Dia 44: Blocos de Carnaval

El ambiente de fiesta se respiraba en Salvador. Había muchas personas para la cuales la fecha mas importante del año estaba llegando. Se podía uno dar cuenta de la importancia del evento mirando las caras y escuchando los cometarios de los locales. Casi todos desdeñaban el espectáculo circense que realizaban los cariocas en el Sambodromo. Para los bahianos había otra forma mejor de celebrar: en las calles junto a los Blocos.

Vista panoramica desde el Mercado Modelo

Vista panoramica desde el Mercado Modelo

Nos habían intentado explicar lo que eran estos blocos pero no lo habíamos comprendido bien ( otra vez las limitaciones del idioma portuñol se hacían notar ). Ya en algunas horas podríamos averiguarlo en persona. Varios brasileros nos habían aconsejado ir temprano para poder llegar cerca de los Blocos.

Estábamos a solo dos cuadras y la fiesta empezaba como a las seis de la tarde así que decidí ir a visitar el Mercado Modelo. Se trataba de un mercado de frutas, verduras y productos naturales varios que quedaba cruzando una pequeña rua, a tan solo metros de la marina. Ahora ademas ofrecían todo tipo comidas y artículos para el hogar y los turistas.

El lugar donde me sente a tomar cerveza con naraja, dentro del Mercado Modelo

El lugar donde me sente a tomar cerveza con naraja, dentro del Mercado Modelo

Me tome una cerveza con laranja en unas mesas que se encontraban en un espacio techado en forma de medialuna que parecía ser el punto de encuentro de casi todos los locales. Desde allí sentado se veían las embarcaciones y la gente que comenzaba a prepararse para la fiesta que llegaría en tres horas. Fue interesante observar la ansiedad con que el Carnaval se aguardaba. La verdad es que yo también estaba ansioso por averiguar de que se trataba.

Como a las cinco fui a buscar a Eduardo al barco , luego de haberme duchado por tercer día consecutivo. Era un placer contar con el agua corriente que nos faltaría durante las etapas en el mar.

El camion entre la gente

El camion entre la gente

Caminamos por la Avenida Lafayette Coutinho, que era la que circundaba la Bahia de Todos los Santos. La avenida ya estaba tomada por los transeúntes y el trafico vehicular ya había cesado hacia un par de horas.  No veíamos donde era ideal colocarse dado que no había ningún escenario. La fiesta parecía estar lista para comenzar en todas partes a la vez. Seguimos unas cinco cuadras hacia el sur y allí el gentío era tanto que no pudimos avanzar mas. Esperamos a que algo sucediera pero sin aburrirnos ni un ápice, dado que la sola observación de este ritual de preparación era un espectáculo en si. Pasaban muchos vendedores ambulantes y Eduardo decidió pedirse algo de tomar ya que el calor de los cuerpos humanos tan cercanos se hacia notar. Cuando quiso pagar se dio cuenta: le habían sacado la billetera del bolsillo de su traje de baño. Tampoco yo pude pagarle la bebida dado que no llevaba efectivo ( los años de entrenamiento en recitales en Buenos Aires me habían ya enseñado a no llevar billetera a este tipo de eventos ). Nos quedamos con sed y Eduardo un poco mal humorado por la perdida.

Un Bloco se aproxima

Un Bloco se aproxima

Empezamos a escuchar música a lo lejos y entre la multitud vimos un camión con acoplado con una banda de gente bailando arriba. Nos llamo mucho la atención pero al ver lo alegre que se ponía la gente de ver esto nos dimos cuenta de que esos camiones eran los Blocos. Parece que pasaron a este sistema de Escolas do Samba cantando y bailando arriba de camiones para que la gente pueda bailar alrededor de los mismos y tener a las Escolas desfilando en un mar de gente. Esta era en verdad la preparación para el carnaval que se vendría una semana después. Nosotros no lográbamos entender la euforia, pero definitivamente era un estado contagioso. Pasaron lentamente varios camiones: el de Chiclete com Banana, el de Axe Bahía y varios mas que no recuerdo. Finalmente todos aguardaban la llegada de la reconocida cantante Ivete Sangalo. Llego cantando sobre la plataforma de un camión , rodeada de bailarinas y con músicos en vivo sobre el mismo camión. A mi me sorprendía como los camiones no atropellaban a nadie. A pesar de la velocidad casi nula, había muchos encargados de seguridad que trataban de separar a los que se encontraban frente al camión para dejarlo avanzar. Ivete cantaba enfundada en su  uniforme blanco y el publico la adoraba. A mi mucho no me emociono la Ivete pero si la alegría que nos rodeaba. La gente aparentaba poder seguir toda la noche pero a eso de las diez los camiones dejaron de pasar y el ensayo había llegado a su fin. Mientras caminábamos de vuelta entre la muchedumbre podíamos ver los vestigios de esas horas de fiesta popular. Por todos lados latas de cerveja Brahma y las botellas de Cachaca vacías, energizantes de la fiesta y propulsores de la embriaguez general que había hecho de esta fiesta una experiencia inolvidable. Ya habíamos visto lo que debíamos ver y al día siguiente nos tocaría prepararnos para la partida mientras Salvador se preparaba para el verdadero Carnaval de la semana siguiente.

