Dia 29: Niteroi

Habíamos pasado un par de días increíbles en Rio. Las grandes ciudades tienen algo de atractivo que las hacer irresistibles. También tienen su lado oscuro: la delincuencia, la marginalidad y la suciedad de la urbe. Rio de Janeiro lo compila todo de un modo original. El marco que la rodea, las playas anchas, la integración de las masas. Es un escenario único que no se parece a nada mas.

Luego de una charla final con la tripulación del Tocorime, nos animamos a cambiar de amarra. Justo al este de Rio, al otro lado de la Bahía de Guanabara se encuentra Niteroi. Una ciudad pegada a la gran urbe que tiene un sabor especial, como un barrio dentro de una gran ciudad. Los amigos del Tocorime nos aconsejaron acercarnos al Jurujuba Iate Clube por su reconocida hospitalidad. Ni Eduardo ni yo lo dudamos. Era la oportunidad de conocer la vereda de enfrente.

Cruzamos la Bahía de Oeste a Este . A nuestras espaldas el Corcovado nos miraba. Su Cristo Redentor nos abría los brazos como invitándonos a regresar el día que quisiéramos, pero nosotros estábamos decididos a no volver. Desde Niteroi seguiríamos viaje hacia el norte.

La vista desde el medio de Guanabara es imponente. La abertura entre los morros por la que volveríamos a ingresar al Atlántico le da a esta Bahía un toque mágico y épico a la vez. Como si aquí se pudiera compilar la historia universal. Era un marco geográfico de esos que uno pocas veces puede apreciar.

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La marina del Jurujuba

El cruce solo nos tomo poco mas de una hora y siguiendo las indicaciones de la gente del Tocorime encontramos la entrada al Jurujuba sin problemas. El club se parecía en algo al club en el que había crecido, el mismo en el que había conocido a Eduardo una década y media antes. Existe una camaradería indescriptible en este tipo de clubes sociales en los que los socios si integran de un modo que los une como si fueran miembros de una tribu especial. Tal vez es la necesidad de pertenecer la que nos empuja a formar parte de clubes, de grupos, de consorcios y bandas. Esta unión nos hace parte de algo que es mas grande que el individuo. El colectivo cobra vida a través de la unión de las individualidades, pero es a través de estas individualidades a partir de la cuales el club cobra su esencia.

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El puente del Jurujuba Iate Clube

Desde que arribamos nos sentimos como en casa, como si el Club Barrancas tuviera una sucursal en Niteroi a la que habíamos arribado por casualidad. Enseguida nos invitaron a poner nuestro barco en una amarra de cortesía. Dijimos que solo nos quedaríamos un día, pero nos aclararon que si necesitábamos mas no habría problemas. A todos los brasileros les seguía causando mucha gracia el nombre de nuestra embarcación. Desde nuestra llegada a Florianópolis, en cada puerto encontrábamos las mismas sonrisas cómplices. Casi todos repetían el nombre diciendo:  “ Tremebunda… ja… Bunda Mole…je je..”. Mi padre le había puesto este nombre a la embarcación en honor al apodo que mi abuela materna le había asignado a mi madre cuando era chica. Aparentemente mi madre se metía en problemas y accidentes con harta facilidad y mi abuela inspirada en un personaje de una tira cómica de los diarios argentinos de los ’60 la apodo Tremebunda. Lo que mi padre no sabia es que la palabra Bunda  significa trasero en portugués ( o mas específicamente culo ) y Treme significa que tiembla. Esto lo asocian con la expresión “Bunda Mole” que literalmente significa Culo Blando. Convengamos que es un nombre bastante gracioso visto desde el portugués.

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Otra vista de la marina del Jurujuba

El resto de la tarde lo pasamos en el club y estábamos tan a gusto que ni siquiera salimos a recorrer las calles cercanas. El Jurujuba nos había recibido con los brazos abiertos y nosotros estábamos disfrutando del abrazo.

Dia 26: Rio de Janeiro

La mañana nos recibió con calor y un cielo limpio. Las nubes habían abandonado la Bahía de Abrão y pudimos ver una ultima tanda de turistas llegar a la Ilha Grande antes de partir. El motor por suerte arranco sin problemas. Parecía que al fin el viaje nos sonreía.

Levamos los cinco metros de cadena que nos conectaban con el fondo arenoso y dijimos adiós a la beleza de Angra. Solo eran unas 80 millas hasta Rio de Janeiro y el día debería bastarnos para hacer la travesía. El Tremebunda surcaba con calma en rumbo este frente a la curiosa barra que protegía a Sepetiba del Océano Atlántico. La costa se asemeja a una escollera de arena y provee a la costa donde se encuentra la civilización una protección privilegiada. Hacia la tarde comenzamos a ver las edificaciones en la costa de la Barra da Tijuca. Edificaciones privilegiadas para la gente de recursos. Así era Brasil y en esto se parece bastante al resto del mundo: unos pocos miran al mar mientras el resto se revuelcan en el barro. El día soleado me hizo sentir mejor por la pobre gente de Angra que había sufrido los desmoronamientos. Imaginaba que un día de sol era como un premio divino para quien no tiene techo.

Cristo

El afamado Pan de Azucar. Desde arriba del Corcovado el Cristo Redentor nos saluda.

Esta etapa nos dio el día de excursión que tanto nos merecíamos. Desde el cockpit y a la sombra de nuestra toldilla gris pudimos ver las multitudes que se asoleaban en las afamadas playas de Leblon e Ipanema. Viramos el Arpoador y ya pudimos ver aun mas gente en la mundialmente famosa Praia de Copacabana. Era mi primera vez en Rio y desde el océano ya me parecía una urbe única e impactante. Pero lo mejor estaba por venir. El imponente Pão de Açúcar frente a nuestra proa nos hacia notar que ya podíamos considerarnos en Rio, pero aun quedaban bastantes millas hasta llegar a la Marina da Gloria. Uno de los momentos que mas recuerdo fue pasar al atardecer en esa imponente entrada entre los dos gigantes: el Pão de Açúcar y el Morro do Pico.  En medio de los dos morros, la curiosa y relativamente diminuta Ilha da Laje en la que se asienta un fuerte antiguo y  faro solido con una gran base de cemento.  Ya quedaba poca luz y nos encaminábamos a la Marina que se encuentra pegada al aeropuerto de Santos Dumont surcando la Bahía de Guanabara de la cual tantas veces había oído en la canción “O Estrangeiro” de Caetano.

Llegamos ya de noche a la Marina da Gloria. Un curioso puerto deportivo con forma de caracol. Estábamos al fin en el centro de la fiesta del Brasil. Era hora de disfrutar de una Caipirinha o dos.

RUTA DIA 26

Ruta Dia 26 - de Angra a Rio de Janeiro

Ruta Dia 26 – de Angra a Rio de Janeiro