la misma que la de los días anteriores. El DJ tenia una formula que parecía funcionarle y se notaba que había decidido no cambiarla. Era de la filosofía “if it ain’t broke don’t fix it”. El ritmo BUM, BUM, BUMBUM, BUMBUM de Sean Paul hacia mover a la turistas colorados de tanto sol sin la misma gracia con la que vimos danzar a los locales la semana anterior. Definitivamente, los cuerpos se movían, pero no de igual modo. Iban y venían en la pista, pero no se pegaban como los de bailarines de la semana anterior. Me senté a un costado a observar el peculiar espectáculo, que llamaba la atención mas por lo grotesco que por lo artístico. Siempre me gusto observar el baile y analizarlos sin intentar nunca hacer una replica personal del mismo. A fin de los ’80 mientras visitaba por segunda vez Kheyvis había decidido que no me gustaba bailar y que en todo caso mi relación con la música seria la de compositor y no danzarín.

White Dancers

White Dancers

Al rato se me sentó al lado una chica que tenia cara de simpática. No era linda, pero sin duda valdría la pena iniciar una conversación. Era inglesa y se encontraba visitando la isla con sus padres. Tras un par de minutos me di cuenta de su simpatía era mas amplia de lo que pensaba. Esto no hacia que me pareciera mas linda, pero si hacia mas amena la charla. Tal vez hablamos sobre los danzarines, o yo haya intentado hacerme el interesante con algún cometario semi jocoso. Casi me imagino lo que le dije, aunque no lo recuerdo precisamente. Antes de que se termine la fiesta caminamos un rato por la playa y note el brillo en sus ojos. Era la situación ideal pero algo me decía que no era apropiado aprovecharse de la situación en ese modo. Mi mente rebobino y pensé en la mano del Diego en el ’86. No podía volverles a hacer eso. No soy vengativo y además la inglesa no me gustaba. Seguimos charlando un rato mas y la acompañe hasta el auto. Antes de despedirnos, no se como ni en que forma notamos que ambos habíamos nacido el mismo día. Exactamente el mismo día: el 27 de abril del 75. Hacia casi veintiocho años. Nos parecía una increíble casualidad a los dos, pero este hecho no iba a cambiar nada. Era hora de despedir a la inglesa que se regresaría donde los padres la estarían esperando como a toda hija única que vacaciona con los papas a los veintisiete y tres cuartos.

Regrese remando al barco en el que mi compañero dormía y mis sueños de llegar a Miami se encontraban congelados junto al block del motor.