El día comenzó con dolor de panza, o mas específicamente con la vieja y conocida “resaca” ( aka guayabo, cruda, hangover). Cuando fui hacia el cockpit sentía a mis ojos cerrados como una puñalada en una lata ( frase tomada del oeste bonaerense ). Al asomarme pude reconocer la silueta de Eduardo sentado en el cockpit. Unos segundos mas tarde pude reconocer sus facciones y darme cuenta de que su cara no aprobaba del todo mi comportamiento de la noche anterior. Pero había algo mas que desaprobación en su mirada, casi diría que había un cierto disgusto en sus ojos que no llegaba a comprender. Sin siquiera decir una palabra apunto con su índice derecho hacia la cocina. Me di media vuelta y pude ver el motivo de su justificado malestar. La bacha de la cocina era el testigo del alcohol en exceso de la noche anterior. No recordaba haber lanzado la noche anterior, pero no cabían dudas de que esa materia viscosa me pertenecía. Sin decir mas palabras me puse a limpiar la cocina hasta dejarla como si nada hubiera pasado? Mi estomago igual aun sentir los excesos de la noche anterior. Por adentro pensé: una noche cada tres meses no esta tan mal, pero mantuve ese pensamiento para mi solo para no reavivar el disgusto de mi compañero.
Una vez limpia la cocina, la cara de Eduardo cambio, pero aun conservaba algo de ese gesto de regaño paternal que tal vez en algunos años me toque practicar con Tobías y Damián.
Al mediodía fuimos a tierra para llamar a los del service. Les avisamos que conseguiríamos la pieza en Miami y que se las enviarían. Esperábamos que al comienzo de la semana siguiente la tuvieran allí. La verdad es que estábamos habituando a la vida de esta paradisiaca isla. Cuando uno caminaba por las calles de Bridgetown se sentía invadido por el relax de la gente que crece en el caribe. Allí se trabaja duro, pero se termina temprano. Es una sociedad que tiene admiración por Bob Marley y la cultura Rastafari, pero sin dejar de despegarse de la influencia británica que uno ve en cada esquina.
A eso de las tres de la tarde paso Gaspar por el barco para invitarnos a hacer Kite Surfing. El español se había traído la tabla y el kite a bordo de su velero y pensaba ir con su bote a motor para el lado este de la isla en la que seguramente habría suficiente viento.
Mi estomago decidió pasar a la invitación pero Eduardo se subió al bote para acompañarlo y tal vez intentar remontar en ese barrilete humano que tan divertido parece. Pensé que de seguro tras el kite se le quitaría la bronca que le había dado mi borrachera. No era para tanto, pero creo que me daba mas pena a mi por que era la primera vez que mi compañero se molestaba (con razón) conmigo.
Cuando estaba atardeciendo prendí la radio y pude comunicarme con Lastiri, quien me confirmo que mi padre estaría mandando la junta de la tapa de cilindros directamente a la dirección del service oficial de Volvo. Era un alivio saber que contaríamos con la pieza en un par de días.
Ya estaba anocheciendo cuando Gaspar trajo de regreso a Eduardo. Al parecer se habían divertido mucho en su excursión. Gaspar había volado por sobre las olas de Atlántico. Eduardo lo había intentado pero dadas las dimensiones de la vela que habían llevado le faltaban cinco o diez nudos de viento para lograr salir planeando. Igual se veía feliz de haberlo intentado.
Quedamos en comer algo y bajar al Boatyard para no perder la costumbre. No se bien que habré cocinado pero de seguro me esmere en cocinar un buen arroz, que seria la primer comida que probaba en el día.
Como a las nueve Gaspar nos aviso por radio que no bajaría al Boatyard dado que prefería descansar. A el también le estaba pegando el exceso de la noche anterior.
De todos modos bajamos con Eduardo para ver quienes caían a nuestro bar de recalada. Tomamos un par de cervezas y me acerque al DJ para dejarle una copia del master de mi primer disco “Little Boy”. Hasta ese momento casi nadie había escuchado el disco dado que lo había terminado un mes antes de salir hacia Miami en la Treme. Al rato mientras me pedía una segunda cerveza escuche sonar “Can’t Change” por el impactante sistema de sonido del Boatyard. No voy a olvidarme la sensación de poder escuchar mi producción a tan alto volumen y con graves tan profundos. El perfeccionista sonoro que habita en mi se quedo debatiendo sobre el contenido de graves del master de esa pista.
Mientras terminaba de sonar el segundo tema de mi primer álbum logre reconocer el claro acento argentino en dos muchachos jóvenes que se encontraban a solo dos metros nuestro. No tuvimos mas opción que acercarnos. Habíamos visto algunos morenos que vestían la camiseta albiceleste en el centro de Bridgetown pero estos muchachos eran lo mas cercano a lo argentino que veíamos desde nuestra despedida de Daniel y Pepe en Salvador.
Nos dijeron que estaban de visita para jugar un torneo de polo ( El Barbados Open si mal no recuerdo ) que comenzaba al día siguiente. Nos contaron como los contrataba el millonario de la isla, que era dueño de medio Barbados y además del equipo de polo. Por supuesto que dicho millonario jugaba en el equipo. Lamentablemente no recuerdo el nombre de los muchachos pero si recuerdo su simpatía. Uno era jugador y el otro su petisero ( el que le cuida y entrena los caballos ). Tras una tercera ronda de cervezas nos invitaron a acercarnos hasta el club de polo a la tarde siguiente. Sin dudarlo aceptamos la invitación. Estábamos de vacaciones por el fin de semana hasta que llegara la pieza desde Miami.