Decidimos ir de paseo con Eduardo. No había nada que hacer mas que esperar a que los repuestos llegaran de Joinville. Comenzamos sin querer a adoptar una filosofía mas brasilera: había que dejar la ansiedad de lado y unirse al espíritu de relax que rige las vidas del Brasil.
Recuerdo que tomamos un bus que cruzaba la isla y nos dejaría en las playas del Atlántico donde vacacionan mayoritariamente brasileros. La ida fue muy interesante y observamos la frondosa vegetación de la isla en el ascenso y descenso al morro. Al otro lado se encuentra la pintoresca playa que llaman Barra Da Lagoa. Se llama así debido a la Lagoa Da Conceição que se encuentra cerca del océano. Era la tarde para hacer turismo y hacer de cuenta que estábamos de vacaciones como el resto de la gente. Pero no podíamos separarnos de nuestra misión. Éramos como un agente secreto que en medio de la diversión y la fiesta y las caipirinhas esta alerto a su entorno por si algo sucede. Pero allí en Lagoa nada iba a suceder que cambiara nuestra situación: tocaba esperar a los repuestos y a la voluntad de Gaucho para reparar el motor de nuestra nave.
Aceptar esta realidad nos permitió disfrutar de la tarde y caminar por la Praia Mole en Barra da Lagoa. El viento del este llegaba desde el Atlántico brindando frescura a los turistas y de vuelta nos recordaba que podríamos estar aprovechándolo para navegar en rumbo noreste. Recuerdo de caminar entre los vendedores de milho cocido y de zuco da cana. A lo lejos veíamos una pelota de futbol que volaba por el aire. Pensé que se trataba de futbol de playa, disciplina en la cual los brasileros dominan. Al acercarme me sorprendí viendo los cuerpos de los cuatro jugadores volar por el aire tirando chilenas, parando la bola con el pecho y cabeceando a distancias disimiles. Era un partido de “Fut-Voley” como el que nunca había presenciado. No tenia nada que ver con los partidos de “cabeza” que jugábamos en el Barrancas con mi hermano, los Martucci, los Maculan, Chicho y Demian. Era mas bien la versión mas acrobática del futbol que haya observado jamás. A dos metros de altura, la red de vóley era testigo de esta proeza brasilera que tiene mas que ver con la acrobacia que con el deporte del futbol. Nos sentamos por un rato embelesados por este jogo bonito.
Al rato se paro el partido y caminamos un rato mas hacia el lado del morro. En este marco de belleza podíamos ver a los avezados intrépidos que se tiraban en parapente desde Ponta da Gravatá. Flotaban con destreza por sobre el océano y sobre nuestras cabezas. Una magia física que nos deslumbra y nos aleja un poco de nuestra realidad de nautas varados en esta parada técnica sin fecha de salida.
Al atardecer tomamos de vuelta el bus hacia la ciudad de Florianópolis. Se acabo nuestro día de vacaciones. De vuelta a la realidad del barco en viaje.
Y cómo fue la vida dentro de Treme ?
La cocción de alimentos, consumo de agua, y por sobre todo, el dormir en el intenso calor del rumbo ecuatorial.
El calor era duro. Sobre todo por que no teniamos ducha. Afuera la brisa siempre refrescaba. El calor para dormir era lo mas complicado. Nos duchabamos cuando llovia torrencialmente.
Los ailmentos no muy variados: arroz , pescado, pasta, cosas faciles