Dia 32: Cabo Frio

Nos levantamos sabiendo que nos tocaría un día de descanso en Cabo Frio. El viento del norte seguía aullando fuerte y nos confirmaba que la decisión de haber entrado con casi nada de luz natural el día anterior había sido la acertada. No es seguro fondear en aguas abiertas y sobre todo cuando el viento supera los 20 nudos.

Piedras

La entrada angosta del dia anterior. Las piedras parecen mas amigables desde la costa.

Eduardo y yo nos bajamos para ver que era lo que había en Cabo Frio. Ninguno de los dos teníamos demasiadas expectativas y la verdad que fue agradable la sorpresa. Nos encontramos con una ciudad de veraneo simple. La playa la teníamos a menos de doscientos metros del barco y comenzaba justo en la punta del faro que nos había guiado hasta la entrada el día anterior.

La entrada desde arriba del fuerte.

La entrada desde arriba del fuerte.

La amarra que nos habían dado de cortesía era parte del Iate Clube de Rio de Janeiro y el faro del que les hablo estaba montado sobre un antiguo fuerte de escala reducida al que entramos ni bien lo vimos. Desde el agua se había visto como una fortificación menor pero al verlo desde tierra entendimos que este era otro mas de los fuertes que seguiríamos viendo como resabio del Portugal colonialista.

Puente para ingresar al Forte Sao Mateus

Puente para ingresar al Forte Sao Mateus

Para ingresar al Forte São Mateus había que cruzar un mínimo puente dado que el fuerte se encontraba sobre un peñasco separado apenas unos metros de la punta de la bahía de Cabo Frio. Al subirnos pudimos ver el Tremebunda descansando las millas que tenia encima. El agua del rio venia de la Lagoa de Araruama, la cual era bastante extensa según lo que me dice el satélite de Google.

El Forte por adentro

El Forte por adentro

La recorrida por el fuerte fue rápida. Vimos los antiguos cañones y entramos a los  sectores autorizados. Nuestra misión era ver que había allí y no tomar una clase de la historia colonial del Brasil. Volvimos por el puentecito que desembocaba justo en el comienzo de la Praia de Cabo Frio. Empezamos a caminarla como si estuviéramos de turistas. Nos mimetizamos bien con nuestra remera blanca y los shorts de baño. Todos descansaban al sol y algunos ( como nosotros ) hacían el ejercicio de caminar mirando gente. Fue lindo relajarse y salir de la rutina del viaje por un rato.

La playa desde las piedras

La playa desde las piedras

Pero como toda caminata de playa, llega el punto en el que uno decide dar la vuelta. Media hora mas tarde estábamos en el Tremebunda almorzando algo. Conectamos la radio para ver si escuchábamos a alguien. Nuestros amigos de Zarate y Campana aun no estaban conectados así que dejamos la actividad para mas tarde.

Dormimos un rato dado que el viento seguía aumentando y bajo ningún punto de vista saldríamos a batallar los 30 nudos de proa que estaban aguardándonos detrás del cabo. Al salir del sopor de la siesta camine por la rambla con Eduardo en otro paseo turístico que derivo en compras de mas víveres para la siguiente etapa. En cada parada nos tocaba pensar que faltaba y que nos seria esencial. Dentro de nuestra memoria de navegantes había fallas y aciertos, olvidos y rememoranzas, pero al fin el surtido de alimentos de el Tremebunda había iba ido cambiando desde nuestra partida. Sin dudas ya a esta altura nuestra alacena era mas brasilera y los alimentos se iban simplificando en cierto modo. Así como no estábamos para aprender de historia, tampoco el viaje era un curso de cocina o una exhibición de platos exóticos. Se comía lo necesario para seguir adelante. En puerto uno podía darse algunos lujos adicionales como la mermelada, la fruta fresca o el pan. En alta mar, el océano nos dejaba comer lo cual es bastante.

El comienzo de la praia

El comienzo de la praia

Hacia el fin de la tarde escuchamos por radio la famosa Ronda de los Navegantes conducida por Rafael desde las Islas Canarias. Hoy no se si este servicio a los trotamundos a vela siga existiendo pero recuerdo la compañía que significaba escuchar historias de otros navegantes en otras latitudes a través de las semanas. Rafael desde Canarias les brindaba un pronostico del tiempo y les tomaba la posición por seguridad. Un fenómeno.

Luego pudimos al fin comunicarnos con Julio en Campana quien iba a telefonear a nuestras familias para avisarles que estábamos bien. La verdad es que estábamos de puta madre.

Dia 26: Rio de Janeiro

La mañana nos recibió con calor y un cielo limpio. Las nubes habían abandonado la Bahía de Abrão y pudimos ver una ultima tanda de turistas llegar a la Ilha Grande antes de partir. El motor por suerte arranco sin problemas. Parecía que al fin el viaje nos sonreía.

Levamos los cinco metros de cadena que nos conectaban con el fondo arenoso y dijimos adiós a la beleza de Angra. Solo eran unas 80 millas hasta Rio de Janeiro y el día debería bastarnos para hacer la travesía. El Tremebunda surcaba con calma en rumbo este frente a la curiosa barra que protegía a Sepetiba del Océano Atlántico. La costa se asemeja a una escollera de arena y provee a la costa donde se encuentra la civilización una protección privilegiada. Hacia la tarde comenzamos a ver las edificaciones en la costa de la Barra da Tijuca. Edificaciones privilegiadas para la gente de recursos. Así era Brasil y en esto se parece bastante al resto del mundo: unos pocos miran al mar mientras el resto se revuelcan en el barro. El día soleado me hizo sentir mejor por la pobre gente de Angra que había sufrido los desmoronamientos. Imaginaba que un día de sol era como un premio divino para quien no tiene techo.

Cristo

El afamado Pan de Azucar. Desde arriba del Corcovado el Cristo Redentor nos saluda.

Esta etapa nos dio el día de excursión que tanto nos merecíamos. Desde el cockpit y a la sombra de nuestra toldilla gris pudimos ver las multitudes que se asoleaban en las afamadas playas de Leblon e Ipanema. Viramos el Arpoador y ya pudimos ver aun mas gente en la mundialmente famosa Praia de Copacabana. Era mi primera vez en Rio y desde el océano ya me parecía una urbe única e impactante. Pero lo mejor estaba por venir. El imponente Pão de Açúcar frente a nuestra proa nos hacia notar que ya podíamos considerarnos en Rio, pero aun quedaban bastantes millas hasta llegar a la Marina da Gloria. Uno de los momentos que mas recuerdo fue pasar al atardecer en esa imponente entrada entre los dos gigantes: el Pão de Açúcar y el Morro do Pico.  En medio de los dos morros, la curiosa y relativamente diminuta Ilha da Laje en la que se asienta un fuerte antiguo y  faro solido con una gran base de cemento.  Ya quedaba poca luz y nos encaminábamos a la Marina que se encuentra pegada al aeropuerto de Santos Dumont surcando la Bahía de Guanabara de la cual tantas veces había oído en la canción “O Estrangeiro” de Caetano.

Llegamos ya de noche a la Marina da Gloria. Un curioso puerto deportivo con forma de caracol. Estábamos al fin en el centro de la fiesta del Brasil. Era hora de disfrutar de una Caipirinha o dos.

RUTA DIA 26

Ruta Dia 26 - de Angra a Rio de Janeiro

Ruta Dia 26 – de Angra a Rio de Janeiro