 

Dia 42: Salvador

Durante la madrugada decidí prender el walkman y tratar captar alguna radio FM. Por momentos logre escuchar el portugués de Bahía, que en cierto modo sonaba diferente al acento del sur con el que estaba mas familiarizado. La brisa del noreste nos dejaba avanzar lentamente y yo meditaba acostado en la banda de babor. Tenia puesta unas ojotas que me iban a acompañar toda la travesía. Me las había dado mi padre en mi viaje anterior a Miami. Eran la apropiación de lo ajeno y la vez el regalo obligado. Durante estas noches pensaba mucho en mi familia y en lo difícil que seria para ellos tolerar esta incertidumbre.

Salvador de Bahia visto desde el agua

Salvador de Bahia visto desde el agua

Tanto Eduardo como yo nos sentíamos seguros en el mar, pero a la distancia esta seguridad incierta genera insomnios y ansiedad. Lo notaba en el tono de mis padres al hablar por la radio en puente a través de Zarate o Campana. Lo cierto es que cada vez nos acercábamos y estábamos casi a mitad de camino.

Como a las cuatro lo desperté a Eduardo y me fui a dormir. Después de pasar tantas semanas a bordo, el proceso de irse a dormir y la comodidad relativa del barco no tenían comparación. Es como cuando uno ve a un indigente durmiendo en un banco de plaza: a uno le da pena y piensa en lo duro que será dormir allí, pero el indigente en cuestión disfruta del sueño tanto como el bebe en su cuna o la princesa en su alcoba real.

Eduardo me despertó como a las once. Ya podía verse la ciudad de Salvador. Teníamos los dos ya muchos deseos de llegar. Era una ciudad que nos la habían pintado como mágica y la teníamos ahora al alcance de la vista. El viento era tan tenue que tuvimos que cubrir las millas que faltaban a puro motor. Mientras nos íbamos acercando aprovechamos a doblar las velas y enrollar el genoa.

Llegamos justo al mediodía a la marina donde nos esperaba Daniel a bordo del Cenizo. Como no había lugar en las marinas nos tuvimos que amarrar a una boya. Eduardo reconocio el casco rojo del Cenizo amarrado en otra boya. Desde allí remamos con el inflable hasta llegar al barco de Daniel.

Golpeamos el casco y desde adentro emergió Daniel con su efusividad. Fue un lindo reencuentro, dado que el había sido parte de la primera parte del viaje y pienso que contribuyo en mucho a que esta aventura se haya desarrollado tan bien.

Nos invito a subir y tomamos algo a bordo. No teníamos ninguna intención de volver al Tremebunda, pero hubo que hacerlo para bajar los artículos necesarios para la ducha. No lo he mencionado hasta ahora, pero nuestro barco no contaba con ducha y la llegada a la civilización principalmente significaba la llegada al agua corriente y la merecida y necesaria ducha de agua fresca. El cuerpo se siente distinto sin la capa de sal que se le pega a uno tras días en el mar. Una limpieza fresca que lo renueva a uno.

Después de la ducha decidimos subir por los ascensores al sector del Pelourihno, que es la parte colonial y donde se pasean la mayoría de los turistas. Esta parte de la ciudad esta en lo alto y es curioso ver el sistema de elevadores públicos con los que cuentan. La primera impresión de esta increíble ciudad fue muy positiva. Nos pasamos recorriendo las calles hasta el atardecer. Recuerdo que nos tomamos unas cervezas y disfrutamos viendo la gente pasar. La vida en la tierra es muy distinta a la vida en el mar.