Todo a su sitio

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Recuerdo darme por vencido a eso de las seis de la tarde. Hacia calor, bastante. Sin embargo aquella noche dormí placenteramente. Trece horas de corrido.
Me levante con una parsimonia que hacia tiempo le envidiaba a algunos perros. Lentamente me dirigí a la cocina. Prendí el fuego. Algo me hizo apagarlo en forma casi inmediata. Me había parecido escuchar algo que resonaba en el apartamento, aun vacío. Me quede quieto, por un minuto. No había ruidos adentro, sin embargo me había parecido escuchar algo después de encender el fuego de la segunda hornalla. Pudo ser una frenada en la avenida, pensé para no alarmarme.
Después de saborear unos mates, comencé con la labor que sabia me esperaba. Tapar, atornillar, rearmar, devolver todo a su sitio.
Recordé a Víctor, y a su labor inconclusa. Todo debía volver a su lugar, como estaba antes. Siempre recuerdo con tristeza a Víctor. Tal vez por eso la tristeza comenzó a invadirme en esa antibusqueda, en ese ordenamiento tan absurdo que emprendemos a veces. Lo cierto es que en algún rincón había quedado olvidado. No sabia en cual, pero estaba, de seguro que estaba.
Reordenar puede haber sido una forma de reencontrarlo, de terminar su labor

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