Dia 17: La voluntad del mar

El motor ya estaba funcionando pero aun nos quedaban resolver algunas cuestiones para poder salir: no teníamos suficiente dinero y era mejor comprar mas provisiones mientras aguardábamos mejor viento para poder partir. Era un día con un fuerte viento del noreste. La verdad es que no tenia sentido salir a pelearse con el mar.

Fui hacia el centro una vez mas en búsqueda de los “arbolitos” que cambiaran dólares marrones. Negocie con un par de ellos hasta que uno me dio un cambio que se aproximaba al oficial. Tuve que dejarle ganar un poco para poder proseguir con el viaje. Luego me dirigí a la central telefónica desde la cual me comunique con mi padre. La noticia de que aun estábamos en Florianópolis no le agrado demasiado, pero la realidad se ve distinta desde una oficina que desde una embarcación. El mar es el que manda, y si quiere que no salgas, pues no vas a salir. Aproveche también en la central para enviar correos electrónicos a través de mi Hotmail.

Hoy mi vida esta mas cerca de los correos electrónicos que de los pronósticos meteorológicos, pero algo de esa esencia de navegante permanece en mi. Por las tardes mientras manejo hacia mi casa, donde me esperan los chicos, casi siempre voy observando las nubes y en varias ocasiones me recordaron al viaje del 2003. Hay algo de universal y eterno en las nubes. Desde siempre venimos observándolas porque en ellas esta el destino de nuestros viajes, nuestras cosechas y nuestro sustento.

mariscos

Arroz con mariscos. Seamos sinceros: no era este, pero tenia buen sabor

Esa noche hicimos una comida de arroz con mariscos. El trio que quedaba a bordo ya tenia la pretensión de ser un equipo solido que tenia la convicción de poder superarlo todo. Los tres sabíamos que íbamos a llegar a destino como fuera. Ante cada problema Daniel solía repetir su frase favorita:  “No pasa nada”. Es importante recordar que casi todo es solucionable y que la mayoría de los problemas que nos hacemos tienen una salida. No pasa nada. Seguiremos adelante mañana, si el mar quiere.

Dia 13: Dólares marrones

La moneda en curso se ha transformado en método de intercambio de valores de uso mas común en nuestra sociedad. Son pocos los rincones del planeta en los cuales no hay moneda y el valor que se le asigna a los bienes y servicios esta casi siempre ligado a un valor monetario. Por este motivo es que necesitábamos Reales: para sobrevivir. Había que pagar por los víveres para seguir la travesía y además pagar por la reparación del motor y los repuestos que harían falta para que el Volvo volviera sonar con sus tres cilindros pateando.

Era imperativo que encontráramos donde cambiar los dólares manchados a reales. Estaba convencido que en las casas de cambio de la peatonal del centro encontraríamos donde hacer la transacción.

Empezamos por los bancos oficiales y ninguno tomaba un dólar manchado. Se daban cuenta de que eran genuinos pero dado que estaban manchados no los podían aceptar. Luego probé suerte en casas de cambio y tras revisar todos los dólares me cambiaron dos billetes de cien que tenían solo una mancha muy menor.

Pero necesitábamos mas así que seguimos buscando hasta que una persona en la calle ( que en Argentina se llaman arbolitos ) nos ofreció un cambio menor por los dólares manchados. Un cambio poco favorable pero que nos permitía seguir. Recuerdo que tomamos la mala oferta del mal cambio para poder avanzar.

cuero

Dolares marrones en la billera de cuero

Después del intercambio de moneda pudimos acceder a Internet y mandar los primeros correos electrónicos para relatar las peripecias de esta etapa a algunos amigos y familia. Recuerdo que luego llame a mis padres para contarle sobre los contratiempos y la demora. Además teníamos que buscar alguna solución al tema de los dólares marrones. Le tiramos la pelota financiera a mi padre que tendría que buscarnos algún modo de mandarnos dólares verdes a algún puerto en nuestra ruta.

Volví con una cierta desazón al barco. La sensación de que nada era perfecto. De que el mundo era un misterio lleno de sorpresas y que algunas de ellas parecían estar oponiéndose a nuestro designio. Ya encontraríamos la ruta para seguir subiendo. Milla tras milla hacia nuestro destino.