Todo el día fuimos descontando las millas que faltaban para llegar a Recife. Según nuestros cálculos llegaríamos al final de la tarde. En todo Brasil la gente se preparaba para celebrar el Carnaval, que es una semana de fiesta obligada y necesaria para el espíritu brasileño.
Por la radio Pepe nos conto que había querido salir de Salvador pero que no lo dejaron despachar a causa del Carnaval. Todo cierra y la fiesta es lo primordial en estos días. Hasta los organismos oficiales se toman descanso y ni siquiera se puede dar salida del país. La lógica es la siguiente: quien va a querer irse en medio de esta joda. Nadie.
Navegamos a vela toda la tarde y a lo lejos comenzó a verse una ciudad que se mostraba grande y pobre. Hacia las seis nos toco encender el motor para alcanzar la inmensa escollera que da entrada al puerto de Recife. Según nuestro derrotero el Cabanga Iate Clube estaba como tres millas adentro.
La escollera de entrada era imponente e interminable. Ya teníamos ganas de llegar y el tramo final a motor se hacia largo. Se aprovechaba para doblar las velas y dejar todo listo para ir a darnos la ducha religiosa del arribo al puerto. Fuimos pasando los galpones y los cargueros amarrados a su lado. Era un ambiente de puerto de mucho trafico y supongo que el nordeste opera a través de esta abertura en el mar.
Ya una vez que acabamos de atravesar la zona de galpones a estribor pudimos ver un poco mas de la ciudad y de la pobreza que nos mostraba. Por la Avenida Sul no se veían los Porsches de São Paulo o Rio. Se notaba que era una ciudad de trabajo, una ciudad donde para sobrevivir había que rebuscárselas.
Al fondo se ensanchaba el canal en lo que llamaban la Bacia Portuária y justo en el fondo de esta bahía artificial estaba el Cabanga. Pasamos cerca de unos bancos de arena marcados con palos. El sol ya se había puesto detrás de las favelas. Comenzamos a ver los mástiles y una vez mas cerca la empalizada que demarcaba el perímetro de las amarras del Iate Clube. Ingresamos y por suerte un marinero nos dio indicaciones de donde amarrarnos. Le tiramos un cabo y hasta nos ayudo a bajar. Preguntamos por la administración, pero a esa hora ( como era de esperar ) ya estaba cerrada. La amarra de cortesía nos daba asilo y el bolso para ir a las duchas estaba listo.
RUTA DIA 49